Por Flavio Mateos
El
11 de junio se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de John Wayne. O sea,
de su paso a la eternidad, porque no sólo su arte cinematográfico perdura en el
tiempo, sino que el actor se convirtió al catolicismo en su lecho de muerte.
Hasta nos dejó un nieto que es sacerdote, y ha de haber rezado misas por su
eterno descanso.
Los
actuales comanches, salvajes pero, a diferencia de aquellos, cobardes, que se
escudan tras el anonimato periodístico, no han ahorrado sus envenenadas
flechas, que, por supuesto, a “Duke”, allá arriba, no han de hacerle ni
cosquillas.
Su
figura y sus películas son imbatibles.
Con
motivo de un nuevo aniversario de su fallecimiento, Clarín, el gran diario zurdo, políticamente correcto, gayfriendly,
y propiedad de la firma especuladora Goldman Sachs, dedicó una entrada a
difamar, insultar, vituperar, execrar, a uno de los más grandes representantes
del buen cine norteamericano.
Lo
hace inequívocamente desde su título, en una nota que firma: REDACCIÓN CLARÍN: “John
Wayne: macho, rudo, racista y alcahuete”.
ttps://www.clarin.com/espectaculos/john-wayne-macho-rudo-racista-alcahuete_0_vuj6nFDEyM.html
El redactor o redactora, graduado o graduada en “cultura
de la cancelación”, “filosofía woke”, “feminismo” e ideología “LGBTXYZ”, debió
acusarlo de ser blanco, heterosexual y patriota, pero no se animó. Ha preferido
mostrarse menos ideológico y más ruinmente vulgar. Aunque mete la pata hasta el
cuadril, cuando dice imbécilmente: “Ver
hoy cualquier película de John Wayne es comprender que trabajaba para una
audiencia cretina y ordinaria”. Es decir que los
espectadores, no sólo de USA sino del resto del mundo, eran en su mayoría
cretinos y ordinarios; no eran distinguidos y nobles como son ahora, desde ya,
los espectadores que disfrutan de la pornografía woke tan adulta que ofrece
Hollywood, Netflix y HBO. Pero la acusación, que si fuese hecha por alguien de “derecha”
sería tildada de “fascista”, no finaría solamente en el gran actor, puesto que
las películas las hacen directores y productores, entonces todos ellos habrían
sido copartícipes de sus bellaquerías. Es decir que todos eran entonces “cretinos
y ordinarios”.
En
efecto, la nota de “el gran diario ‘argentino’” llega mismo hasta condenar el
género del western, que seguramente debe ser el género más sano y popular de
cuantos han surtido el mundo del cine: “Contribuyó
a un cine de cuando el mundo todavía parecía defender la esclavitud. Con sus
comanches, y antes de que apareciera McDonald's, Wayne era la cara misma de los
Estados Unidos. Una mole de casi dos metros y cien kilos cuya imagen competía
con la de la Estatua de la Libertad. Envejeció mal y bastante rápido. Estilo
Luis Sandrini. Cuando se habla de un western hasta queda más simpático el subgénero,
el spaghetti western de Terence Hill y Bud Spencer”.
Pero
eso no es todo, porque John Wayne era además, según esta prensa canalla, “racista y homofóbico”. Raro lo primero,
porque siempre tuvo a su lado a mujeres hispanas, no a rubias wasp (merced a
ese contacto con el mundo hispano llegó al fin a acercarse al catolicismo). Lo
de homofóbico ya sabemos lo que significa: que reivindicaba la ley natural y
repudiaba la contranatura, cosa que toda persona normal en este mundo hace.
¡Faltó que lo tacharan de “antisemita”! ¡Oh, quizás el “antisemita” estaría
siendo el Clarín, porque acusa a Wayne de haber estado haciendo toda su vida
películas racistas, homofóbicas, ordinarias y cretinas…pero los estudios de
cine de Hollywood estaban en manos de propietarios y productores judíos…
Pero
aún insatisfecha, sigue la redacción de Clarín expresando su aversión por el “Duke”:
“Definía su trabajo diciendo: "Yo
no actúo, reacciono”. Lejísimo de cualquier criterio de deconstrucción, definía
al varón de un modo bastante elemental: "El hombre debe ser duro, justo y
valeroso, nunca buscando una pelea, pero tampoco dando la espalda a una”.
Es de aplaudir su definición del varón, porque eso es lo que hoy falta,
empezando por el o los escribas cobardecitos de Clarín.
También
informa la desgraciada nota que: “John
Wayne trabajó en 153 películas y cuenta con el récord de ser el actor con mayor
número de papeles protagonistas en la historia del cine: ¡142! encabezando
marquesina. Esa consideración lo hizo dueño de un amor propio único. “No quiero
aparecer nunca en una película que pueda avergonzar al espectador. Un hombre
puede llevar a su mujer, su madre y a su hija a una de mis películas sin
sentirse nunca incómodo”.
Otra
vez aplaudimos su declaración, y nos regocija encontrar ese número simbólico,
153, que es el número de Avemarías del Santo Rosario. No, no fueron todas sus
películas buenas, por supuesto, pero al fin se le dio la oportunidad y no la
desaprovechó: fue recibido en la Iglesia católica en sus últimos instantes de
vida. Dato que, de haberlo sabido no habría aligerado los denuestos de los
empleados de Goldman Sachs, por supuesto. Más bien confirmaría su aversión por
el actor anticomunista, viril y patriota que, más allá de sus errores,
configuró un modelo a través de la épica de las películas, modelo que ya se ha
extinguido, pero que revive con cada revisión de sus filmes.
Su
hijo Patrick dejó este testimonio sobre la actuación más importante de su vida,
su conversión:
“Cuando
estaba muriéndose en el hospital todavía no había sido bautizado. (…) Los
últimos diez días los pasó en coma. El sábado por la noche, dos días antes de
morir, salió del coma cuando mis hermanos Michael, Toni y Aissa estaban
presentes. En el rato que estuvo despierto dijo otra vez que quería
convertirse, pero al poco tiempo entró de nuevo en coma. El lunes, yo
estaba con él y vi que se estaba poniendo peor. Sonó el teléfono. Era el
capellán católico que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba
todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: "Papá, el capellán quiere
verte". Entonces le oí decir: "Okay." Me quedé atónito, pero
llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía
dormido, le dije: "Papá, el capellán está aquí", y otra vez dijo:
"Okay". Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante
unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el
capellán salió, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde
falleció”.
Aquí
un relato más completo:
http://videotecareduco.blogspot.com/2013/10/la-conversion-de-john-wayne-en-el-lecho.html
En
definitiva, parafraseando el título castellano –en algunos países- de su, para
nosotros, mejor película, The Searchers,
dirigida por John Ford, esto es, “Más corazón que odio”, los progres que atacan
a John Wayne tienen “Más odio que corazón” o, mejor aún, “Más odio que razón”.
Por ello son, a pesar de su muy correcto “indigenismo”, los nuevos y reciclados comanches.
Pero la diligencia en la que va “Ringo” llega siempre a su meta. Una y otra
vez, la victoria está de nuestra parte.
