Por ALAIN PASCAL
Cap. II del libro LA PRÉ-KABBALE. LA GUERRE DES GNOSES. LES ÉSOTÉRISMES CONTRE LA TRADITION CHRÉTIENNE.
Éditions des Cimes, 2016.
La ambigüedad del término «gnosis»
Un poco de semántica para evitar
discusiones inútiles.
La palabra «gnosis» [gnose, en
francés] viene del griego «gnosis», conocimiento. La gnosis se define como la
ciencia superior de los misterios de la religión.
Su empleo da lugar a numerosas polémicas.
En efecto, según ciertos autores, la palabra gnosis debería poder emplearse
para todas las religiones, incluido el cristianismo. A la lectura de algunos
Padres de la Iglesia, algunos autores llaman una «gnosis cristiana» [1] que
estiman conforme a la ortodoxia del cristianismo. Esta «gnosis cristiana» sería
interna a la teología (la ciencia de la religión), su conocimiento superior. No
tenemos la competencia para decir si tienen razón o no, pero, porque hay un
gran «pero», resulta que, desde el siglo I, el término gnosis se convierte casi
en el patrimonio exclusivo de los enemigos de la Iglesia. Desde su fundación,
la Iglesia debe combatir las doctrinas de los gnósticos, término que designa a
la vez a herejes cristianos y a no cristianos. Así, san Pablo reprocha a un
judío convertido de Alejandría hacer del cristianismo una gnosis, y en el siglo
II, san Ireneo combate a los gnósticos, etc. De este modo, los términos
«gnosis» y «gnóstico» quedan desacreditados para un católico tradicionalista.
Desde entonces, nos encontramos
frente a un dilema. Podría hablarse de una primera gnosis, interna a la
teología cristiana, que, para un cristiano, o incluso un católico de la
Tradición [2], sería la «verdadera» gnosis, y una segunda gnosis, la de los
gnósticos, que, para un católico siempre, sería la «falsa» gnosis. En este caso
se debe afrontar una confusión del vocabulario, fuente inevitable de una
confusión del pensamiento. Para algunos, la gnosis seguiría siendo una ciencia
interna a la teología cristiana, y quizá tengan razón. Para otros, la gnosis
sería por definición la enemiga de la tradición cristiana, y seguramente tienen
todavía más razón. Los adversarios de la tradición cristiana son efectivamente
los partidarios del gnosticismo, término que designa al conjunto de doctrinas
no conformes con el dogma cristiano, es decir, no conformes con los puntos
fundamentales de la doctrina cristiana, tal como los define la Iglesia. Los
partidarios del gnosticismo pretenden poseer una filosofía secreta y esotérica,
que emane o no de Cristo. El término gnosis significa para ellos la filosofía
superior que contiene todos los conocimientos sagrados[3].
Para
salir de esta confusión del vocabulario, algunos autores han propuesto
diferenciar a los gnósticos de los «gnosticistas». El gnóstico calificaría a
quien sigue la gnosis interna a la teología cristiana; el gnosticista, a quien
sigue la gnosis enemiga de la Iglesia. Solo los gnosticistas serían los adeptos
del gnosticismo. Es una excelente idea. Queda, sin embargo, que, a nuestro parecer,
la sutil distinción entre gnósticos y gnosticistas tiene el gran inconveniente
de perpetuar la confusión. ¿Cómo distinguir en efecto a los gnósticos de los
gnosticistas en la historia, cuando, en los textos que jalonan los dos milenios
y tratan de la cuestión, tal distinción no existe?
Como
la confusión aprovecha a los enemigos de la Iglesia —la utilizan para infiltrar
herejías y subvertir las mentes cristianas—, nosotros elegimos reservar la
palabra gnosis y la designación de gnósticos a aquellos que combaten la
doctrina de la Iglesia. Es una elección que algunos lamentarán, pero que tiene
el mérito de la claridad. Incluso si quizá haya una «gnosis cristiana» —término
que habíamos empleado en La Traición de
los Iniciados, retomándolo de Bossuet — aun cuando pueda haber quizá una
injusticia respecto de ciertos teólogos al rechazar una «verdadera» gnosis
combatida por una «falsa»—, no hablaremos de gnosticistas, sino, como es de uso
corriente, de gnósticos.
Siendo
numerosas y variadas las doctrinas gnósticas, nuestro título evoca desde
entonces la Guerra de las gnosis contra el dogma de la Iglesia. Nuestro libro
pretende trazar las grandes líneas de la guerra —pues se trata de una verdadera
guerra declarada por los gnósticos a la Iglesia. En él tomaremos la defensa del
dogma cristiano combatido por las gnosis y los gnósticos.
La
religión cristiana no es esotérica, sino «exotérica»:
Además de la ventaja de salir de la confusión, nuestra elección de reservar la denominación de gnósticos a los enemigos de la tradición cristiana resulta también de nuestra posición con respecto al esoterismo. Hemos subtitulado La Guerra de las gnosis: Los esoterismos contra la tradición cristiana. Si pretendemos que existe una guerra de los esoterismos contra la tradición cristiana, es indispensable que digamos de antemano por qué no hay un «esoterismo cristiano». Hablar de una gnosis interna a la teología podría en efecto dar a entender que existe un esoterismo cristiano compatible con la ortodoxia, lo cual un defensor de la tradición católica no puede admitir por diversas razones, comenzando por el «exoterismo» de la enseñanza de Cristo. El término exoterismo proviene del lenguaje guenoniano, lo cual desagradará a ciertos tradicionalistas católicos, pero lo empleamos porque nos parece excelente, cualesquiera sean las reservas que un católico pueda tener sobre Guénon. El cristianismo es un exoterismo, diremos incluso el exoterismo por definición, puesto que la Verdad es revelada a todos y no reservada a iniciados. El cristianismo es la Verdad revelada por Jesucristo, Hijo de Dios.