Por
Flavio Mateos
“También había encontrado a cada momento, salpicado el
lenguaje de mis interlocutores del sonzo,
la macana o la pavada, vocablos despectivos de que es tan pródigo el argentino,
como si hubiera querido rodear su recién nacida independencia de un cordón
aislante de desdenes verbales…”
José
María Pemán
“El
orgullo sin humildad es petulancia”.
Enrique García Maiquez
“Hemos
padecido a la plaga de los “sabelotodísimos”, que pintaba Castellani en El
nuevo gobierno de Sancho”.
Antonio Caponnetto
Decía Miguel Ayuso, en un destacable libro sobre
Chesterton como “caballero andante”, que el gran maestro inglés fue un
combatiente que “no dejaba sin respuesta una afirmación falsa”. Nosotros, para
seguir su ejemplo de temple caballeresco –y, si se nos permite, también ignaciano-,
no queremos dejar pasar sin respuesta unas soeces palabras del “escritor,
teórico del arte, y docente” Ángel Faretta.
Ya habíamos puesto, sobreabundantemente, los puntos
sobre las íes sobre un personaje del mundillo intelectual la mar de presuntuoso
y al que conocemos demasiado bien. No creíamos necesario volver a ocuparnos de
su figura, pues ya en varios de nuestros libros y blogs contestamos gran parte
de sus yerros, y no sólo eso, sino que hasta desnudamos su falta de honestidad
intelectual (1). Esto es así y, aunque sea duro decirlo, hay que alertar
–caballerescamente, pero con las armas en la mano- contra los pseudo-maestros.
Pero, ¿por qué volver entonces a ocuparnos de un asunto
ya perimido? Porque resulta que un amigo desde la (para nosotros) lejana Buenos
Aires, nos envió el enlace a un video, y la siguiente indicación, conteniendo
una cita textual de Faretta:
Min. 42 aprox.: 'Como
decía el Padre Castellani, que decía muchas pavadas pero en este caso tenía
razón...".
https://www.youtube.com/live/5x3NP8kVyxg?si=ZINEV4C_M6oRIPCp
Nos asomamos al video en el lugar señalado, o un
poquito antes, para tener además el contexto. La frase está dicha por Faretta con
desdén (como resalta Pemán en el acápite el uso de tales vocablos), diríase que
con agresividad, con “mala leche” (para decirlo en el lenguaje vulgar al que no
le escapa AF), y en el marco de una entrevista donde el “mítico crítico de
cine” la emprende de manera agresiva tanto contra el revisionismo histórico como
contra el nacionalismo católico.
No siendo Faretta un historiador ni estudioso de la
historia, no sabemos a cuento de qué se le ha solicitado para que diserte
acerca del 25 de mayo de 1810. Pero el “maestro”, con la audacia propia de un sofisticado
Fidel Pintos (2), y siempre dispuesto a hablar de todo un poco, aceptó el
convite.
El video es, como dijimos, una entrevista, en un canal
“cultural”, realizada por dos jóvenes con los criollos nombres de Leyla Bechara y Sasha Pak, dedicados
a la agenda cultural y política de la Argentina –así nos informan desde
Youtube-, los cuales se exhiben con un aspecto muy moderno –el muchacho a lo
sodomita, la chica bastante prostibularia- y, desde ya, como puede captarse en
su canal apenas asomando a sus videos, perorando con sus ideas de vanguardia.
Nada nuevo bajo el sol en la triste metrópoli porteña.
Convengamos que la presentación y el contexto ya de
por sí no favorecen al pobre Faretta. Pero es ese el ambiente en que se mueve,
y desde donde lanza sus invectivas supuestamente católicas, patrióticas,
monárquicas y antiliberales.
Desde ya, vale aclararlo, uno puede disentir con el
gran Padre Castellani, en tal o cual cosa, de hecho nosotros lo hacemos desde
alguno de nuestros libros y lo dejamos puntualizado. Pero lo de Faretta ya no
es simple disentimiento, sino desprecio, inquina, resentimiento, falta de
respeto. Pero, ¿cuáles serían las pavadas
–las muchas pavadas- que decía el Padre Castellani, según el sabio de Villa Urquiza? (3)
Faretta no explicita. Pero como sabemos bien lo que
piensa, como que fuimos alumnos suyos, vamos a decirlo. Creemos que Faretta se
irrita con Castellani por tres razones fundamentales, a saber: Castellani no
era peronista ni le gustaba el tango –dos grandes debilidades farettianas-, y
hay sobre todo un motivo de peso por el cual Faretta reacciona con mucha violencia,
y critica de ese modo al Padre Castellani: es la viril y lúcida repulsa de
Castellani hacia Teilhard de Chardin, que es el gurú –o uno de los guías
anímico-espirituales-intelectuales- de Faretta.
Sí, el lector leyó bien: Teilhard de Chardin.
No hace falta decir que Teilhard fue un hereje de tomo
y lomo, un personaje nefasto, un masón y, por sobre todas las cosas, un
pensador delirante, al que ya nadie –salvo Faretta y ciertos modernistas
infiltrados en la Iglesia de Roma- toma en cuenta hoy en día.
Del tema Teilhard hablamos bastante en nuestros blogs,
por lo que no insistiremos. Es disparate defender hoy en día a tal personaje, a
no ser que se tomen sus obras como relatos de ciencia ficción. Que ni así vale
la pena leerlos, pues, como decía Castellani, “leerlo enferma”. (4)
Por si fuera poco, el Addison de Witt ítalo-porteño utiliza
la frase de Castellani que, entre tanta pavada
que decía, habría resultado lúcida,
para atacar a los revisionistas y nacionalistas, que según él –Faretta- fueron
unos derrotistas. Dejando a salvo a Ernesto Palacio y a Jauretche (que no fue
precisamente de la escuela revisionista ni nacionalista, o en todo caso fue un
revisionista peronista, lo cual es de por sí contradictorio: Perón fue contra
el revisionismo histórico), y a nadie más que recuerde, señala que Irazusta y
los otros eran “unos chamuyeros” porque “pensaban que Juan Manuel de Rosas iba
a volver por una situación mediúmnica” (5). No contento con eso, dictamina que
los revisionistas no fueron “ni útiles ni hábiles”, y acusa con acritud que “gran
parte de nuestro nacionalismo eran unos cobardes”, “cómodos y calienta sillas”
que “seguían hablando de algo que tenía que volver cuando en realidad lo que
tenían que pensar es cómo seguir adelante” (6). Supuestamente aquellos hombres
se encerraron en un particularismo nacionalista provinciano (“un nacionalismo
de mapa”, según Faretta) en vez de abrirse al universalismo que habría
encarnado el peronismo, al que los nacionalistas “no entendían lo que era” y al
que se habrían opuesto principalmente porque Perón hizo un contrato con la
petrolera California de los EE.UU.
Hagamos un inciso. ¿Faretta no entendió lo que fue el
peronismo, o es un –siguiendo su argumento antinacionalista- cobarde que no se
anima a decir lo que en verdad fue? Porque está claro que fueron dos los
factores decisivos entonces, para que el nacionalismo católico se opusiese a
Perón y combatiera hasta verlo fuera del poder: la cuestión de la entrega
petrolera y la persecución anticatólica de Perón (cuyo gobierno estaba
infestado de masones). Eso es algo que Faretta –quien se presenta como
católico- nunca menciona. Respecto del contrato con la petrolera yanqui, que
según el teórico del cine fue solamente un acto pragmático porque nosotros no
teníamos industria, veamos lo que enseña no un sanatero, sino un historiador en serio, como Enrique Díaz Araujo:
“En cuanto al convenio con la
compañía California Argentina, filial de la Standard Oil, de los Rockefeller,
lo menos que hay que decir es que la concesión de 50.000 km2, por cuarenta
años, eximidos de impuestos, con extraterritorialidad judicial, con derecho a
exportar el petróleo y las ganancias obtenidas libremente, en Santa Cruz, y los
30.000 km2 concedidos a la misma empresa en Neuquén, bajo las mismas
condiciones, aparte de proporcionar el crudo más caro del mercado internacional,
estaban en contradicción flagrante con el art. 40 de la Constitución
Justicialista de 1949. Como un detalle, un tanto erudito pero quizá
conveniente, hay que saber que dicho artículo, redactado por Arturo Enrique
Sampay, había contado con el apoyo del presidente de aquella Convención
Reformadora, Cnl. Domingo Mercante, pero con la oposición de J. D. Perón. Ver:
Potash, Robert A., El Ejército y la
política en la Argentina 1945-1962. De Perón a Frondizi, Bs. As.
Sudamericana, 1981; Gómez Morales, Alfredo, Hay
que capitalizar a la Argentina, Bs. As. 1984; González Arzac, Alberto, Vida, pasión y muerte del artículo 40,
Bs. As., 1969”. (7)
Desde ya que el “mítico crítico de cine” no sólo no conoce bien la historia, sino que usa lo poco que conoce para tergiversar el pensamiento de los nacionalistas y los hechos de la misma historia. O al menos para no decir lo que debe decirse. Puesto que, en primer lugar, lejos de ser cobardes o derrotistas, los historiadores del revisionismo histórico cumplieron un papel fundamental al escribir la historia verdadera, yendo de frente contra la leyenda liberal que era la única versión histórica hasta entonces permitida e impuesta a toda la sociedad. Ya muy bien lo decía Cervantes en el Quijote: “El poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna” (II, c. III). En ese sentido, estaban abriendo lúcida y corajudamente un camino para, a partir de la verdadera historia, poder caminar hacia el futuro.