Por
Flavio Mateos
“También había encontrado a cada momento, salpicado el
lenguaje de mis interlocutores del sonzo,
la macana o la pavada, vocablos despectivos de que es tan pródigo el argentino,
como si hubiera querido rodear su recién nacida independencia de un cordón
aislante de desdenes verbales…”
José
María Pemán
“El
orgullo sin humildad es petulancia”.
Enrique García Maiquez
“Hemos
padecido a la plaga de los “sabelotodísimos”, que pintaba Castellani en El
nuevo gobierno de Sancho”.
Antonio Caponnetto
Decía Miguel Ayuso, en un destacable libro sobre
Chesterton como “caballero andante”, que el gran maestro inglés fue un
combatiente que “no dejaba sin respuesta una afirmación falsa”. Nosotros, para
seguir su ejemplo de temple caballeresco –y, si se nos permite, también ignaciano-,
no queremos dejar pasar sin respuesta unas soeces palabras del “escritor,
teórico del arte, y docente” Ángel Faretta.
Ya habíamos puesto, sobreabundantemente, los puntos
sobre las íes sobre un personaje del mundillo intelectual la mar de presuntuoso
y al que conocemos demasiado bien. No creíamos necesario volver a ocuparnos de
su figura, pues ya en varios de nuestros libros y blogs contestamos gran parte
de sus yerros, y no sólo eso, sino que hasta desnudamos su falta de honestidad
intelectual (1). Esto es así y, aunque sea duro decirlo, hay que alertar
–caballerescamente, pero con las armas en la mano- contra los pseudo-maestros.
Pero, ¿por qué volver entonces a ocuparnos de un asunto
ya perimido? Porque resulta que un amigo desde la (para nosotros) lejana Buenos
Aires, nos envió el enlace a un video, y la siguiente indicación, conteniendo
una cita textual de Faretta:
Min. 42 aprox.: 'Como
decía el Padre Castellani, que decía muchas pavadas pero en este caso tenía
razón...".
https://www.youtube.com/live/5x3NP8kVyxg?si=ZINEV4C_M6oRIPCp
Nos asomamos al video en el lugar señalado, o un
poquito antes, para tener además el contexto. La frase está dicha por Faretta con
desdén (como resalta Pemán en el acápite el uso de tales vocablos), diríase que
con agresividad, con “mala leche” (para decirlo en el lenguaje vulgar al que no
le escapa AF), y en el marco de una entrevista donde el “mítico crítico de
cine” la emprende de manera agresiva tanto contra el revisionismo histórico como
contra el nacionalismo católico.
No siendo Faretta un historiador ni estudioso de la
historia, no sabemos a cuento de qué se le ha solicitado para que diserte
acerca del 25 de mayo de 1810. Pero el “maestro”, con la audacia propia de un sofisticado
Fidel Pintos (2), y siempre dispuesto a hablar de todo un poco, aceptó el
convite.
El video es, como dijimos, una entrevista, en un canal
“cultural”, realizada por dos jóvenes con los criollos nombres de Leyla Bechara y Sasha Pak, dedicados
a la agenda cultural y política de la Argentina –así nos informan desde
Youtube-, los cuales se exhiben con un aspecto muy moderno –el muchacho a lo
sodomita, la chica bastante prostibularia- y, desde ya, como puede captarse en
su canal apenas asomando a sus videos, perorando con sus ideas de vanguardia.
Nada nuevo bajo el sol en la triste metrópoli porteña.
Convengamos que la presentación y el contexto ya de
por sí no favorecen al pobre Faretta. Pero es ese el ambiente en que se mueve,
y desde donde lanza sus invectivas supuestamente católicas, patrióticas,
monárquicas y antiliberales.
Desde ya, vale aclararlo, uno puede disentir con el
gran Padre Castellani, en tal o cual cosa, de hecho nosotros lo hacemos desde
alguno de nuestros libros y lo dejamos puntualizado. Pero lo de Faretta ya no
es simple disentimiento, sino desprecio, inquina, resentimiento, falta de
respeto. Pero, ¿cuáles serían las pavadas
–las muchas pavadas- que decía el Padre Castellani, según el sabio de Villa Urquiza? (3)
Faretta no explicita. Pero como sabemos bien lo que
piensa, como que fuimos alumnos suyos, vamos a decirlo. Creemos que Faretta se
irrita con Castellani por tres razones fundamentales, a saber: Castellani no
era peronista ni le gustaba el tango –dos grandes debilidades farettianas-, y
hay sobre todo un motivo de peso por el cual Faretta reacciona con mucha violencia,
y critica de ese modo al Padre Castellani: es la viril y lúcida repulsa de
Castellani hacia Teilhard de Chardin, que es el gurú –o uno de los guías
anímico-espirituales-intelectuales- de Faretta.
Sí, el lector leyó bien: Teilhard de Chardin.
No hace falta decir que Teilhard fue un hereje de tomo
y lomo, un personaje nefasto, un masón y, por sobre todas las cosas, un
pensador delirante, al que ya nadie –salvo Faretta y ciertos modernistas
infiltrados en la Iglesia de Roma- toma en cuenta hoy en día.
Del tema Teilhard hablamos bastante en nuestros blogs,
por lo que no insistiremos. Es disparate defender hoy en día a tal personaje, a
no ser que se tomen sus obras como relatos de ciencia ficción. Que ni así vale
la pena leerlos, pues, como decía Castellani, “leerlo enferma”. (4)
Por si fuera poco, el Addison de Witt ítalo-porteño utiliza
la frase de Castellani que, entre tanta pavada
que decía, habría resultado lúcida,
para atacar a los revisionistas y nacionalistas, que según él –Faretta- fueron
unos derrotistas. Dejando a salvo a Ernesto Palacio y a Jauretche (que no fue
precisamente de la escuela revisionista ni nacionalista, o en todo caso fue un
revisionista peronista, lo cual es de por sí contradictorio: Perón fue contra
el revisionismo histórico), y a nadie más que recuerde, señala que Irazusta y
los otros eran “unos chamuyeros” porque “pensaban que Juan Manuel de Rosas iba
a volver por una situación mediúmnica” (5). No contento con eso, dictamina que
los revisionistas no fueron “ni útiles ni hábiles”, y acusa con acritud que “gran
parte de nuestro nacionalismo eran unos cobardes”, “cómodos y calienta sillas”
que “seguían hablando de algo que tenía que volver cuando en realidad lo que
tenían que pensar es cómo seguir adelante” (6). Supuestamente aquellos hombres
se encerraron en un particularismo nacionalista provinciano (“un nacionalismo
de mapa”, según Faretta) en vez de abrirse al universalismo que habría
encarnado el peronismo, al que los nacionalistas “no entendían lo que era” y al
que se habrían opuesto principalmente porque Perón hizo un contrato con la
petrolera California de los EE.UU.
Hagamos un inciso. ¿Faretta no entendió lo que fue el
peronismo, o es un –siguiendo su argumento antinacionalista- cobarde que no se
anima a decir lo que en verdad fue? Porque está claro que fueron dos los
factores decisivos entonces, para que el nacionalismo católico se opusiese a
Perón y combatiera hasta verlo fuera del poder: la cuestión de la entrega
petrolera y la persecución anticatólica de Perón (cuyo gobierno estaba
infestado de masones). Eso es algo que Faretta –quien se presenta como
católico- nunca menciona. Respecto del contrato con la petrolera yanqui, que
según el teórico del cine fue solamente un acto pragmático porque nosotros no
teníamos industria, veamos lo que enseña no un sanatero, sino un historiador en serio, como Enrique Díaz Araujo:
“En cuanto al convenio con la
compañía California Argentina, filial de la Standard Oil, de los Rockefeller,
lo menos que hay que decir es que la concesión de 50.000 km2, por cuarenta
años, eximidos de impuestos, con extraterritorialidad judicial, con derecho a
exportar el petróleo y las ganancias obtenidas libremente, en Santa Cruz, y los
30.000 km2 concedidos a la misma empresa en Neuquén, bajo las mismas
condiciones, aparte de proporcionar el crudo más caro del mercado internacional,
estaban en contradicción flagrante con el art. 40 de la Constitución
Justicialista de 1949. Como un detalle, un tanto erudito pero quizá
conveniente, hay que saber que dicho artículo, redactado por Arturo Enrique
Sampay, había contado con el apoyo del presidente de aquella Convención
Reformadora, Cnl. Domingo Mercante, pero con la oposición de J. D. Perón. Ver:
Potash, Robert A., El Ejército y la
política en la Argentina 1945-1962. De Perón a Frondizi, Bs. As.
Sudamericana, 1981; Gómez Morales, Alfredo, Hay
que capitalizar a la Argentina, Bs. As. 1984; González Arzac, Alberto, Vida, pasión y muerte del artículo 40,
Bs. As., 1969”. (7)
Desde ya que el “mítico crítico de cine” no sólo no conoce bien la historia, sino que usa lo poco que conoce para tergiversar el pensamiento de los nacionalistas y los hechos de la misma historia. O al menos para no decir lo que debe decirse. Puesto que, en primer lugar, lejos de ser cobardes o derrotistas, los historiadores del revisionismo histórico cumplieron un papel fundamental al escribir la historia verdadera, yendo de frente contra la leyenda liberal que era la única versión histórica hasta entonces permitida e impuesta a toda la sociedad. Ya muy bien lo decía Cervantes en el Quijote: “El poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna” (II, c. III). En ese sentido, estaban abriendo lúcida y corajudamente un camino para, a partir de la verdadera historia, poder caminar hacia el futuro.
Quien tuvo la lucidez de ver bien lo que pasaba
entonces en la Argentina –antes de que llegase la demagógica revolución
peronista- fue el gran autor español José María Pemán, que pasó por nuestra
tierra y otros países de Hispanoamérica en 1941, comprendiendo el panorama muy
bien, avistando un horizonte promisorio hasta que apareció (¿lo trajo “el
pueblo” o los Estados Unidos, tan convenientemente?) (8) Perón, disfrazado de
caudillo nacionalista y católico (“nacional y popular”, le llamarían ahora).
Veamos lo que observaba Pemán, en esta larga cita:
“Y, sin embargo, yo opino que
la reacción de tipo nacional y autoritario –pareja a las demás reacciones
mundiales- tienen, y tendrán cada vez más, en América, su cimiento y raíz en
estos grupos católicos, sobre todo en su parte juvenil; y esas prudencias y
resistencias iniciales de sus decanas retaguardias, son saludables y
providenciales para que dichas reacciones se produzcan puras, ortodoxas,
limpias de todos los contactos y mimetismos peligrosos de la hora, y, por lo
tanto, insustituibles para la elaboración de esa fórmula reaccionaria
cristiana, superadora y sintética, que es, a mi juicio, la que tiene que dar el
mundo hispánico.
En Buenos Aires, cabeza
siempre de toda inquietud y movimiento, esto se ve venir con diáfana certeza.
Las etapas y capítulos de la “reacción católica” argentina, me las explicaba
así un muchacho de la vanguardia contrarrevolucionaria. El primer momento fue
la dictadura de Uriburu: la “revolución de septiembre”, parecidísima en todo,
hasta en el mes, como se ve, a la de don Miguel Primero de Rivera. Ella creó un
“clima” tradicional, reaccionario que, aun hoy día, desarticulada su realidad
política, no ha desaparecido del todo. A su abrigo, la realidad católica del
país verdeó como en una primera otoñada. El segundo momento fue el Congreso
Eucarístico de Buenos Aires. Aquello fue una inmensa sacudida de
sobrenaturalismo. La misa final de media noche, que nos ha conservado Hugo Wast
en las bellas páginas finales de Oro,
tuvo proporciones de milagro. Hubo millares de comuniones inesperadas de
curiosos trasnochadores que, al salir del café, se iban a ver el espectáculo y
arrollados por él, se confesaban en un zaguán y se acercaban a comulgar. Tal
fue la aglomeración en la avenida de Mayo, que la procesión que había de ir por
ella administrando la Comunión, no pudo avanzar, y la dificultad hubo de
resolverse movilizando más de un millar de sacerdotes que, por las líneas del
metro, trasladaban los copones y aparecían por las bocas y entradas del mismo,
convirtiendo en comulgatorios sus barandillas de hierro. En aquel ambiente de
catolicismo puro, tradicional, sin contagios ni peligros políticos, las
palabras de Hispanidad del cardenal Gomá, en el teatro Colón, encontraron una
estremecida anuencia. Los que, por interferencias temporales y políticas,
recelan ahora de la Hispanidad de la camisa azul, no recelaron nada de la
Hispanidad de la sotana roja…Y todavía hubo un tercer momento: la iniciación de
la guerra de España. Buenos Aires captó, en el primer minuto, todo su pleno
sentido de Cruzada tradicional. Monseñor Franceschi, el director de Acción
Católica, que llevado de su universal curiosidad misionera, visitó las
trincheras de España, fue un espléndido portavoz de su entera Verdad. Se metió
muy dentro de la guerra, se salpicó de sangre de mártires y, al volver a Buenos
Aires, habló alto y claro. Por aquellos días hubo en Buenos Aires actos de
Juventud Católica que se terminaban cantando el Credo, en latín, y con el brazo
extendido a la romana. La Catolicidad y la Hispanidad tuvieron unas horas
limpias y sin recelos: de amorosa concordia, de diáfana comprensión, de
jubilosa esperanza.
De esta fórmula exacta –Credo
y brazo en alto-, forma latina y fondo cristiano, ha de surgir la reacción
americana. (Al fin, ¿qué es, sino la “Espada y Cruz” de Lugones?). Hoy, después
de la primera hora matinal y optimista, la fórmula pasa por un momento de
dificultad y recelo. Entre la Hispanidad del Cardenal Primado o la del muchacho
que cantaba el Credo brazo en alto, y nosotros, se ha interpuesto la guerra, y
con la guerra todo un cúmulo de suspicacias. Ya el que va a levantar su brazo,
aunque sea para cantar, no más, el Credo, teme que crean que no lo levanta
hacia Dios, sino hacia el César pagano o el Wotan de los bosques. Y, sin
embargo, de allí donde Wotan y el César andan lejos, donde no hay apenas
problemas temporales de irredentismos, fronteras, Versalles y Etiopías, es de
donde esperamos la reacción pura, íntegramente ortodoxa, donde todo el
resucitado autoritarismo latino se equilibre con las esencias cristianas que
salvan el espíritu y la libertad del hombre.
Los jóvenes que empiezan a
comprender esto son los que ya, plena y decididamente, van levantando, si no el
brazo, el corazón, en una absoluta voluntad reaccionaria y en una plenitud de conciencia
tradicional. Ya vencidos los recelos, no es el vago interés de la primera hora:
ya es plenamente el viril reclamar en su parte americana en esta gran agitación
temporal e ideológica del mundo. En espera de su coyuntura histórica, la
semilla está ahí, en toda América. En Buenos Aires, más ideológica; en Uruguay,
más política; en Méjico, más activa y violenta”. (9)
Luego de que Pemán regresara a España se produciría un cuarto episodio, la “Revolución de 1943”, que a su vez desnudó las diferentes vertientes en pugna dentro de las Fuerzas Armadas y la carencia de un líder que pudiese encabezar un verdadero triunfo de la causa nacionalista católica. Fue la coyuntura histórica, no fue el derrotismo de los revisionistas o la ceguera de los nacionalistas, lo que produjo ese hecho. O la permisión divina, si queremos. No tuvimos un Franco, sino un Perón y, luego un Aramburu. Y todo lo que se había sembrado no obtuvo los frutos buscados, puesto que la sociedad entera se vio corrompida por el diluvio liberal, tanto populista como golpista, tanto peronista como gorila. Detrás de todo lo cual trabajaba incansablemente la masonería, claro está (de la que AF, por supuesto, nunca habla).
Pero debe hacerse una aclaración, puesto que Pemán
suele usar el término “reacción” –muy caro a nosotros-, para diferenciarlo del
“nacionalismo”, éste entendido en el sentido europeo y moderno o revolucionario.
Así en otro pasaje de su libro dice, en relación a lo que ocurría en Uruguay:
“El nacionalismo es el
liberalismo de los pueblos, como el individualismo lo es de los individuos.
Todo es afirmación de entidades autónomas, que creen que empiezan y acaban en
su propio ser: que tienen su fin en sí mismas, sin misiones universales que
cumplir ni reverencias metafísicas que acatar” (10)
Más adelante se lo aclarará a un interlocutor
uruguayo:
“-La paradoja –objeté yo-
nace de emplear esa mala denominación de “nacionalismo” para significar todos
los movimientos de reacción o contrarrevolución que ahora se producen en el
mundo. Los españoles nos negamos sistemáticamente a usar ese nombre. Quedarse en
nacionalistas, ahora, es quedarse en
liberales: seguir afirmando entidades autónomas, como el individualismo de
ayer. Los pensamientos contrarrevolucionarios han de marchar hacia más amplias
perspectivas de soluciones sociales y agrupaciones supranacionales.
“-Es cierto; lo que ocurre es
que esos movimientos han tenido que aprovechar, para su difícil y viril
erección de energías, la fuerza elemental y primaria que más a la mano
encontraron: el “patriotismo”. Ahora su segunda fase será convencer a ese patriotismo
de que la Patria nunca es más grande y genuina que cuando más se emplea en su
“misión universal”: en algo más amplio y humano que ella misma”. (11)
Sin dudas que el planteo de Pemán es no sólo
pertinente sino más actual que nunca en estos momentos. Y para nosotros es el
que debe tenerse en cuenta. El “nacionalismo católico”, en las actuales
circunstancias mundiales, no puede mirar sólo a lo que ocurre en Argentina
aisladamente, sino propender a formar parte de una agrupación supranacional
llamada entre nosotros “Hispanidad”, así como vamos viendo, por ejemplo, que
los rusos se agrupan en una unidad de “las Rusias” y se ven a sí mismos no sólo
como una nación soberana, sino como una confluencia de naciones y aun una civilización,
que pretende una cooperación con el resto de las naciones. “En Argentina –decía
Pemán entonces- va madurando una “argentinidad” que tiene que mirar con ternura
todas las tierras de su viejo Virreinato […] Pero hay que cuidar de que esas
llamas sean luz, no incendio: ¿Qué sería de un mundo futuro de “peruanidades” y
“argentinidades”, y “espacios vitales”, y naciones que se afirman e imperios
que se reclaman? ¿Cómo iba a caber todo eso en el mundo? Las fórmulas que
surjan de esta gran conmoción del Orbe han de ser, ante todo, fórmulas
supranacionales de paz y de concordias de pueblos: no replanteos de posturas y
reclamaciones que dibujen una mayor gresca futura”. (12)
Interesante cómo el interlocutor uruguayo de Pemán
entiende las soluciones posibles a la cuestión planteada:
“-Creo que para nosotros,
uruguayos, el futuro no presenta más que un crudo dilema: o una solución
austríaca, de estrechamiento de pueblos hermanos, o una solución panameña, de
dominación extranjera”. (13)
Huelga decir que la fórmula supranacional globalista
que quiere imponer el mundo anglosajón sionista (judeo-masónico) es la de un
“Nuevo Orden Mundial” anticristiano y decididamente satánico, y que vamos al
reinado del Anticristo a no ser, como creemos, que haya antes un breve triunfo
del Corazón Inmaculado de María (prometido por la Virgen en Fátima), en una
especie de genuina concordia temporal de las naciones. Está por verse, pero no
hay dudas que el nacionalismo católico (o, si prefieren, el catolicismo
argentino contrarrevolucionario) no puede dejar de empujar hacia este horizonte
cuyo glorioso final se llama Parusía.
Volviendo a Faretta, hace su aparatosa acusación hacia
el revisionismo y el nacionalismo católicos porque, según él, su folklorismo
paralizante habría sido superado por el ecumenismo peronista, que nos sacaba de
nuestro encierro con olor a naftalina. Acusaciones del estilo –con sus
variantes- se vienen repitiendo desde aquel entonces, por ejemplo las referidas
de parte de Bruno Jacovella que recuerda y desmiente Antonio Caponnetto en su
importante obra “Independencia y Nacionalismo”, recordando que “Jacovella
atacó duramente al Nacionalismo acusándolo de reaccionario, de minoritario, de
principista y poco eficiente en la acción, de alejado de la cuestión para él
inobviable de las ideologías y de las clases, de sobrenaturalismo y de
esteticismo, de fracasos políticos sucesivos, de fascistizante y distante del
pueblo, y hasta de universalista, monárquico e institucionalista. Todo un
repertorio de negatividades que, en gran parte, repetirían después las
izquierdas creyéndose originales”. También el nacionalismo habría pecado de
apegarse a “realidades históricamente muertas”, “y hasta queriendo “reemplazar
lo malo vivo por lo bueno muerto”. (14) Sí, muy parecido a lo que hoy sostiene
Faretta, aunque en aquel entonces se mantenían un poco más las formas.
De más está decir que los hechos desmienten las
acusaciones. Conviene leer la trilogía de Caponnetto sobre el tema arduo de las
relaciones entre nuestro origen hispano-católico, el nacionalismo y la
independencia (15), para comprender mejor un tema que no procede tocar de oído
y salir a enunciar displicentemente como si se estuviese en el set televisivo
de “Polémica en el bar”.
Si vamos a la calidad de aquellos hombres que
conformaron la escuela revisionista y el movimiento nacionalista, es indudable
que su valía y peso intelectual superan con creces los alcances de los Farettas
de ayer y de hoy. Por poner una referencia, enviamos al lector a un artículo de
la Revista
Cabildo 2ª Época Nº 129, Noviembre 1989, que se ocupa de rebatir las
acusaciones hacia los nacionalistas en un sentido de considerarlos personajes
de museo, obtusos y poco ilustrados, anclados en una nostalgia del pasado y un
provincianismo que no les permitiría hacer una lectura seria de la realidad
presente o tener consciencia de lo que ocurría fuera de las fronteras
nacionales. Dice en su introducción (y remitimos al artículo entero):
“Los nacionalistas son algunas cosas que se presentan de
modo tajante o rudo o urticante o polémico y, sin embargo, se los ataca por lo
que no son: nazis, oligarcas, clasistas, conservadores, estatistas. Uno de esos
agravios despistados, aparentemente tan merecido que hasta se lo supone
aceptado por ellos mismos, es el que los identifica con cierto patrioterismo
apegado a las formas pintorescas de la nación y opuesto a “lo foráneo”, alerta
para emprenderla contra ideas, hombres y cosas que provengan del extranjero.
Parece que se sobreentendiera que no puede afirmarse la nación sin negar lo
mundial. Y así se elude el procedimiento usual de acompañar la acusación con la
prueba.
Si se atiende a los hechos, esos cargos carecen de
respaldo y lo que se ve de manera inequívoca es, precisamente, lo contrario.”
(16)
Mismo Pemán lo desmiente en su libro citado, con esta
original ocurrencia: "Cuando en Cádiz, ya en el barco, momentos antes de
salir para Buenos Aires, un amigo me pidió un autógrafo, yo escribí:
"...en el momento de salir para Europa". (17) Habla de una sociedad
culta, de hecho lo dice textualmente casi al comienzo de su libro: “…los
argentinos (son) los hombres mejor educados del mundo.”
Para ir concluyendo este artículo, digamos que las
aseveraciones de AF sobre la Revolución de mayo, también son desacertadas (en
esto podría competir con el mediático Patricio Lons, aunque este último sí es
presentado como historiador, lo cual es peor). Si el lector quiere de verdad
saber lo que pasó, sobran los historiadores destacados en nuestra patria,
empezando por Federico Ibarguren y su “Así fue Mayo”, hasta llegar a Díaz
Araujo y su definitiva obra “Mayo revisado”, pasando por Roberto Marfany,
Vicente Sierra, Carlos Ibarguren, Rómulo Carbia o Antonio Caponnetto.
Y volvemos a la cita de Pemán del comienzo, porque nos
parece definir muy bien lo que ocurre con los desprecios y vituperios tan habituales
en Faretta. Es una forma de rodear su preciada independencia –su carácter único y singular, en la Argentina- con
un cordón aislante de desdenes verbales. Su decisionista política corleonesca lo ha llevado a evitar épicamente
a los derrotistas que dicen muchas pavadas, para gozar en cambio de las
mieles victoriosas que lo han catapultado –previa, rigurosa y publicitariamente
vacunado- hasta el lujoso hotel
Algonquin de New York, a libar en homenaje a un deplorable y libertino director
de cine judío. (18) ¡Esa sí que es una victoria…según el mundo!
NOTAS:
(1).-https://edicionesreaccion.blogspot.com/2023/03/teilhard-y-su-angel-nihil-obstat.html
Cfr. Nuestros
libros “Castellani y Lefebvre”, “El mirar del cine”, “Lo esencial de Alfred Hitchcock”, “Videoteca Reduco”, “Avatar y el cine anticristiano de James Cameron”, y nuestros blogs Videoteca Reduco y Ediciones Reacción.
(2).- https://es.wikipedia.org/wiki/Fidel_Pintos
(3).-Para el que no es argentino, pavada es entre
nosotros tontería. Más vulgarmente gilada, boludez o pelotudez.
(4).-Veamos unas palabras elogiosas para el “maestro”
Teilhard. Son del Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Jacques Miterrand, en
un discurso de la asamblea general tenida en Paris del 3 al 7 de septiembre de
1962, cit en L’occultisme agent
précurseur de l’oecumenisme: de l’abbé Constant à Teilhard de Chardin, por
Christian Lagrave, Le Sel de la terre N° 50 Automne 2004: “ […] Un día, se levantó un sabio […]
Teilhard de Chardin. Él cometió, puede ser que sin dudar, el crimen de Lucifer
que en Roma tanto se ha reprochado a los masones: en el fenómeno de la
“hominización” y, para retomar la fórmula de Teilhard, en la “Noósfera”, es
decir en esta masa de conciencias que rodean el globo, es el hombre que está en
primer plano. Cuando la conciencia alcance su apogeo, en el punto “Omega”, dice
Teilhard, entonces será seguramente el hombre tal como lo deseamos, libre en su
carne y en su espíritu. Así Teilhard ha puesto al hombre sobre el altar y,
adorando al hombre, él no pudo adorar a Dios”.
(5).-Bueno, AF pretende ser irónico, pero él mismo se
manifestó favorable a una especie de metempsicosis o reencarnación cristiana:
https://edicionesreaccion.blogspot.com/2022/12/avatares-de-faretta.html
Agravia gratuitamente al gran Julio Irazusta, quien no
se desligó de la realidad política por mirar hacia el pasado. Así por ej. en
una entrevista, preguntado cuando se dio cuenta que había que revisar la
historia argentina, responde:
“Cuando
Uriburu entregó el poder a los conservadores. Durante la conspiración que
culminó el 6 de setiembre de 1930 el General nos decía siempre que los conocía
muy bien, y después les dejó el gobierno. Además, vimos a esos conservadores
haciendo en el poder una política totalmente contraria a la que habían
sostenido antes, sobre todo en el problema de las carnes. Allí empecé a
advertir la existencia de una gran mentira”. Revista ·"Todo es
Historia" numero 30 - octubre de 1969.
(6).-Ahora
vamos a responder a ese aserto con la voz de Ernesto Palacio, al que Faretta no
trepida en elogiar, puesto que Palacio señala la gran labor de la inteligencia
urgente para la Argentina de entonces, sin la cual nada bueno podría
construirse (inteligencia que le faltó a Perón, desde ya): “La primera
obligación de la inteligencia argentina hoy es la glorificación -no ya
rehabilitación- del gran caudillo que decidió nuestro destino [Rosas]. Esta
glorificación señalará el despertar definitivo de la conciencia nacional. Los
tiempos están maduros para la restauración de la verdad, que será fecunda en
consecuencias, porque entonces la historia volverá a despertar un eco en las
almas, explicará los nuevos problemas y comunicará al corazón de nuestros
adolescentes un legítimo orgullo patriótico. Esto es lo que hoy, trágicamente,
falta. Los próceres de la historia heredada, los próceres CIVILES representan y
hacen amar (cuando lo consiguen) conceptos abstractos: la civilización, la
instrucción pública, el régimen constitucional. Rosas, en cambio, nos hace amar
la patria misma, que podría prescindir de esas ventajas, pero no de su
integridad ni de su honor” (En art. publicado en la Revista del
Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Año I, Número
I. Enero de 1939).
(7).-Enrique Díaz Araujo, Aquello que se llamó la Argentina, Ediciones El Testigo, Mendoza,
2002, p. 110.
Se leerá también con mucho provecho el libro de Julio
Irazusta Perón y la crisis argentina,
Editorial Independencia, 1956.
(8).-Bien vale leer en esto a Walter Beveraggi
Allende, por ej. su libro “1982. Epitafio
para la viveza argentina”. Sabía bien de lo que hablaba y no por nada Perón
le retiró la ciudadanía argentina.
(9).-José María Pemán, El Paraíso y la Serpiente (Notas de un viaje por tierras de la
Hispanidad), Escelicer, Madrid, 1942, p. 132 y ss.
(10).-Ibíd., p. 146.
(11).-Ibíd. P. 148.
(12).-Ibíd. P. 149.
(13).-Ibíd. P. 151.
(14).-Antonio Caponnetto, Independencia y Nacionalismo, Ed. Katejon, 2016, p. 129.
(15).-Independencia
y nacionalismo; Respuestas sobre la
independencia (Bella Vista ediciones, 2020); Patria, Tradición y Nacionalismo (Bella Vista Ediciones, 2024).
Conviene también referirse, del mismo autor, a Los críticos del revisionismo histórico, en tres volúmenes, editado
por Instituto
Bibliográfico “Antonio Zinny”. (16).-https://videotecareduco.blogspot.com/2010/07/nota_28.html
(17).-Ob. Cit. p. 42.
(18).- https://www.youtube.com/watch?v=0wgGlHP7urY&t=3767s
A.F.
se siente a sus anchas en el ambiente de los judíos cosmopolitas. En este caso
acompañado de un amigo judío que sigue “esperando al Mesías”, según lo pudimos
comprobar pues tuvimos una discusión personal hace muchos años, en la mesa de
una confitería porteña. Pero Faretta, en vez de dedicar su tiempo a discutir lo
que más importa, que es la salvación de las almas de aquellos que erran fuera
de la única arca de salvación que es la Iglesia católica, como ocurre con sus
amigos judíos, prefiere charlar de –si se nos permite usar la palabra- pavadas
estéticas, camufladas de trascendentales decisiones políticas que implican una lectura
simbólica “tradicional” de la realidad. Total, se trata del ecumenismo: todos
creemos en el mismo Dios así que igualmente todos nos salvamos, cada uno en su
propia religión monoteísta, cuando lleguemos al famoso punto Omega.
En
fin, resta, compasivos con los extraviados, rezar por ellos. Quizás el adecuado
intercesor sea el Padre Agustín María del Santísimo Sacramento, antes de su
bautismo conocido como Hermann Cohen.