sábado, 23 de diciembre de 2023
miércoles, 20 de diciembre de 2023
LA IMPORTANCIA DE LA POESÍA
La importancia de la poesía (II): Poesía y contemplación Por MIGUEL SAMARTIN FENOLLERA «Todo es símbolo, todo es lo que es y algo
más». San Juan de la Cruz
«En el pensamiento hay vagabundeo; en la
meditación, estudio; en la contemplación, maravilla. El pensamiento es de la
imaginación; la meditación, de la razón; la contemplación, de la comprensión». Ricardo de San Víctor
«Este esfuerzo supremo por alcanzar la
belleza sobrenatural (…) es quien ha dado al mundo todo lo que éste ha sido
alguna vez capaz de comprender y de sentir en materia de poesía». Edgar Allan Poe
«La poesía es un intento de aproximación a
lo absoluto por medio de los símbolos». Juan Ramón Jiménez
El auténtico acceso a la verdad, entendida
como el «descubrimiento» de la realidad íntima de Dios en su misterio
trinitario, solo nos será accesible a través de la contemplación. Pero esta
contemplación no es propia de este mundo, sino que espera al hombre en la
otra vida. En esta, como señala el padre Louis Bouyer (1913-2004), el hombre
solo puede llegar a conocer un anticipo de ella, y siempre que se oriente
eficazmente «hacia su fin eterno por las virtudes teologales». Bouyer está
hablándonos aquí de la experiencia mística. Muchos poetas han creído que el arte podría
ser un paso previo para este último tipo de contemplación mística, y, algunos
otros, una vía para la expresión y comunicación de tal experiencia a los
demás. T. S. Eliot (1888-1965) y Gerard Manley Hopkins (1844-1889) eran de la
primera de las opiniones, pero ya antes, santa Teresa de Jesús (1515-1582) o
san Juan de la Cruz (1542-1591) no solo lo creyeron, sino que experimentaron
la visión mística y nos la trataron de mostrar. Y algunos otros lo intuyeron
incluso antes. Uno de estos fue el monje agustino del siglo XII, Ricardo de San Víctor, Magnus Contemplator, como se le conocía, quien en su obra, Ars Mistica, junto a la clásica división entre la contemplación activa (la que puede reducirse a la meditación) y la pasiva (la única verdadera, infusa y sobrenatural, y que de ningún modo se puede adquirir con nuestros esfuerzos), habla de una tercera especie, de carácter inferior: «el conocimiento de las cosas invisibles de Dios por medio de las cosas visibles del mundo». Esta tercera especie de contemplación puede ser identificada con el conocimiento poético, un conocimiento nacido de la experiencia y adquirido por connaturalidad con la cosa conocida. El filósofo tomista francés Jacques Maritain (1882-1973), en esta línea, da una definición de poesía como «la adivinación de lo espiritual en lo sensible, expresada a su vez en lo sensible». Este conocimiento o experiencia poética estaría orientado, además, a la expresión (sea a través de la palabra proferida o de la obra producida), y es pues, un conocimiento creativo; no en vano la palabra griega de la que procede poesía (ποίησις\poiesis) significa creación. |
miércoles, 6 de diciembre de 2023
CIERTAMENTE NO MÁS DE LO MISMO. RESEÑA AL LIBRO DE JAVIER ANZOÁTEGUI
Las
hojas de la higuera (más de lo mismo), Javier Anzoátegui. Vórtice, Buenos
Aires, 2023. 513 p.
Por
Enrique de Zwart
Sabíamos
que el Dr. Javier Anzoátegui era un hombre de buenas leyes. Y ahora sabemos que
es también de buenas letras. Lo segundo confirmado con la reciente y
actualísima Las hojas de la higuera (más de lo mismo) que nos
han sacado de la modorra y motivado a escribir unas breves líneas.
¿De
qué se trata? Digamos que es el tema esjatológico[1] por
excelencia que solo grandes escritores se han atrevido a tocar, y que solo una
fracción de estos lo ha hecho exitosamente. Las hojas de la higuera (LHDLH)
entra sin dudas en esta categoría.
¿De
qué grandes autores estamos hablando? De Vladimir
Soloviev y su Breve relato sobre el anticristo (1900), de
Robert H. Benson y su Señor del mundo (1907), de C. S. Lewis y
su Trilogía cósmica (1945), de J.R.R. Tolkien y su El
Señor de los Anillos (1954). Para colmo compatriotas de Anzoátegui, y
nuestros, han incursionado en el tema de modo muy logrado: Hugo Wast con Juana
Tabor, 666 (1942), Leonardo Castellani con Su Majestad
Dulcinea (1956), Juan Luis Gallardo con Omega 666: El planeta
gris (1996). Pesos pesados. Y no es una lista exhaustiva, sino de
aquellos a quienes hemos leído. Y nos limitamos solo a novelas, dejando ensayos
y otros estilos fuera.
No
se crea que esto es una mera permutación de Benson o Castellani. Mucha
agua ha corrido bajo el puente. Hay mucho mérito de Anzoátegui para imaginar
escenarios plausibles y probables, y distintos a los esbozados anteriormente.
Donde Benson conjeturaba a Roma resistiendo y ergo siendo destruida por el
Anticristo, acá éste la hace su sede debido a la Gran Apostasía y a las buenas
migas con el Falso Profeta. Benson sí vio las naciones diluidas y fagocitadas
por el globalismo, pero no se atrevió a imaginar a Roma claudicando y
plegándose al Enemigo. Castellani si la pudo vislumbrar, por eso el carácter
profético de Su Majestad Dulcinea (SMD) con la Iglesia
traicionada por sus jerarcas y funcional a los poderes del mundo. Claro que lo
de Benson fue un pronóstico de un siglo, lo de Castellani de medio siglo, y lo
de Anzoátegui es en gran parte un diagnóstico. Benson no pudo concebir la
infiltración en la Iglesia, Castellani sí. Anzoátegui simplemente la describe.
domingo, 3 de diciembre de 2023
50 AÑOS DE “EL EXORCISTA”
La profecía para nuestro tiempo que contiene la
elícula El Exorcista.
Hace
5 décadas, en 1973, se estrenó la película El Exorcista, que marcó una época
cinematográfica.
Y
con el transcurso del tiempo, y viendo las cosas que están pasando en el mundo
y en la Iglesia, no podemos dejar de pensar que Dios la pensó proféticamente
para nuestro tiempo.
Un
tiempo en que se ha dejado de creer en Dios y en lo sobrenatural.
Donde
la apostasía ha penetrado en la Iglesia a través de buena parte de los
ordenados.
Y
donde el demonio está más activo que nunca, cambiando la moral de la
civilización y de la Iglesia, y llevándose más gente con él.
Aquí
hablaremos sobre los dos grandes aportes ocultos que la película El Exorcista
está haciendo hoy mismo a nuestro tiempo, permitiéndonos ver los caminos
negativos que hemos emprendido e indicándonos los valores que debemos
recuperar.
La
película El Exorcista se estrenó en 1973.
La
trama trata de un demonio que se instala en una niña de 12 años y se niega a
dejarla ir, desconcertando a los médicos y aterrorizando a la
madre.
Ni
médicos ni pastores protestantes pueden desalojarlo, hasta que finalmente libra
una guerra total contra dos sacerdotes, quienes lo expulsan de la niña.
Se
trata de un caso verídico que fue informado por The Washington Post en 1949,
aunque en realidad el poseído fue un niño de 11 años.
William
Peter Blatty, un estudiante de literatura, tomó esa historia y escribió el
libro El Exorcista.
Él
siempre insistió que su libro era una obra que hablaba sobre la fe.
Y
cuando William Friedkin tomó el libro para dirigir la película homónima, era un
judío secular confeso.
Aunque
cuando le preguntaban de qué trataba realmente la película, su respuesta era
que trataba sobre el misterio de la fe.
Y a
su muerte tenemos a un Friedkin que creía firmemente en las enseñanzas de
Jesús.
El
cine suele ser extrañamente profético.
Tanto
El Exorcista como El Bebé de Rosemary, de 1967, fueron realizadas por
directores que no creían en ningún mal sobrenatural.
Pero
en ambas películas la realidad del diablo se afirma, no como una vaga
construcción psicológica, sino como una entidad diabólica real.
En
ese tiempo en que el mundo estaba cambiando – mayo de París, movimiento hippie,
Concilio Vaticano II -, que Hollywood hiciera un par películas sobre un
artículo de fe como la creencia en la realidad del diablo, fue inesperado, por
decir lo menos.
Proclamó
una verdad eterna, ampliamente descuidada por la Iglesia en ese momento.
En
ambas películas, el plan del maligno está claramente delineado: denigrar,
degradar y, en última instancia destruir a la madre y al niño, presentados en
cada una de las películas.
Y
a partir de ahí la mayoría de las buenas películas de terror que le siguieron,
trataron indirectamente temas de fe, de una manera que pueden llegar a los más
alejados, a los que descreen de Dios y de lo sobrenatural.
A
aquellos que están en las antípodas de los católicos observantes, a los
incrédulos, les plantean la existencia del mal.
Y
les suscitan preguntas: ¿Hay vida después de la muerte? ¿Existe el demonio,
quién es?
En
rigor es un paso gigante respecto a la mayoría de las películas seculares que
evitan la religión y los temas trascendentes, preocupándose por contar
historias solamente sobre sentimientos humanos.
Las
películas de terror sobrenatural, que dólar por dólar constituyen uno de los
géneros más lucrativos de Hollywood, no rehúyen la espiritualidad, sino
que se inclinan hacia ella.
Nos
recuerdan que la ciencia no tiene todas las respuestas.
Que
más allá de lo material acechan verdades mayores, a veces aterradoras.
Y
nos dicen que el mal corrompe y tiene consecuencias.
Pero
tienen mala prensa entre los cristianos.
Porque
es claro que aún las buenas películas de terror sobrenatural tienen
problemas.
Se
podría nombrar una legión de ellos: pueden ser sangrientas, profanas y
sensuales; y tener graves problemas doctrinales.
Pero
conozco a algunas personas que han sido conducidas a la fe, no alejadas de
ella, mediante estas películas aterradoras.
Las
películas de terror existen para asustarnos.
Pero las
buenas películas de terror también nos piden que pensemos en la realidad
sobrenatural.
Y
nos informan de graves peligros que nos acechan.
Por
ejemplo, la niña de El Exorcista quedó poseída demoníacamente por jugar
a la ouija, cosa que desechan los incrédulos, a pesar de la montaña de
evidencias que tienen los exorcistas.
Los
exorcistas llegan a decir que aquellos que responden con curiosidad positiva
mientras usan una tabla ouija son generalmente susceptibles a la influencia
diabólica.
Por
ejemplo, las dos películas La Monja alertan que el demonio se puede disfrazar
con un atuendo que significa el bien y puede ser letal para la vida en la
Tierra.
El
Exorcista del Papa, a pesar de mostrar una lucha más ridícula que lúcida contra
el mal, deja un mensaje sorprendentemente resonante.
Cuando
el demonio le grita a un sacerdote «¡Dios no está aquí!», el sacerdote le
contesta «¡Dios siempre está aquí!».
Y
Nefarious muestra que la posesión es una paciente estimulación de nuestras
debilidades por el demonio, que ofrece tentaciones y lleva a la rendición de la
voluntad del poseído.
Por
otro lado, el segundo aporte que hace la película El Exorcista, es
señalar dos posiciones en pugna dentro de la Iglesia e indicar cual es la
correcta.
En
El Exorcista aparecen dos sacerdotes que caracterizan el drama interno de la
Iglesia hoy.
El
más joven de los dos sacerdotes de la película, el jesuita Damien Karras, es un
cura típico de principios de la década de 1970: un sacerdote que cuestiona lo
que la Iglesia enseña en materia de fe.
También
parece estar en una crisis personal, cuestionando su propia vocación.
Es
agnóstico sobre la existencia del diablo y aún más dudoso sobre si existen
circunstancias que requieran la realización de un exorcismo.
En
cambio, el padre Lankester Merrin, el mayor de los dos sacerdotes, un
franciscano, es un hombre sabio y experimentado, que ha visto el lado oscuro de
la humanidad.
Respetuoso
de la Tradición y las Escrituras.
Sabe
exactamente contra qué, o más precisamente contra quién, ha sido llamado a
luchar.
Por
ejemplo, cuando la madre agnóstica le pregunta al joven padre Karras
sobre la posibilidad de un exorcismo, él le responde “tendría que subirme a una
máquina del tiempo y retroceder al siglo XVI”.
En
cambio, el padre Merrin reconoce exactamente desde el primer momento la
naturaleza del combate.
E
instruye al sacerdote más joven para que se prepare para lo que vendrá,
trayendo vestimentas tradicionales sacerdotales, agua bendita y una copia del
Ritual Romano.
En
este escenario, la película deja claro quién es el sacerdote más
auténtico.
Es
quien cree en lo que la Iglesia siempre ha enseñado sobre la realidad del
diablo.
Y
quien se esfuerza por actuar como sacerdote en la situación que se presenta
ante una familia angustiada.
En
cambio, el público observa cómo el sacerdote más joven se evade y
filosofa.
Es
que en la realidad, 8 años antes del estreno de El Exorcista había
finalizado el Concilio Vaticano II.
Algunos
pensaban que era el comienzo de una nueva primavera dentro de la Iglesia, y
otros, que podría ser la llegada de la noche.
La
confusión en la Iglesia que siguió al Concilio llevó a muchos a no enfatizar la
batalla sobrenatural, enfocándose en la batalla por las cuestiones sociales.
Y
así el diablo fue silenciosamente descartado y puesto a un lado
suavemente para enfatizar un evangelio diferente.
https://forosdelavirgen.org/mensaje-oculto-pelicula-exorcista/
LA PASIÓN DE CRISTO», UN ESCÁNDALO PARA TRASTORNAR LOS CIMIENTOS DE NUESTRO CONFORMISMO
Como
contrapunto de El Evangelio según San Mateo, de Pasolini,
no se nos ocurre mejor título que La Pasión de Cristo (2004),
la película de Mel Gibson que, en el momento de su estreno,
desató los vituperios más furibundos y epilépticos entre
los biempensantes. Especialmente llamativo nos resultó entonces
que, para condenar la violencia perturbadora que asomaba a algunas secuencias
de La Pasión de Cristo, sus detractores sacaran mucho en romería la
obra citada de Pier Paolo Pasolini, oponiéndola al 'tremendismo' de Gibson.
Cuando lo
cierto es que Pasolini cuenta en su filmografía con alguno de los títulos más
insoportablemente violentos de la historia del cine, como Saló o los
120 días de Sodoma, donde la adaptación del Marqués de Sade servía
como vehículo de denuncia del fascismo. Y es que en este mundo
podrido el uso iconográfico de la violencia resulta admisible si se emplea para
ilustrar un alegato antifascista o antibélico; en cambio, produce escándalo en
un alegato cristiano.
Por los
mismos días en que se estrenaba La Pasión de Cristo lo
hicieron también títulos pululantes de aberraciones como La pianista de Michael
Haneke o Irreversible de Gaspar Noé, por
supuesto bendecidos por los ditirambos de la misma cofradía que puso a caer de
un burro la obra maestra de Gibson. Pero los vituperios que
entonces cayeron sobre Gibson no eran causados por su verismo violento, sino por
mostrar la insoportable imagen de un Dios encarnado que se inmola para
redimir a los hombres; pues el mingafrigidismo moderno considera que todo
sufrimiento es estéril y repudia la idea del sacrificio, mucho más si tal
sacrificio es divino. Es misión legítima y necesaria del verdadero arte golpearnos
sin remilgos, trastornar los cimientos de nuestro conformismo y actuar
como una Gorgona que nos petrifica de horror. Y en este sentido, la película de
Mel Gibson logra plenamente su misión artística.
Para añadir
un poco de pimienta al guiso, se pretendió que La Pasión de Cristo era
un panfleto antisemita (y todo por reproducir el clamor de los judíos
ante el pretorio, tal como se recoge en los Evangelios: «Caiga su sangre
sobre nosotros y sobre nuestros hijos»). Lo cual, tratándose de una película
que recoge entre sus fotogramas pasajes de la vida terrenal de Jesucristo tan
significativos como la predicación del amor a los enemigos, es cuando menos
pintoresco.
A la postre,
queda demostrado que La Pasión de Cristo ofende por su catolicismo
militante, que se manifiesta, sobre todo, en su tratamiento de la figura de
la Virgen María (interpretada por Maia Morgenstern),
cuyo sufrimiento sereno depara algunos de los momentos más memorables de la
película, también los más originales; pues aunque Gibson sigue casi al dedillo
los Evangelios y las visiones de la agustina Ana Catalina Emmerich,
se permite algunas licencias creativas muy enriquecedoras.
Así ocurre,
por ejemplo, cuando María se prosterna y pega la oreja al pavimento y extiende
los brazos sobre él, como si lo quisiera abrazar; un pudoroso movimiento de
cámara nos muestra que, justamente debajo de ese lugar, se halla Jesús,
aherrojado en una mazmorra.
Así ocurre
también cuando María, transida de dolor, presencia una de las caídas de
su Hijo, aplastado por el peso de la cruz; entonces Gibson intercala un flash-back en
el que Jesús, todavía niño, se tropieza mientras corretea y se pega un morrón,
lo que obliga a María a correr a su lado, para consolar su llanto.
Ese mismo
movimiento instintivo y protector la impulsa a socorrer, tantos años después,
al Hijo que va a ser sacrificado; y la transposición de planos temporales logra
crear un clima de un patetismo estremecedor. Otras secuencias, como aquella en
la que la Virgen y María Magdalena (Monica Bellucci) se
agachan sobre el suelo del pretorio, para limpiar con unos paños la sangre
vertida por Jesús durante la flagelación, poseen una hondura teológica que
excede las modestas intenciones de este artículo.
Mel Gibson,
en fin, postula un entendimiento de la Pasión en el sentido etimológico de la
palabra, como sufrimiento que estimula la aflicción. Esta
vindicación del pathos como instrumento de catarsis
estética y moral la hallamos ya en los trágicos griegos y ha estado
siempre muy presente en la iconografía católica (pensemos, por ejemplo, en la
imaginería barroca española). Pero nuestra época no soporta tales enseñanzas:
pese al aparente éxito de la película, Gibson se convirtió desde entonces en un apestado,
también entre los católicos fariseos, que pronto empezaron a hacer
dengues y aspavientos ante los turbulentos episodios que protagonizaría en su
caída.
Publicado
en XLSemanal.
LAS IDEAS DE BENRUBI
Por
GIOVANNI PAPINI
He hecho publicar en algunos periódicos este anuncio:
»Deseo secretario poliglota, filósofo, célibe, paciente, nómada.
Presentarse hasta el 20 de julio, “Hotel Mon Repos”, a las diez de la noche.»
Como desde hace algún tiempo sufro de insomnio, el examen de los
candidatos me ayudará a pasar la noche.
Han venido sesenta y tres. Entre esos sesenta y tres, cuarenta y
siete eran hebreos. He elegido un hebreo: el que me ha parecido más inteligente
de todos.
El doctor Benrubi tiene todas las cualidades que pedía y algunas
más en las que no había pensado. Es un joven bajo, con las espaldas un poco
curvadas, las mejillas hundidas, los ojos profundos, los cabellos ya un poco
blanquecinos, la piel de color de barro de pantano. Nació en Polonia, hizo los
primeros estudios en Riga, se doctoró en Filosofía en Jena, en Filología
moderna en París, ha enseñado en Barcelona y en Zurich. Tiene el aspecto
pobrísimo y la expresión de un perro que teme ser apaleado, pero que sabe, sin
embargo, que es necesario.
Le he preguntado, charlando, por qué los hebreos son, de
ordinario, tan inteligentes y tan miedosos.
-¿Miedosos? Se refiere probablemente al coraje físico, material,
bestial. En cuanto al espiritual, los hebreos no son únicamente valerosos, sino
temerarios. No han sido nunca héroes a la manera bárbara, ni siquiera creo, en
la época de David, pero han sido los primeros, entre todos los pueblos, que
comprendieron que el verdadero trabajo del hombre consiste más bien en
ejercitar la mente que en matar criaturas semejantes a ellos.
»Además, después de la Dispersión, los hebreos han vivido siempre
sin Estado, sin Gobierno, sin Ejército; grupos esparcidos en medio de unas
multitudes que les odiaban. ¿Cómo quiere que se desarrolle en ellos el heroísmo
de los cruzados y de los condottieri?
»Para no ser exterminados, los hebreos tuvieron que inventar su
defensa. Hallaron dos medios: el dinero y la inteligencia.
»Los hebreos no aman el dinero. Tres cuartas partes de su
literatura, sin contar los Profetas, es la glorificación de los pobres. Pero
los hombres se destruyen con el hierro y se compran con el oro. No pudiendo
adoptar el hierro, los hebreos se protegieron con el oro, el metal más estético
y más noble. Los florines fueron sus lanzas, los ducados sus espadas, las
esterlinas sus arcabuces, y los dólares sus ametralladoras. Armas no siempre
eficaces, pero cada vez más potentes, de siglo en siglo, a causa del cariz que
toma la civilización. El hebreo convertido en capitalista por legítima defensa,
se ha transformado, por culpa de la decadencia moral y mística de Eurona. en
uno de los amos de la tierra, contra su mismo genio y contra su voluntad.
Primeramente le han obligado a ser rico, después han proclamado que la riqueza
es lo principal de todo, de modo que, por voluntad de sus enemigos, el pobre de
la Biblia y el recluso del ghetto se ha convertido en el dominador de los
pobres y de los ricos.
»Lo que fueron arneses de protección se convirtieron, con el
tiempo, en instrumentos de venganza. Mucho más potente que el oro es, en
opinión mía, la inteligencia. ¿De qué manera el hebreo pisoteado y escupido
podía vengarse de sus enemigos? Rebajando, envileciendo, desenmascarando
disolviendo los ideales del Goim. Destruyendo lo; valores sobre los cuales dice
vivir la Cristiandad Y de hecho, si mira usted bien, la inteligencia hebrea, de
un siglo a esta parte, no ha hecho otra cosa que socavar y ensuciar vuestras
más caras creencias, las columnas que sostenían vuestro pensamiento. Desde el
momento en que los hebreos han podido vivir libremente, todo vuestro andamiaje
espiritual amenaza caerse.
»El Romanticismo alemán había creado el Idealismo, y rehabilitado
el Catolicismo; viene un pequeño hebreo de Dusseldorf, Heine, y, con su genio
alegre y maligno, se burla de los románticos de los idealistas y de los
católicos.
»Los hombres han creído siempre que política moral, religión,
arte, son manifestaciones superiores del espíritu y que no tienen nada que ver
cor la bolsa y con el vientre; llega un hebreo de Tréveris. Marx, y demuestra
que todas aquellas idealísimas cosas vienen del barro y del estiércol de la
baja economía.
»Todos se imaginan al hombre de genio como un ser divino y al
delincuente corno un monstruo; llega un hebreo de Verona, Lombroso, y nos hace
tocar con la mano que el genio es un semiloco epiléptico y que los delincuentes
no son otra cosa que nuestros antepasados sobrevivientes, es decir, nuestros
primos carnales.
»A fines del ochocientos, la Europa de Tolstoi, de Ibsen, de
Nietzsche, de Verlaine, se hacía la ilusión de ser una de las grandes épocas de
la Humanidad; aparece un hebreo de Budapest, Max Nordau, y se divierte
explicando que vuestros famosos poetas son unos degenerados y que vuestra
civilización está fundada sobre la mentira.
»Cada uno de nosotros está persuadido de ser, en conjunto, un
hombre normal y moral; se presenta un hebreo de Freiberg en Moravia, Sigmund
Freud, y descubre que en el más virtuoso y distinguido caballero se halla
escondido un invertido, un incestuoso, un asesino en potencia.
»Desde el tiempo de las Cortes de Amor y del Dulce Estilo Nuevo
estamos habituados a considerar a la mujer como un ídolo, como un vaso de
perfecciones; interviene un hebreo de Viena, Weininger, y demuestra
científicamente y dialécticamente que la mujer es un ser innoble y repugnante,
un abismo de porquería y de inferioridad.
»Los intelectuales, filósofos y otros, han considerado siempre que
la inteligencia es el medio único para llegar a la verdad, la mayor gloria del
hombre; surge un hebreo de París, Bergson, y con análisis sutiles y geniales,
abate la supremacía de la inteligencia, derroca el edificio milenario del
platonismo y deduce que el pensamiento conceptual es incapaz de captar la
realidad.
»Las religiones son consideradas por casi todos como una admirable
colaboración entre Dios y el espíritu más alto del hombre; y he aquí que un
hebreo de Saint-Germain de Laye, Salomón Reinach, se ingenia para demostrar que
son simplemente un resto de los viejos tabús salvajes, sistemas de prohibiciones
con supraestructuras ideológicas variables.
»Nos imaginábamos vivir tranquilos en un sólido universo ordenado
sobre fundamentos de un tiempo y de un espacio separados y absolutos;
sobreviene un hebreo de Ulm, Einstein, y establece que el tiempo y el espacio
son una sola cosa, que el espacio absoluto no existe, ni tampoco el tiempo, que
todo está fundado sobre una perpetua relatividad, y el edificio de la vieja
física, orgullo de la ciencia moderna, queda destruido.
»El racionalismo científico estaba seguro de haber conquistado el
pensamiento y haber encontrado la llave de la realidad; se presenta un hebreo
de Dublín, Meyerson, y disuelve también esta ilusión: las leyes racionales no
se adaptan nunca completamente a la realidad, hay siempre un residuo
irreductible y rebelde que desafía el pretendido triunfo de la razón razonante.
»Y se podría continuar. No hablo de la política, donde el dictador
Bismarck tiene como antagonista al hebreo Lasalle, donde Gladstone fue superado
por el hebreo Disraeli, donde Cavour tiene como brazo derecho al hebreo Artom,
Clemenceau al hebreo Mandel y Lenin al hebreo Trotski.
»Fíjese que no le he puesto delante nombres oscuros o de segundo
orden. La Europa intelectual de hoy se halla, en gran parte, bajo la influencia
o, si quiere, el sortilegio de los grandes hebreos que he recordado. Nacidos en
medio de pueblos diversos, consagrados a investigaciones diversas, todos ésos,
alemanes y franceses, italianos y polacos, poetas y matemáticos, antropólogos y
filósofos, tienen un carácter común, un fin común: el de poner en duda la
verdad reconocida, rebajar lo que está elevado, ensuciar lo que parece puro,
hacer vacilar lo que parece sólido, lapidar lo que es respetado.
»Esta propinación secular de venenos disolventes es la gran
venganza hebraica contra el mundo griego, latino y cristiano. Los griegos se
han burlado de nosotros, los romanos nos han diezmado y dispersado, y los
cristianos nos han torturado y despreciado, y nosotros, demasiado débiles para
vengarnos con la fuerza, hemos realizado una ofensiva tenaz y corrosiva contra
las columnas sobre las cuales reposa la civilización nacida de la Atenas de
Platón y de la Roma de los emperadores y de los Papas. Y nuestra venganza se
halla en buen punto. Como capitalistas, dominamos los mercados financieros en
un tiempo en que la economía lo es todo o casi todo; como pensadores, dominamos
los mercados intelectuales, agrietando las viejas creencias sagradas y
profanas, las religiones reveladas y las laicas. El hebreo reúne en sí los dos
extremos más temibles: déspota en el reino de la materia, anárquico en el reino
del espíritu. Sois nuestros servidores en el orden económico, nuestras víctimas
en el orden intelectual. El pueblo acusado de haber matado a un Dios ha querido
también matar a los ídolos de la inteligencia y del sentimiento y os obliga a
arrodillaros ante el ídolo máximo, el único que permanece en pie: el Dinero.
Nuestra humillación, que va desde la esclavitud de Babilonia a la derrota de
Bar-Cosceba y se perpetúa en los ghettos hasta la Revolución francesa, ha sido
finalmente vengada. ¡El paria de los pueblos puede cantar el himno de una doble
victoria!
Mientras hablaba, el pequeño Benrubi se había ido exaltando; sus
ojos, en el fondo de las órbitas, brillaban; sus delgadas manos cortaban el
aire; su voz blanda se había hecho estridente. Se dio cuenta de que había dicho
demasiado y se calló de pronto. Reinó un largo silencio en la habitación. Al
fin el doctor Benrubi, con voz tímida y baja, me preguntó:
-¿No podría usted anticiparme mil francos sobre mis honorarios?
Tengo que hacerme un vestido, desearía pagar algunas pequeñas cuentas..
Cuando estuvo el cheque en su poder me mire con una sonrisa que
quería ser espiritual.
-No tome al pie de la letra las paradojas que he dicho esta noche.
Los hebreos somos así: nos gusta demasiado hablar y cuando se ha comenzado se
continúa hablando… y se termina siempre por molestar a alguien. Si le he
ofendido en algo, le ruego que me perdone.