miércoles, 12 de junio de 2024

JOHN WAYNE EN LA IMBATIBLE DILIGENCIA

 


Por Flavio Mateos

 

El 11 de junio se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de John Wayne. O sea, de su paso a la eternidad, porque no sólo su arte cinematográfico perdura en el tiempo, sino que el actor se convirtió al catolicismo en su lecho de muerte. Hasta nos dejó un nieto que es sacerdote, y ha de haber rezado misas por su eterno descanso.

Los actuales comanches, salvajes pero, a diferencia de aquellos, cobardes, que se escudan tras el anonimato periodístico, no han ahorrado sus envenenadas flechas, que, por supuesto, a “Duke”, allá arriba, no han de hacerle ni cosquillas.

Su figura y sus películas son imbatibles.

Con motivo de un nuevo aniversario de su fallecimiento, Clarín, el gran diario zurdo, políticamente correcto, gayfriendly, y propiedad de la firma especuladora Goldman Sachs, dedicó una entrada a difamar, insultar, vituperar, execrar, a uno de los más grandes representantes del buen cine norteamericano.

Lo hace inequívocamente desde su título, en una nota que firma: REDACCIÓN CLARÍN: “John Wayne: macho, rudo, racista y alcahuete”.

ttps://www.clarin.com/espectaculos/john-wayne-macho-rudo-racista-alcahuete_0_vuj6nFDEyM.html

El redactor o redactora, graduado o graduada en “cultura de la cancelación”, “filosofía woke”, “feminismo” e ideología “LGBTXYZ”, debió acusarlo de ser blanco, heterosexual y patriota, pero no se animó. Ha preferido mostrarse menos ideológico y más ruinmente vulgar. Aunque mete la pata hasta el cuadril, cuando dice imbécilmente: “Ver hoy cualquier película de John Wayne es comprender que trabajaba para una audiencia cretina y ordinaria”. Es decir que los espectadores, no sólo de USA sino del resto del mundo, eran en su mayoría cretinos y ordinarios; no eran distinguidos y nobles como son ahora, desde ya, los espectadores que disfrutan de la pornografía woke tan adulta que ofrece Hollywood, Netflix y HBO. Pero la acusación, que si fuese hecha por alguien de “derecha” sería tildada de “fascista”, no finaría solamente en el gran actor, puesto que las películas las hacen directores y productores, entonces todos ellos habrían sido copartícipes de sus bellaquerías. Es decir que todos eran entonces “cretinos y ordinarios”.

En efecto, la nota de “el gran diario ‘argentino’” llega mismo hasta condenar el género del western, que seguramente debe ser el género más sano y popular de cuantos han surtido el mundo del cine: “Contribuyó a un cine de cuando el mundo todavía parecía defender la esclavitud. Con sus comanches, y antes de que apareciera McDonald's, Wayne era la cara misma de los Estados Unidos. Una mole de casi dos metros y cien kilos cuya imagen competía con la de la Estatua de la Libertad. Envejeció mal y bastante rápido. Estilo Luis Sandrini. Cuando se habla de un western hasta queda más simpático el subgénero, el spaghetti western de Terence Hill y Bud Spencer”.

Pero eso no es todo, porque John Wayne era además, según esta prensa canalla, “racista y homofóbico”. Raro lo primero, porque siempre tuvo a su lado a mujeres hispanas, no a rubias wasp (merced a ese contacto con el mundo hispano llegó al fin a acercarse al catolicismo). Lo de homofóbico ya sabemos lo que significa: que reivindicaba la ley natural y repudiaba la contranatura, cosa que toda persona normal en este mundo hace. ¡Faltó que lo tacharan de “antisemita”! ¡Oh, quizás el “antisemita” estaría siendo el Clarín, porque acusa a Wayne de haber estado haciendo toda su vida películas racistas, homofóbicas, ordinarias y cretinas…pero los estudios de cine de Hollywood estaban en manos de propietarios y productores judíos…

Pero aún insatisfecha, sigue la redacción de Clarín expresando su aversión por el “Duke”: “Definía su trabajo diciendo: "Yo no actúo, reacciono”. Lejísimo de cualquier criterio de deconstrucción, definía al varón de un modo bastante elemental: "El hombre debe ser duro, justo y valeroso, nunca buscando una pelea, pero tampoco dando la espalda a una”. Es de aplaudir su definición del varón, porque eso es lo que hoy falta, empezando por el o los escribas cobardecitos de Clarín.

También informa la desgraciada nota que: “John Wayne trabajó en 153 películas y cuenta con el récord de ser el actor con mayor número de papeles protagonistas en la historia del cine: ¡142! encabezando marquesina. Esa consideración lo hizo dueño de un amor propio único. “No quiero aparecer nunca en una película que pueda avergonzar al espectador. Un hombre puede llevar a su mujer, su madre y a su hija a una de mis películas sin sentirse nunca incómodo”.

Otra vez aplaudimos su declaración, y nos regocija encontrar ese número simbólico, 153, que es el número de Avemarías del Santo Rosario. No, no fueron todas sus películas buenas, por supuesto, pero al fin se le dio la oportunidad y no la desaprovechó: fue recibido en la Iglesia católica en sus últimos instantes de vida. Dato que, de haberlo sabido no habría aligerado los denuestos de los empleados de Goldman Sachs, por supuesto. Más bien confirmaría su aversión por el actor anticomunista, viril y patriota que, más allá de sus errores, configuró un modelo a través de la épica de las películas, modelo que ya se ha extinguido, pero que revive con cada revisión de sus filmes.  

Su hijo Patrick dejó este testimonio sobre la actuación más importante de su vida, su conversión:

Cuando estaba muriéndose en el hospital todavía no había sido bautizado. (…) Los últimos diez días los pasó en coma. El sábado por la noche, dos días antes de morir, salió del coma cuando mis hermanos Michael, Toni y Aissa estaban presentes. En el rato que estuvo despierto dijo otra vez que quería convertirse, pero al poco tiempo entró de nuevo en coma. El lunes, yo estaba con él y vi que se estaba poniendo peor. Sonó el teléfono. Era el capellán católico que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: "Papá, el capellán quiere verte". Entonces le oí decir: "Okay." Me quedé atónito, pero llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido, le dije: "Papá, el capellán está aquí", y otra vez dijo: "Okay". Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.

Aquí un relato más completo:

http://videotecareduco.blogspot.com/2013/10/la-conversion-de-john-wayne-en-el-lecho.html

En definitiva, parafraseando el título castellano –en algunos países- de su, para nosotros, mejor película, The Searchers, dirigida por John Ford, esto es, “Más corazón que odio”, los progres que atacan a John Wayne tienen “Más odio que corazón” o, mejor aún, “Más odio que razón”. Por ello son, a pesar de su muy correcto “indigenismo”, los nuevos y reciclados comanches. Pero la diligencia en la que va “Ringo” llega siempre a su meta. Una y otra vez, la victoria está de nuestra parte.