sábado, 3 de agosto de 2024

NOTA SOBRE LA POSESION DE LA VERDAD

 


Por Louis Jugnet

 

La pretensión de “estar en la verdad”, de “tener la verdad" indigna a mucha gente que replica: “Eso es orgullo” o también: “Entonces, todos los otros están en el error”, etc... En la medida en que tal prejuicio es curable, tratemos de eliminarlo aclarando algunas confusiones.

  1.-Pensar, por razones bien fundadas, que uno está en la verdad no es de ningún modo índice de orgullo, sino —por sorprendente que esto pueda parecer a algunos— de humildad. El conocimiento humano, en efecto, pre­cisamente en cuanto limitado e imperfecto, no constituye la realidad, sino que debe someterse a ella. La verdad es el acuerdo entre el espíritu y la co­sa conocida. Cuanto más modesto y fiel sea el espíritu humano, tanto más probabilidades tendrá de ver que la realidad (científica, filosófica, teológica) se descubre ante él, gracias a una especie de ascesis de la inteligencia y de la voluntad.

  2.-“Conocer la verdad”, “estar en la verdad” es considerado por algu­nos de nuestros adversarios de una manera tan estúpida que uno se pregun­ta si a veces esta confusión que cometen no es voluntaria. Disipémosla sin embargo:

a) “tener razón”, “estar en la verdad”, “poseer la verdad”, no significa en absoluto ni que el filósofo o teólogo que afirma poseer este privilegio se­pa todo y que no se equivoque nunca en nada, lo que sería pura y simple­mente grotesco (y sin embargo, ¡es lo que algunos parecen creer!),

b) ni que su doctrina no contenga ninguna obscuridad, ninguna franja inexplicable, o que agote totalmente la realidad en todas sus profundidades. “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de lo que puede soñar vuestra filosofía” (Hamlet). Nada más verdadero. También aquí, un “dogmá­tico” sabe afirmar cuando hace falta, y respetar el misterio dondequiera lo encuentra. (¿Hará falta repetir, por enésima vez, que la expresión escolástica “adaequatio rei et ¡ntellectus” no significa de ninguna manera “correspon­dencia absolutamente perfecta entre la cosa y el pensamiento”, sino rela­ción de conformidad objetiva y válida, aunque limitada, no siendo ningún co­nocimiento humano exhaustivo?).

c) Eso no significa tampoco que fuera de la doctrina que se defiende todo sea falso en las doctrinas adversas. Los filósofos tomistas no piensan en absoluto cuestionar que haya verdades en Berkeley, Kant, Hegel, Marx, Bergson; los teólogos católicos no quieren negar en modo alguno que haya verdades en el protestantismo, en el judaísmo, en el brahmanismo. Pero la cuestión que se plantea es muy distinta. Se trata de saber si esas verdades es­tán, por así decir, a su gusto, en libertad, y como en su casa, en las doctri­nas adversarias. Ahora bien, lo que pensamos es que esas verdades no cumplen allí sino un papel parcial, fragmentario, incompleto, que están en­vueltas por errores flagrantes que las deforman, falseando su verdadero al­cance; y que de este modo, lo que domina en una doctrina falsa, y por lo cual corre el riesgo de ser propiamente desastrosa, es el espíritu de esta doc­trina, espíritu de error y de negación.

Ejemplos: El judaísmo y el islamismo insisten siempre en la unidad de Dios (lo cual es verdad), pero lo hacen intencionalmente, de un modo unila­teral, que excluye el dogma cristiano de la Trinidad. Lutero insiste en el he­cho de que la gracia sola justifica y, en estado bruto, esta fórmula es verdade­ra. Pero en él, esto excluye la economía católica de los sacramentos, etc...

Igualmente, Kant ve con justeza que el conocimiento es activo, pero con­cibe esta actividad como ciega y constructiva, que no alcanza al ser. Marx ve bien el papel con frecuencia demasiado desconocido del factor económico. Pero le adjudica un alcance exclusivo e inaceptable, etc… Todo no es falso, en detalles, en las doctrinas, pero el espíritu lo infecta todo. Si esas verdades son admisibles y asimilables, lo son con la condición de que sean extraídas de esas falsas doctrinas (por consiguiente, primero crítica del error) y en cierto modo sean “bautizadas”, repensándoselas en otra perspectiva.

  3.-Estas pretensiones, a pesar de ser tan limitadas, chocan todavía a al­gunos. Es porque no creen en la posibilidad para el espíritu humano de al­canzar la verdad con certeza. Son escépticos o relativistas por temperamen­to. No hay que pensar que tal actitud sea el máximo exponente de la cultura o de la inteligencia. Hay allí, por el contrario, una pura y simple anemia (o im­potencia) intelectual. El escepticismo no es una posición normal. La historia del pensamiento, como la patología mental, muestra en él una degradación del espíritu, una impotencia para cumplir nuestras funciones intelectuales. Tal actitud debe corregirse y reformarse mediante una verdadera reeducación moral, intelectual y espiritual. No hay que hundirse beatamente en ella, si se quiere ser verdaderamente hombre. Algunos dicen cuando escuchan a al­guien que les expone una doctrina determinada: “Él dice esto, es su punto de vista, pero otro diría otra cosa sobre la misma cuestión”. Quienes esto dicen muestran a las claras que son subjetivistas hasta los tuétanos, incapa­ces de considerar por si mismos el contenido de una doctrina (punto de vis­ta del objeto estudiado, del ser) y capaces sólo de considerar el sujeto que juzga, que se sirve de su inteligencia.

   

LOUIS JUGNET 


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La magnitud del Milagro del Sol, el 13 de octubre de 1917 en Fátima, se relaciona con la magnitud del mensaje que nos quería transmitir Dios. Y si las apariciones fueron proféticas, no podemos dejar de pensar en que debieron anunciar o figurar de algún modo el destino que le esperaba a la Iglesia, amenazada por sus más terribles enemigos. En efecto, el Cielo no sólo anunció la llegada del comunismo, sino también la devastadora crisis en el seno de la Iglesia, ocupada por sus enemigos. Este es un análisis de esos hechos, en un esbozo a lo largo de significativos y cronológicamente coincidentes sucesos en la historia de la Iglesia, en el combate del Anticristo contra el Papado, que se aproxima a su fin.

Para todos los que se interesan verdaderamente en buscar la salida de esta frenética pesadilla a la que el mundo está siendo sometido, para los que se sienten tentados de tomar caminos desesperados, simplistas o peligrosos, con respecto a la crisis en la Iglesia, es imperioso conocer las apariciones, los sucesos y los mensajes de Ntra. Sra. de Fátima.

El Corazón Inmaculado de María no sólo sufre las ofensas y maltratos de los enemigos de la Iglesia de N.S. Jesucristo, sino también y particularmente la cobardía y la indiferencia de sus hijos. Este libro se suma a otra serie de títulos sobre Fátima, esperanza nuestra, con el fin de esclarecer y mantener presente en nosotros la misión que el Cielo nos ha encomendado.

Ningún católico verdadero puede permanecer indiferente o dormido en esta hora decisiva para la Iglesia y el mundo.  

 

OTROS TITULOS SOBRE FÁTIMA EN NUESTRA EDITORA:

 








FORASTERO EN EL MUNDO

 


Por Juan Manuel de Prada

 

Me lo dijo un señor que acababa de leerse mi más reciente novela, cuando se me acercó para que se la firmara, en una caseta del Retiro: «Esta novela sólo la puede haber escrito un hombre pretecnológico como usted». Por el ademán y el tono que había empleado se podía entender que estaba tratando de piropearme; pero la observación en sí podría haber sido perfectamente un vituperio. Como yo reaccioné con un gesto algo mohíno, el señor quiso disipar cualquier ambigüedad y remachó: «Se lo digo como un elogio. Yo también soy pretecnológico y sé reconocer a uno de los míos».

Hablando más reposadamente con aquel señor, entendí al fin la intención de su comentario. Pretendía significar que aquella novela había sido escrita ‘a la antigua usanza’, no sólo porque tuviese una extensión inusitada, sino también porque la habitaban multitud de personajes, porque sus frases eran fluviales, porque su estilo incluía figuras retóricas o formas de adjetivación que nuestra época juzga jeroglíficas. Y también pretendía significar que una novela escrita de este modo exige un lector que todavía no haya sido maleado fatalmente por las nuevas tecnologías, que imponen una lectura nerviosa, puramente funcional, y exigen un lenguaje cuanto más rudimentario y expeditivo mejor. Agradecí al señor que ponderase de este modo mi novela; pero a la postre sus ponderaciones y alabanzas me dejaron melancólico.

Según estudios recientes, los adolescentes sólo son capaces de concentrarse en una tarea durante sesenta y cinco segundos, mientras que los adultos apenas pueden aguantar tres minutos. Todos podemos comprobarlo en nuestra vida cotidiana, observando a nuestros hijos, observando a la gente que nos rodea, observándonos a nosotros mismos. La tecnología está impulsando una mutación antropológica como tal vez el mundo no contemplaba desde el tránsito de la cultura oral a la cultura escrita. Aquel tránsito mató, sin duda, muchas de nuestras capacidades de memorización y erosionó nuestra vida comunitaria, a cambio de brindarnos indudables ventajas. Pero la tecnología está produciendo en nuestras vidas mutaciones mucho más problemáticas. ¿Qué actividad propiamente humana se puede desarrollar durante sesenta y cinco segundos? ¿Qué cantidad de amor y abnegación podemos brindar en tres minutos?

Las nuevas tecnologías, con su profusión de pantallitas y dispositivos portátiles, nos han sumergido en un carrusel vertiginoso que ha centrifugado nuestra humanidad, que ha hecho añicos nuestra capacidad de concentración, que ha atomizado y desintegrado todas nuestras percepciones, que nos ha incapacitado para desarrollar tareas que exijan dedicación y esmero. Y ha impuesto una nueva forma de lectura ‘en diagonal’ que no merece tal nombre, tan compulsiva y bulímica como el consumo de pornografía, en la que no tiene cabida el deleite estético, tampoco la argumentación compleja o refinada. Así, toda lectura que exija nuestra atención se convierte ipso facto en aflictiva; toda expresión literaria sutil se torna pedantesca; toda argumentación compleja se vuelve árida y prolija.

Nos hallamos ante una auténtica mutación antropológica que no queremos afrontar, al estilo del pecador que no quiere aceptar su pecado y termina santificándolo. Y lo más amedrentador de esta mutación es que la dependencia tecnológica que padecemos no es meramente morbosa, al estilo de un sarampión; ni siquiera lo es al estilo de un cáncer, que pillado a tiempo se pueda remediar mediante su extirpación. Las nuevas tecnologías se están convirtiendo –desde luego, para las nuevas generaciones, pero también para mucha gente ya talludita– en una dependencia orgánica: dependemos de ellas como dependemos de nuestros pulmones, de una manera a la vez visceral e inconsciente que ya ni siquiera advertimos. Pero, si nos privasen de esa dependencia, lo experimentaríamos de forma traumática, como una mutilación que nos deja incompletos, exactamente igual que si nos privasen de un pulmón.

Aquel lector que ponderó mi novela me estaba salvando de la quema, pero también me estaba condenando a una melancolía semejante a la que a veces asalta a don Quijote, cuando advierte que le ha tocado vivir en un mundo sin caballería andante, un mundo en el que se siente forastero y lo contempla como una estantigua propia de otra época. Es muy triste vivir en un mundo sin caballería andante, casi tanto como escribir en un mundo nervioso que camina hacia la noche; y que, mientras camina, nos contempla con una mezcla de piedad y aprensión, como si fuésemos mutilados.

 

https://noticiasholisticas.com.ar/forastero-en-el-mundo-la-tecnologia-esta-impulsando-una-mutacion-antropologica-por-juan-manuel-de-prada/

 

EL GNOSTICISMO SE ASOMA NUEVAMENTE, ENTRE LOS CATÓLICOS

 




Por Flavio Mateos

 

Nos hemos ocupado reiteradas veces del gnosticismo, que propone una falsa “tradición” mediante la cual ha logrado infiltrarse en los medios católicos, y llevado confusión, adhesiones irreflexivas o “concubinatos” con diversos exponentes de la “batalla cultural tradicional”, por llamarla de algún modo. Veamos este reflejo público, bastante reciente.

 

1.- Reunión celebratoria de Tolkien, Chesterton y Lewis, en una institución católica (católica de ahora, o sea ya copada por el modernismo conciliar). Allí aparecen como invitados dos exponentes caracterizados del gnosticismo a la criolla: Sebastián Porrini y Diego Ortega, a quienes hemos dedicado varias páginas sobre todo en nuestro libro “Castellani y Lefebvre” (Ed. Reacción, 2022). A ambos los sabemos vinculados al teilhardiano Ángel Faretta, de quien puede espigarse un poco en nuestro blog y nuestros libros de cine. A los restantes expositores del congreso llamado “Fe, arte y mito” no los conocemos.

 

2.- Celebración del gnóstico neo-pagano Julius Evola, en Bs. As. Entre los conferencistas aparecen Lucas Carena, peronista heterodoxo que alguna vez pareció cercano al campo nacionalista católico, al menos en lo cultural; y también Rodrigo Villanueva, que se dedica a ponderar entusiastamente a Ángel Faretta. No podía faltar allí el italiano Marcos Ghío, cada vez más errado y fofo en sus expsiciones.

 

3.- El portal Infocatólica, de línea católica conservadora, publica una entrevista donde se promueve un libro de Guillermo Mas Arellano, joven gnóstico “ecléctico” (también farettiano). “El Mundo Moderno nace de abandonar la Tradición, cuyo centro era la divinidad”, se titula la entrevista. ¿De qué Tradición habla? Se infiere fácil, pues menciona como algunos de sus maestros a René Guénon y Julius Evola, entre otros.





Todo esto puede parecer de poca monta, y ciertamente esta gente no tiene capacidad de crecimiento considerable, pero, así y todo hay personas que de buena fe, y pretendiendo huir del horrendo, moderno y anti tradicional “Occidente”, se acercan a estas posturas que, más bien lo que hacen es llevarlos por una vía orgullosamente “tradicional” a un encierro en sus propios errores, lejos del verdadero camino de la tradición católica, y por tanto de la Iglesia, única barca de salvación. Se trata de una falsa tradición y de una falsa reacción. Por eso corresponde desenmascararla.

 

Para mencionar algo respecto de Julius Evola, transcribimos la introducción a un minucioso y serio estudio publicado en dos partes en la revista tomista Le Sel de la Terre (números 42 y 43, años 2002-2003). El autor del mismo es el italiano Paolo Taufer, y hemos desgranado bastante del mismo en nuestro libro “El mirar del cine” entre otros.

 

“El título italiano de este trabajo era "I giovani e le rovine di Evola - los jóvenes y las ruinas de Evola", aparentemente en alusión a la obra que Evola escribió especialmente para los jóvenes a los que formaba y guiaba: Les Hommes au milieu des ruines (1951). En aras de la claridad, hemos cambiado por "Evola, assassin de la jeunesse" (Evola, asesino de la juventud).

La importancia y la actualidad de esta obra no escaparán a quienes son conscientes de la influencia deletérea ejercida sobre la juventud llamada "de derechas" por la exaltación apasionada de las ideas de Evola. Recordemos, por ejemplo, el elogioso artículo del suplemento de julio de 1996 de Français d'abord (nº 240) dedicado a "Evola, el romano, aristócrata de las cumbres nevadas", "heraldo de la Tradición y feroz despreciador del mundo moderno", "un hombre de pie en medio de las ruinas"... Evola fue presentado como un salvador, un maestro, un despertador, cuya vida estuvo "marcada por una rectitud digna de los antiguos romanos, un sentido del honor y de la lealtad que algunos habrían creído enterrado con las ruinas de los grandes sueños imperiales". Nada se dice de su virulento anticristianismo, de sus perversiones morales, de su odioso paganismo, de sus misteriosas prácticas mágicas.

El profesor Paolo Taufer mostró, en la primera parte de este estudio (Le Sel de la terre 42, páginas 93-122 1), cómo Julius Evola se opone radicalmente al catolicismo en su filosofía, religión, moral y mística:

- filosofía idealista e inmanentista: no hay nada más que el Ego absoluto, la lógica, que dice lo contrario, no es más que una ilusión que hay que superar;

- religión sin un Dios trascendente: todo lo que el hombre tiene que hacer es alcanzar "los estados superiores del ser";

- moral de la anomia (ausencia de ley): es necesario superar todo dualismo entre el bien y el mal, no teniendo otra ley que la propia voluntad;

- misticismo sin gracia sobrenatural: un viaje de autosalvación utilizando magia y ritos de iniciación (y, por tanto, fuerzas infernales).

Queda por ver, en esta segunda parte, la visión de la sociedad, historia y civilización propuesta por Julius Evola.

Al denunciar enérgicamente la decadencia del mundo moderno y sus mitos absurdos como el evolucionismo, ensalzando la caballería medieval, el sentido del honor y el gusto por el esfuerzo, proponiendo una cierta espiritualidad en un siglo dominado por el materialismo más crudo, y devolviendo a los europeos el orgullo de sus raíces en un momento en que el cosmopolitismo parecía sumergirlo todo, Evola puede atraer fácilmente a las mentes jóvenes, en el medio de las ruinas actuales. Sin embargo, como muestra Paolo Taufer, todo es falseado en él: denunciando el igualitarismo contemporáneo, no combate su principio, el orgullo, sino que manifiesta un orgullo aún mayor al propugnar una sociedad de castas; al exaltar la caballería, la tergiversa en un sentido anticristiano; pretendiendo celebrar la civilización occidental, bajo un disfraz romano, es en realidad el hinduismo lo que promueve. Y, en definitiva, es el odio a Cristo a lo que conduce a los jóvenes.

El diablo, padre de la mentira y homicida desde el principio en nuestro mundo moderno, no podía contentarse con detentar los grandes bulevares del pensamiento único; también había que atrapar y alejar a los refractarios a la ideología dominante, desviándolos a ellos también para ser atrapados y conducidos a su muerte espiritual. Para lograrlo, tiene sus mejores asesinos en las callejuelas de la "reacción". Evola es uno de ellos.

Le Sel de la Terre.

 

  

“Ante nuestros ojos aparecen en lucha dos tradiciones; lejos de conducir el mismo contenido nocional son antagonistas. La una transmite sin disimulo la religión del verdadero Dios, y es la Tradición apostólica, en la cual la tradición primordial está totalmente incluida. La otra, llamada por los neognósticos Tradición primordial, transmite, bajo un disfraz de luz, la religión tenebrosa que quiere ponerse en el lugar de Dios”.

 

Jean Vaquié, Ocultismo y fe católica: los principales temas gnósticos.


FALSOS BATALLADORES

 


Por Juan Manuel de Prada

Resulta muy ilustrativo del grado de confusión (y perversión) que invade la vida política el fenómeno de la llamada ‘batalla cultural’, promovido desde ámbitos ideológicos que el progresismo ambiental denomina ‘ultraderechistas’. En realidad, tal ‘batalla cultural’ es una engañifa completa, pues sus adalides comparten siempre los presupuestos de sus contrincantes, de tal modo que sólo logran crear con ellos chirriantes antagonismos, aturdiendo de este modo a sus adeptos, que creen ingenuamente estar participando de una demogresca cósmica en la que se dirime el destino de la Humanidad… cuando tan sólo se está dirimiendo el método de imposición de las ideas que supuestamente combaten. Podría decirse, incluso, que los promotores de la llamada ‘batalla cultural’ benefician la imposición de esas ideas, pues evitan que se impongan despóticamente (lo cual siempre dificulta su aceptación social), para imponerse bajo una apariencia de disputa. De este modo, los promotores de la ‘batalla cultural’, además de alimentar la demogresca que debilita a los pueblos, permiten al oponente presentar sus victorias ante su parroquia como conquistas épicas… a la vez que la parroquia adversa queda retratada como fanática y desequilibrada.

Y, en algún modo, efectivamente lo es. Pues existe un desequilibrio flagrante, una penosa distorsión cognitiva, en quien pretende combatir a quienes considera errados sosteniendo sus mismos principios, pero pretendiendo que tales principios tengan consecuencias diversas a las que su propia naturaleza presupone. Si uno compra un automóvil pero después pretende desplazarse en él por tracción animal, es natural que se le tilde de rezagado. Si uno acepta el concepto de libertad negativa y de autonomía del individuo propios del liberalismo pero después pretende combatir –pongamos por caso–el aborto, todas las medidas que proponga resultarán inevitablemente extorsiones odiosas que tratan de constreñir el ‘derecho a decidir’ de la mujer. Y, además, su discurso resultará siempre desequilibrado y vociferante; pues pretender que las ideas no tengan sus consecuencias lógicas exige contorsiones del pensamiento que no pueden expresarse de forma equilibrada. No se puede comprar un automóvil para que tire de él una mula; no se pueden aceptar los conceptos liberales de libertad, o de nación, o de tantos otros, y pretender luego evitar las consecuencias que se derivan de los mismos. Y todo intento de evitarlas será un pataleo frenético pero a la postre inane; y fortalecedor de las tesis que se pretenden combatir.

A la postre, todas estas ‘batallas culturales’ que se presentan falazmente como batallas cósmicas contra el progresismo acaban generando frustración, salvo en los orates y en los aprovechateguis que han hecho de la creación de chirriantes antagonismos su medio de vida. A ellos no les importa que los tilden de ‘ultraderechistas’, porque mientras tanto están chupando del bote; y al progresismo triunfante le interesa sufragar opíparamente a estos ‘ultraderechistas’, a cambio de emplearlos como payasos de las bofetadas. Además, mientras estos ‘ultraderechistas’ pastorean a los posibles disidentes con la engañifa de las ‘batallas culturales’, se logra que los disidentes, en lugar de defender otros presupuestos equilibrados que propongan una visión del hombre y del mundo verdaderamente alternativa a las ideologías modernas, se adhieran a los principios que interesan al progresismo y se agoten tratando ridículamente de evitar sus consecuencias impepinables.

Los promotores de las ‘batallas culturales’ no son, en fin, sino esbirros sistémicos encargados de mantener los antagonismos cerriles que favorecen la demogresca y de impedir que la gente se quite de los ojos la venda que permite una visión nueva y verdaderamente alternativa, donde la libertad humana se atenga a la naturaleza de las cosas. Esa visión nueva sólo la brinda el pensamiento tradicional, que crea un nuevo tipo de hombre equilibrado que Gustave Thibon comparaba con «una montaña cuyo equilibrio implica la existencia de dos vertientes. Y esa amplitud de base le permite, como la montaña cuya cima se pierde audazmente en el cielo, comprometerse a fondo, despreciar las medias tintas y las precauciones; puede ir muy lejos y muy alto sin peligro para su base interior; es lo bastante fuerte y rico para ser saludablemente excesivo». Frente a este equilibrio del hombre tradicional, las ‘batallas culturales’ sólo generan hombres desequilibrados, tan vociferantes como inanes, que contribuyen al triunfo de las ideas que aseguran combatir.

 

Fuente:

https://noticiasholisticas.com.ar/falsos-batalladores-culturales-por-juan-manuel-de-prada/

 


miércoles, 12 de junio de 2024

DESAGRAVIO AL PADRE CASTELLANI

 


Por Flavio Mateos

 

“También había encontrado a cada momento, salpicado el lenguaje de mis interlocutores del sonzo, la macana o la pavada, vocablos despectivos de que es tan pródigo el argentino, como si hubiera querido rodear su recién nacida independencia de un cordón aislante de desdenes verbales…”

José María Pemán

 

“El orgullo sin humildad es petulancia”.

Enrique García Maiquez

 

“Hemos padecido a la plaga de los “sabelotodísimos”, que pintaba Castellani en El nuevo gobierno de Sancho”.

Antonio Caponnetto

 

 

Decía Miguel Ayuso, en un destacable libro sobre Chesterton como “caballero andante”, que el gran maestro inglés fue un combatiente que “no dejaba sin respuesta una afirmación falsa”. Nosotros, para seguir su ejemplo de temple caballeresco –y, si se nos permite, también ignaciano-, no queremos dejar pasar sin respuesta unas soeces palabras del “escritor, teórico del arte, y docente” Ángel Faretta.

Ya habíamos puesto, sobreabundantemente, los puntos sobre las íes sobre un personaje del mundillo intelectual la mar de presuntuoso y al que conocemos demasiado bien. No creíamos necesario volver a ocuparnos de su figura, pues ya en varios de nuestros libros y blogs contestamos gran parte de sus yerros, y no sólo eso, sino que hasta desnudamos su falta de honestidad intelectual (1). Esto es así y, aunque sea duro decirlo, hay que alertar –caballerescamente, pero con las armas en la mano- contra los pseudo-maestros.

Pero, ¿por qué volver entonces a ocuparnos de un asunto ya perimido? Porque resulta que un amigo desde la (para nosotros) lejana Buenos Aires, nos envió el enlace a un video, y la siguiente indicación, conteniendo una cita textual de Faretta:

Min. 42 aprox.: 'Como decía el Padre Castellani, que decía muchas pavadas pero en este caso tenía razón...".

https://www.youtube.com/live/5x3NP8kVyxg?si=ZINEV4C_M6oRIPCp

Nos asomamos al video en el lugar señalado, o un poquito antes, para tener además el contexto. La frase está dicha por Faretta con desdén (como resalta Pemán en el acápite el uso de tales vocablos), diríase que con agresividad, con “mala leche” (para decirlo en el lenguaje vulgar al que no le escapa AF), y en el marco de una entrevista donde el “mítico crítico de cine” la emprende de manera agresiva tanto contra el revisionismo histórico como contra el nacionalismo católico. 

No siendo Faretta un historiador ni estudioso de la historia, no sabemos a cuento de qué se le ha solicitado para que diserte acerca del 25 de mayo de 1810. Pero el “maestro”, con la audacia propia de un sofisticado Fidel Pintos (2), y siempre dispuesto a hablar de todo un poco, aceptó el convite.

El video es, como dijimos, una entrevista, en un canal “cultural”, realizada por dos jóvenes con los criollos nombres de Leyla Bechara y Sasha Pak, dedicados a la agenda cultural y política de la Argentina –así nos informan desde Youtube-, los cuales se exhiben con un aspecto muy moderno –el muchacho a lo sodomita, la chica bastante prostibularia- y, desde ya, como puede captarse en su canal apenas asomando a sus videos, perorando con sus ideas de vanguardia. Nada nuevo bajo el sol en la triste metrópoli porteña.

Convengamos que la presentación y el contexto ya de por sí no favorecen al pobre Faretta. Pero es ese el ambiente en que se mueve, y desde donde lanza sus invectivas supuestamente católicas, patrióticas, monárquicas y antiliberales.

Desde ya, vale aclararlo, uno puede disentir con el gran Padre Castellani, en tal o cual cosa, de hecho nosotros lo hacemos desde alguno de nuestros libros y lo dejamos puntualizado. Pero lo de Faretta ya no es simple disentimiento, sino desprecio, inquina, resentimiento, falta de respeto. Pero, ¿cuáles serían las pavadas –las muchas pavadas- que decía el Padre Castellani, según el sabio de Villa Urquiza? (3)

Faretta no explicita. Pero como sabemos bien lo que piensa, como que fuimos alumnos suyos, vamos a decirlo. Creemos que Faretta se irrita con Castellani por tres razones fundamentales, a saber: Castellani no era peronista ni le gustaba el tango –dos grandes debilidades farettianas-, y hay sobre todo un motivo de peso por el cual Faretta reacciona con mucha violencia, y critica de ese modo al Padre Castellani: es la viril y lúcida repulsa de Castellani hacia Teilhard de Chardin, que es el gurú –o uno de los guías anímico-espirituales-intelectuales- de Faretta.

Sí, el lector leyó bien: Teilhard de Chardin.

No hace falta decir que Teilhard fue un hereje de tomo y lomo, un personaje nefasto, un masón y, por sobre todas las cosas, un pensador delirante, al que ya nadie –salvo Faretta y ciertos modernistas infiltrados en la Iglesia de Roma- toma en cuenta hoy en día.

Del tema Teilhard hablamos bastante en nuestros blogs, por lo que no insistiremos. Es disparate defender hoy en día a tal personaje, a no ser que se tomen sus obras como relatos de ciencia ficción. Que ni así vale la pena leerlos, pues, como decía Castellani, “leerlo enferma”. (4)

Por si fuera poco, el Addison de Witt ítalo-porteño utiliza la frase de Castellani que, entre tanta pavada que decía, habría resultado lúcida, para atacar a los revisionistas y nacionalistas, que según él –Faretta- fueron unos derrotistas. Dejando a salvo a Ernesto Palacio y a Jauretche (que no fue precisamente de la escuela revisionista ni nacionalista, o en todo caso fue un revisionista peronista, lo cual es de por sí contradictorio: Perón fue contra el revisionismo histórico), y a nadie más que recuerde, señala que Irazusta y los otros eran “unos chamuyeros” porque “pensaban que Juan Manuel de Rosas iba a volver por una situación mediúmnica” (5). No contento con eso, dictamina que los revisionistas no fueron “ni útiles ni hábiles”, y acusa con acritud que “gran parte de nuestro nacionalismo eran unos cobardes”, “cómodos y calienta sillas” que “seguían hablando de algo que tenía que volver cuando en realidad lo que tenían que pensar es cómo seguir adelante” (6). Supuestamente aquellos hombres se encerraron en un particularismo nacionalista provinciano (“un nacionalismo de mapa”, según Faretta) en vez de abrirse al universalismo que habría encarnado el peronismo, al que los nacionalistas “no entendían lo que era” y al que se habrían opuesto principalmente porque Perón hizo un contrato con la petrolera California de los EE.UU.

Hagamos un inciso. ¿Faretta no entendió lo que fue el peronismo, o es un –siguiendo su argumento antinacionalista- cobarde que no se anima a decir lo que en verdad fue? Porque está claro que fueron dos los factores decisivos entonces, para que el nacionalismo católico se opusiese a Perón y combatiera hasta verlo fuera del poder: la cuestión de la entrega petrolera y la persecución anticatólica de Perón (cuyo gobierno estaba infestado de masones). Eso es algo que Faretta –quien se presenta como católico- nunca menciona. Respecto del contrato con la petrolera yanqui, que según el teórico del cine fue solamente un acto pragmático porque nosotros no teníamos industria, veamos lo que enseña no un sanatero, sino un historiador en serio, como Enrique Díaz Araujo:

“En cuanto al convenio con la compañía California Argentina, filial de la Standard Oil, de los Rockefeller, lo menos que hay que decir es que la concesión de 50.000 km2, por cuarenta años, eximidos de impuestos, con extraterritorialidad judicial, con derecho a exportar el petróleo y las ganancias obtenidas libremente, en Santa Cruz, y los 30.000 km2 concedidos a la misma empresa en Neuquén, bajo las mismas condiciones, aparte de proporcionar el crudo más caro del mercado internacional, estaban en contradicción flagrante con el art. 40 de la Constitución Justicialista de 1949. Como un detalle, un tanto erudito pero quizá conveniente, hay que saber que dicho artículo, redactado por Arturo Enrique Sampay, había contado con el apoyo del presidente de aquella Convención Reformadora, Cnl. Domingo Mercante, pero con la oposición de J. D. Perón. Ver: Potash, Robert A., El Ejército y la política en la Argentina 1945-1962. De Perón a Frondizi, Bs. As. Sudamericana, 1981; Gómez Morales, Alfredo, Hay que capitalizar a la Argentina, Bs. As. 1984; González Arzac, Alberto, Vida, pasión y muerte del artículo 40, Bs. As., 1969”. (7)

 Desde ya que el “mítico crítico de cine” no sólo no conoce bien la historia, sino que usa lo poco que conoce para tergiversar el pensamiento de los nacionalistas y los hechos de la misma historia. O al menos para no decir lo que debe decirse. Puesto que, en primer lugar, lejos de ser cobardes o derrotistas, los historiadores del revisionismo histórico cumplieron un papel fundamental al escribir la historia verdadera, yendo de frente contra la leyenda liberal que era la única versión histórica hasta entonces permitida e impuesta a toda la sociedad. Ya muy bien lo decía Cervantes en el Quijote: “El poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna” (II, c. III). En ese sentido, estaban abriendo lúcida y corajudamente un camino para, a partir de la verdadera historia, poder caminar hacia el futuro.

JOSÉ MARÍA PEMÁN: LA HISPANIDAD ENTRE NOSOTROS

 


Extractamos, a la manera de aforismos, pensamientos, observaciones, reflexiones del gran José María Pemán, en su libro “El Paraíso y la Serpiente”, tras su paso por Argentina y Uruguay en el año 1941.

 

-“Lo bello del ascetismo es la bienaventuranza eterna a que aspira, no el potaje de garbanzos a que se resigna”.

 

-“El instrumental humano de Buenos Aires es una selección de cortesía, moderación y buenas formas. Todos los tipos más matizados y sutiles de la civilización europea de hace unos años –el gentleman, el abate, el diletante-, tienen allí excelentes reproducciones”.

 

-“El indigenismo no es más que el recurso genealógico de los que no tienen archivo doméstico”.

 

-“Lo que importa en el mestizaje, como en las palabras compuestas, es colocar bien el acento”.

 

-“Con reminiscencias clásicas se puede hacer cesarismo, y se puede hacer demagogia. Con gestos romanos se decoró la Revolución francesa, y se decora el fascismo italiano".

 

-“Y es cierto que un romano, dijo lindamente, para la tumba de una muchacha: “Séate la tierra leve, como tú fuiste leve sobre la tierra”. Pero, ¡cuidado!, que en Santiago del Estero un guaraní, para la tumba de otra muchacha, dijo: Chaupí, punchaupí, tutahiarka; lo cual no es muy eufónico, pero significa nada menos que esta preciosidad: “En la mitad del día anocheció…” La sobriedad poética es una flor humana, no un tema de retórica clásica”.

 

-“La “ópera” es la liturgia de una época individualista que carecía ya de verdaderos estímulos de congregación. El hombre que no se congregaba ya en la catedral, ni en el ágora, buscó ese modo de hacerse espectáculo de sí mismo”.

 

-“Toda democracia ha sido siempre empresa de una oligarquía”.

 

-“Cuando se dijo: “proletarios del mundo, uníos”, ¿en qué se unieron los proletarios? En el gesto, en la divisa y en el himno: en el puño cerrado, en el trapo rojo. Pero que lo más insobornable y hondo de los proletariados había quedado fuera de esa internacional, bien claro se ha visto en lo rápidamente que se “nacionalizaron”, al encontrarse en guerra”.

 

-“España no sabe de aldeanismos nacionalistas. Es, por esencia, universalista y católica”.

 

-“Es proverbial la cortesía y la amabilidad de los argentinos. Cada presentación va seguida de una invitación. Sí, Buenos Aires es una de las ciudades del mundo que más saturan al visitante de urbanismo, de ciudadanía, de urbanidad civil”.

 

-“No menos expresivo de esa otra realidad argentina que es su solícita cortesía hospitalaria, es el “¿cómo no?” Desde que el forastero llega al país, todos –el portero, el cochero, el mandadero-, acatan sus órdenes con un continuo y extremoso: ¿cómo no? Parece que la Argentina viviera en un perpetuo asombro de que alguien pueda dudar de su amabilidad universal e inmensa”.

 

-“El “gaucho” siempre ha estado, por instinto, con lo más autóctono y nativo en la política. Fue de San Martín, fue de Rosas, fue de Artigas, fue de Liniers. Lucía su bigote como una protesta de “independencia”; no en balde los soldados invasores de Beresford venían rapados.”

 

-“El “gaucho” se mustia, se achica. Se siente un cero desamparado e inerme en la máquina de la Libertad. Llega a esta dolorosa conclusión:

Porque el gaucho en esta tierra

sólo sirve pa votar.”

 

-“Yo esperaba mucho de este capítulo de la revelación argentina. La música popular es la expresión urgente del sentir y el pensar de cada pueblo. Cuando los catedráticos empiezan a definir a una nación, ya ella se ha denunciado, mil veces, al son de una guitarra”.

 

-“Para que descansaran las gargantas de los trovadores, se hizo un intermedio de baile. Desde luego, por decreto del doctor Meade, se desechó “el tango”. El tango no es argentino. Es que el extranjero, en definitiva, no conoce de Argentina más que los muelles de Buenos Aires, que son, como todos los muelles, revueltos y cosmopolitas. El tango no es de aquí ni de allí, es un lúbrico balanceo de marinero recién desembarcado y en celo, construido con una mezcla tropical de habanera y milonga. Es de todos los muelles y de ninguna de las Musas”.

 

-“Una eliminación valiente de prejuicios anti-tradicionales, una buena educación clasicista y centrípeta, podrá hacer del universalismo argentino un inestimable laboratorio de “ricos aumentos” para el castellano”.

 

-“La Independencia sudamericana, en su más lúcida parte, fue obra de soldados y sacerdotes. Por patriotismo y por ortodoxia, respectivamente, esos son los dos tipos sociales que tenían que sentir más hondamente la reacción frente a aquel instrumento de las ideas enciclopedistas que era Napoleón. San Martín y el deán Funes, por ejemplo, son dos tipos representativos del verdadero pensamiento emancipador: dos dioses lares. Por eso decía Lugones que aquellos países son obra de la Espada y de la Cruz. Algunos españoles se asombrarán al ver así convertida en una especie de “carlismo”, la emancipación que ellos creían obra doctrinaria, afrancesada y liberal. Pero así es la Historia y la Verdad”.

 

-“Y la Hispanidad o no será nada, o tendrá que ser eso: el cuerpo donde vuelva a encarnar Cristo para una segunda redención del mundo”.

 

-“Padre Artigas, vencedor de las Piedras: hay una batalla americana que ganar al lado de Buenos Aires, y hay una batalla mundial que ganar al lado de España”.

 

-“Creo, siempre, en el valor de las “minorías selectas”; pero esa fe mía se duplica en la América española, donde estimo insospechado el empuje que puede tener un grupo escogido de hombres decididos y cultos. El influjo social del intelectual puro es mucho mayor en América que en Europa. Sociedad más elemental e ingenua conserva mayor fe en el “vate”, en el “augur”, en el “rapsoda”.

 

-“En sí, ni la “democracia” que es ruido, ni la “estatolatría” que es aplastamiento, son climas propicios para la Cultura. En la soledad tranquila de una granja, en las afueras de Roma, mientras el César se ocupaba de la administración, pudieron escribirse las Odas de Horacio y la Eneida de Virgilio. No se hubieran escrito si Virgilio y Horacio hubieran tenido que salir, a cada momento de la granja, para votar y ser diputados y concejales. Tampoco se hubiera escrito si el Estado los hubiese molestado continuamente en la granja con un lujo intervencionista de planillas, registros, declaraciones y tributos”.

 

-“Mira, a mi juicio, estamos viviendo la liquidación y término de un ciclo histórico: el de la Revolución francesa. Esta, como toda revolución laica y materialista, desprendida de la unidad suprema y divina, se rompe en dos capítulos. Uno, multitudinario y demagógico, que es el jacobino; otro de reacción autoritaria, que es el napoleónico: vaivén de péndulo, como todo lo que es acción y reacción puramente materialista, sin apelación a una superior verdad. Todo un siglo se reparte en esos capítulos: o el “individualista” que dice: “Todo el Estado para el individuo”; o el “totalitarista”, que dice: “Todo el individuo para el Estado”. A la liquidación de ese ciclo revolucionario estamos asistiendo: esta gran guerra de Europa [II Guerra mundial] es la guerra de los últimos napoleones contra los últimos jacobinos”.

 

-“Ni democracia, ni autoritarismo –las dos partes incompletas de la solución revolucionaria; del vaivén materialista del siglo- las tenemos nosotros “enfrente”, como enemigos. Las tenemos “detrás” como valores superados en nuestro camino. Nuestro José Antonio Primo de Rivera, al formular la tesis española, concretó clarísimamente dos postulados que, por sí solos, nos diferencian, por elevación, de las otras tesis incompletas de la hora. Dijo que la política debe basarse sobre “el respeto a la persona humana portadora de valores eternos”; dijo que la Nación tenía que ser “una gran misión que cumplir en lo universal”. Ya comprenderás que no puede confundirse con ningún nacionalismo incompleto o pagano, este originalísimo y mal llamado nacionalismo español, que nace, desde el primer momento, preocupándose de las dos cosas que, por una o por otra, precisamente, exceden a la Nación: el individuo y el mundo. Ya están ahí en fila y jerarquía los tres valores tradicionales y cristianos: lo individual, lo nacional y lo universal o católico. Por eso José Antonio negó siempre que su doctrina pudiera considerarse como un “fascismo” más, y declinó la invitación que le hicieron para un Congreso internacional “fascista” que había de celebrarse en Montreux. José Antonio no quiso despilfarrar su tesoro cristiano y sintético, entregándolo a las incomprensiones de una Europa agitada de egoísmos y utilidades. Lo guardaba, acaso, para la pureza íntima y hogareña de la Hispanidad”.