Por FLAVIO MATEOS
"Faretta":
término italiano, es el diminutivo de "faro"
o "faretto", y se puede traducir como: "Pequeño foco
de luz".
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Usado para referirse a luces pequeñas o faroles, como los que se usan en
decoración o en iluminación escénica.
Ejemplo:
"Accendi la faretta sopra il quadro."
(“Enciende el pequeño foco sobre el cuadro.”)
Como
ya hemos abordado ampliamente el estudio de la teoría del cine farettiana (1),
vamos a ser breves en este caso, para indicar si hay una filiación gnóstica de
su “pensar y poetizar” como le gusta decir a él. De modo tal que quede merecida
su inclusión en esta galería de gnósticos a los cuales queremos descubrir en
este blog. Descubrir como gnósticos, queremos decir. Tarea que, como ya lo
señalamos, hasta ahora en Argentina parece nadie abordó, sea por inadvertencia,
desinterés o simplemente desconocimiento. En sentido contrario, los
panegiristas y promotores de todos estos autores son abundantes.
Faretta
se nombra con insistencia católico, pero afirma siempre en que la suya es una “tercera
posición”. En un reciente video (Domingo Faretta) afirma que
quiere la opción de la misa tridentina junto con la libertad sexual (la
tradición combinada con la libertad de bragueta, para decirlo de otra forma). Pide
al nuevo papa “Restituir el ritual pero mantener lo reformado por Francisco
acerca de las relaciones humanas…la sexualidad”. Critica en Pablo VI
probablemente lo único bueno que hizo, Humanae
vitae, puesto que según él “el gran desbande de los católicos en 1967” fue
porque se les prohibió usar los anticonceptivos. A Juan Pablo II lo tiene por
demasiado conservador, lógicamente, puesto que él está a la izquierda de la
izquierda, aún postulándose “tradicional”. Como los gnósticos, postula el “amor”
estéril, deplora la familia (lo hemos escuchado burlarse de las familias que
tienen muchos niños) y él mismo ha sido coherente con esa idea, al negarse
pertinazmente a traer niños a este mundo. “La pasión quiere que el “Yo” se haga más grande que todo, tan solo y
poderoso como Dios. Eros es la fusión esencial del individuo en la
divinidad. La exaltación del amor es una ascesis violenta contra la vida y su
transmisión. La amada es un medio que el ego utiliza para escapar del mundo y
entrar en el gran Todo” (E. Couvert). En efecto, ese es uno de los tantos temas
que ha ponderado Faretta en Titanic
de James Cameron, el amor que llaman “místico”, pero que no es otra cosa que un
revuelco carnal en el asiento trasero de un automóvil.
No
obstante que preferiría el ritual tradicional de la misa, no asiste a las misas
de los seguidores de Monseñor Lefebvre porque, afirma arrebatado, “los
lefebvrianos son calvinistas [sic]. Piensan que son los elegidos, que son los
puros. Ellos que quieren ser tan ortodoxos son herejes, literalmente, son
calvinistas”. Veremos enseguida a qué se debe este arrebato, pero en principio
vale recordar que ni los más acendrados modernistas de Roma llegaron a tales
improperios contra los fieles de la Tradición, ya que no hay ningún fundamento
para ello. Y hacemos una necesaria acotación: indudablemente hay espíritu farisaico
en la Tradición católica, lo sabemos bien, nos duele y lo combatimos, pero
hacer esa generalización es no sólo falsa sino además, en el fondo, una excusa
para evitar plegarse a una corriente que no es otra cosa que continuar lo que
la Iglesia ha hecho y creído siempre. Lo decimos desde nuestra experiencia de veintidós
años que llevamos en las filas de la Tradición, habiendo conocido ese ambiente
en nueve países diferentes. Lo de Faretta es la típica calumnia gnóstico-modernista,
proferida ante una conducta ejemplar de quienes no mutilan del decálogo el
sexto y el noveno mandamiento, habitual procedimiento de los herejes, como
cualquiera puede comprobar. Si Monseñor Lefebvre postuló una posición
calvinista, que nos la demuestren. Por el contrario, el arzobispo siempre señaló
su deseo de continuar la Iglesia de siempre y no crear una iglesia paralela, “pura
y singular”, y si tuvo enemigos fueron tanto los herejes modernistas, como así
también los sedevacantistas, que en un alto porcentaje podrían adscribirse al
susodicho sectario “calvinismo”, que nosotros no dudamos en llamar más
adecuadamente “fariseísmo”. Fue el gran logo de Lefebvre no caer ni a uno ni a
otro lado del camino.
“Solamente
mantienen el ritual pero están fuera del mundo”, afirma el teórico del cine. No
plegarse a la libertad de bragueta es para Faretta salirse del mundo. Pero se
equivoca: una cosa es ser un amish, y otra cosa es ser un católico como manda
la Iglesia. ¿Puede esto ser entendido por un libertino?
Desde
luego que para un lefebvrista ser denostado por un hereje teilhardiano es toda
una prueba de vitalidad de la verdad que hiere: a Faretta incluso le causa
escozor que “los lefebvrianos son más de lo que parecen”.
Faretta combina la libertad
sexual con su apego a sus filósofos de cabecera: Platón, Pitágoras, Vico y
Schopenhauer. Del pensamiento de los dos primeros devino, como se sabe, el
gnosticismo moderno, y no se puede ser a la vez platónico, pitagórico y
cristiano, cuyas doctrinas son inconciliables. De igual modo no se puede
adoptar el pesimismo orientalista, particularmente hindú, de Schopenhauer,
siendo un católico. Algo no encaja. Desde luego; a no ser que uno sea un
católico “de tercera posición”…
Un total desapego por el
pensamiento realista aristotélico-tomista lo inclina hacia lo
imaginativo-simbólico-fantasioso “decisionista”, donde no se necesita el rigor lógico
y metafísico para asentar cualquier exposición. Las bases de su edificio
teórico, por eso mismo, no son firmes sino confusas, nebulosas y muy elásticas,
aunque exponga sus conclusiones de manera dogmática, decididamente polémica. No
sorprende que quien desdeña a Santo Tomás, como él, luego se haya inclinado –o,
mejor dicho, resbalado- hacia la ciencia ficción de Teilhard de Chardin. Ese encandilamiento
con el gnóstico Teilhard lo ha llevado a escribir sobre la “biósfera y noósfera
del cine”, en una de sus performances más inextricables. ¿Acaso importa? No,
porque como él mismo confiesa al final del citado video: “Me encanta que me
llamen maestro. Lamentablemente la humildad cristiana no ha funcionado mucho en
mí”.
Lamentamos avisarle que, por
eso mismo, la sabiduría cristiana tampoco ha funcionado en él. Ya lo dijo el –este
sí, Maestro-: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, y
las has revelado a los pequeños.» (Mateo 11,25)
¿Qué es lo mejor que puede pasar, para que un
intelectual así recobre cierta cordura filosófica? Vamos a decirlo en modo
tango, ya que Faretta es también un tanguero y sentimental:
“Farolito de mi barrio, ya no luces
esa pinta que te hacía tan diquero;
el olvido te ha dejado tan fulero
que te inclinas hacia el suelo en tu dolor”. (2)
Lo
otro es lo más difícil aún, así lo decía Etienne Couvert: “Yo
siempre afirmé que el antídoto fundamental contra el pensamiento gnóstico era
la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Esencialmente porque ella es una actitud
del espíritu que se somete humildemente a lo real. El realismo de Santo Tomás es una forma de humildad”. (Visages et
masques de la gnose, p. 151).
(1)Principalmente en nuestros libros “El mirar
del cine” y “Avatar y el cine anticristiano de James Cameron”.
(2)Farolito de mi
barrio. Letra: José De Grandis • Música: Enrique Pollet.