lunes, 23 de junio de 2025

OTRO GNÓSTICO: TEILHARD DE CHARDIN

 


LA GNOSIS DE TEILHARD DE CHARDIN

 

 

Por ETIENNE COUVERT

 

Nuestra intención no es retomar aquí el estudio del pensamiento del célebre jesuita. Esa labor ya ha sido realizada con maestría. Solo queremos mostrar la filiación gnóstica de ese pensamiento. Teilhard fue a la vez un iluminado y un iniciado, desde muy joven. Claude Cuénot declara que su obra es fruto de una iluminación: «Muchos relámpagos ya habían surcado el cielo mental de Teilhard, el último en fecha fue El Medio Divino...» Por su parte, el padre de Lubac habla de «la intuición primera que una reflexión incesante no logra agotar», cuya fuerza activa proviene de una chispa inicial que todo lo iluminó.

El mismo Teilhard confiesa su iniciación gnóstica en su Misa sobre el Mundo: «Bajo el despertar de iniciaciones terribles y dulces, cuyos círculos me hiciste atravesar sucesivamente, he llegado a no poder ver ni respirar fuera del medio donde todo es uno».

Su inspiradora, su iniciadora en la gnosis, fue la señora Maryse Choisy, directora-fundadora de la revista Psyché, miembro de la masonería del Droit Humain. Fue ella quien le hizo atravesar los “círculos” de la iniciación masónica. Poco antes de su muerte, aún le escribía: «Querida amiga, ¿qué es de usted? ¿En qué punto se encuentra de su evolución? Hágamelo saber, me importa, porque a pesar de la distancia y la ausencia, seguimos necesitando el uno del otro. Existe entre nosotros una fuerza preciosa que no debemos dejar disipar».
En su última carta a Maryse Choisy, le precisa: «Me siento cada vez más preocupado (es decir, apasionadamente interesado) por la búsqueda de Dios (no solo cristiano, sino transcristiano), vuelto necesario por las crecientes exigencias de nuestra adoración».

Todo el fárrago gnóstico que llena las miles de páginas de nuestro jesuita está sacado de los grandes escritores ocultistas y esotéricos: Édouard Schuré, H.G. Wells, etc. Escribe a su hermana, la señora Teilhard-Chambon: «He leído también a Schuré, que evidentemente es muy tónico para el espíritu. Hace sentir y pensar en el orden de las realidades que nos interesan a ambos... Alegría de encontrar un espíritu extremadamente afín al mío, excitación espiritual al contactar con un alma apasionada por el mundo, placer de ver que mis ensayos de solución convienen, en suma, perfectamente a las visiones de los Grandes Iniciados, sin alterar el dogma... De la lectura de estas páginas, tengo conciencia de haber obtenido, sobre todo, un vehemente incremento de mi convicción en la necesidad de que la Iglesia presente el dogma de una manera más real, más universal, más cosmogónica, ¿me atreveré a decirlo?».

Sentimiento, pasión, excitación, vehemencia... todos esos términos muestran claramente un alma hechizada por un atractivo satánico y una toma de posesión demoníaca que anula toda posibilidad de recurrir al sentido común natural para rechazar tales desatinos.

Por otra parte, este pensamiento gnóstico ya rondaba el espíritu del padre Teilhard desde su juventud. Testigo de ello es esta carta del 15 de marzo de 1916 al padre Fontoynont: «La embriaguez del panteísmo pagano, la desviaré hacia un uso cristiano, reconociendo la acción creadora y formadora de Dios en todas las caricias y en todos los choques... La alta pasión de la lucha por saber, por dominar, por organizar, la desencadenaré sobre los objetos naturales, pero con el trasfondo y el objetivo último de proseguir la obra creadora de Dios, comenzada, por ejemplo, en la elaboración inconsciente del cerebro humano... El amor ingenuo o inquisitivo por la gē mētēr (la Tierra-Madre), lo divinizaré, pensando que de ese todo misterioso que es la materia, algo debe pasar, por la resurrección, al mundo de los cielos... Y así, sin ruptura, llevado por la gradación natural de lo material, de lo viviente, de lo social, encuentro al final de mis deseos al Cristo cósmico (si me atrevo a decirlo), aquel que une en el centro consciente de su persona y de su obra todo movimiento de los átomos, de las células, de las almas...».

La iniciación gnóstica del padre Teilhard se remonta a su juventud. Su espíritu ya estaba preso del culto a la Tierra-Madre, de un evolucionismo delirante, de una identificación del alma de Cristo con la materia y los átomos. Hay que reconocer aquí el soplo poderoso y devastador del espíritu de las tinieblas, que exalta las pasiones más bajas, aquellas de la ambición y de la dominación.

Finalmente, en una carta a Maryse Choisy escrita desde Nueva York, pocos días antes de su muerte, el 10 de abril de 1955, el padre Teilhard le transmite sus reflexiones tras la lectura de un texto de Jung, al que llama su ilustre Maestro. A propósito de la Asunción, Jung sostendría la tesis de que, en la mística católica, el auge de la mariología sería obra de las mujeres, que desean verse bien “representadas en la estructura del Reino de los cielos”. Pero mi convicción –dice Teilhard–, al contrario, es que ese ascenso tan notable de lo mariano junto a lo cristológico es principalmente obra de los hombres, especialmente de los hombres consagrados al celibato. Los grandes devotos de la Virgen han sido hombres: san Bernardo, san Francisco de Sales, san Luis Gonzaga, san Berchmans, etc., mientras que las grandes devotas del Cristo-hombre —no digo del Cristo cósmico— han sido mujeres, santa Teresa, etc. El fondo y el interés de la cuestión mariana, del hecho mariano —según mi opinión— es traicionar una necesidad cristiana irresistible de feminizar, aunque sea mediante una atmósfera o envoltorio externo, a un Dios, Yahvé, horriblemente masculinizado, lo cual es simplemente una de las caras actuales del sobre-descubrimiento de Dios: un Dios a la vez cosmisado y feminizado, en reacción contra un cierto paternalismo neolítico, demasiado a menudo presentado como la esencia definitiva del Evangelio. ¿Qué piensa usted? Buen coraje para su hermosa tarea».

He aquí, bajo un lenguaje complicado y rebuscado, la evocación de la Sophia de los gnósticos; un Dios feminizado, es la Femineidad Suma del Gran Todo Divino. Por el sobre-descubrimiento de Dios, alcanzamos un Hypertheos, una divinidad-Sabiduría que contiene y encierra a todos los seres del Universo, del Cosmos.

Todo esto demuestra claramente la formación masónica del padre Teilhard por mediación de Maryse Choisy. Por eso resulta perfectamente lógico encontrar en la revista masónica Le Symbolisme, de abril-junio de 1962, esta significativa afirmación:

«No creo que los teólogos reconozcan fácilmente al padre Teilhard como uno de los suyos. Pero es seguro que los masones, que conocen bien su arte, lo saludan como su hermano en espíritu y en verdad».

¡Ay! ¡Cuántos teólogos lo han reconocido como uno de los suyos, a pesar de lo dicho por la revista masónica! Es preciso que el mundo eclesiástico estuviera singularmente masonizado hasta las cumbres de la jerarquía, para haber reconocido y magnificado la obra de un “Hermano”.

Para concluir y retomar los principios que han guiado nuestras investigaciones en este capítulo, creemos deber citar esta página inédita del célebre jesuita: «... Hacer surgir, desde las profundidades juveniles y magmáticas de su ser, un impulso aún informe pero poderoso de aspiración y esperanza ilimitadas. Mugido de las olas sociales... todos los ruidos discordantes que suben en este momento desde la masa humana resonando al compás de una nota fundamental única... Solo que en él, por bruscos aflujos, en dosis masivas, de una savia nueva, es el espíritu religioso el que hierve y se transforma...».

Hemos comprendido bien que ese “espíritu religioso, que hierve al surgir de las profundidades magmáticas, con mugidos, olas y ruidos discordantes”, no es otro que la Serpiente engendrada por la Tierra-Madre, proveniente de ese mundo subterráneo e infernal, de ese suelo misterioso y profundo, del cual ha emergido para atraer allí, a su vez, a los hombres y hacerlos sumergirse en ese espejo cósmico, mediante una caída en la Nada, el “Nirvana” (1). Constatamos que Satanás ha perfeccionado su estrategia desde los orígenes de la Gnosis. En otros tiempos, proponía a los hombres liberarlos de su cuerpo, caparazón inútil y envoltura terrestre, para liberarlos, liberar su alma y permitirle elevarse al mundo de la Luz.

Hoy, por el contrario, atrae al hombre entero, cuerpo y alma, a las profundidades ctónicas de su mundo subterráneo. Explica a los hombres que su alma no es otra cosa que un movimiento de átomos, un mugido de olas, un cúmulo de células, de materia inerte; que todo eso debe retornar a su fuente originaria, magmática, al Cosmos, al mundo del cual él, la Serpiente, es el soberano señor. Esto es lo que los gnósticos de todos los tiempos han llamado el Retorno a la Unidad Primordial. Ya no se trata de una liberación, de un vuelo hacia los cielos, sino de una atroz esclavitud a la materia. A esta atracción hacia lo bajo la hemos llamado un “Espejismo cósmico”.

Nos hemos limitado a exponer el pensamiento de cinco escritores contemporáneos que gozan, en nuestro mundo paganizado, de un inmenso prestigio [Maurice Barres, Charles Baudelaire, Henri Bergson, Simone Weil y Gustave Thibon]. También podríamos haber citado a una multitud de otros autores actuales que continúan difundiendo este pensamiento gnóstico y trabajan con un encarnizamiento diabólico para perder las almas. ¿Para qué hacerlo? Aquellos que se han tomado la molestia de seguir nuestros estudios con toda la atención necesaria, no tendrán dificultad en reconocer por sí mismos los temas aquí abordados en sus futuras lecturas, y serán capaces de identificar por sí mismos su carácter maléfico.

 

(1)Monseñor Marcel Lefebvre, en la época en que era [superior general] del Espíritu Santo, escribió al señor Alain Tilloy para expresarle su acuerdo de fondo respecto a su estudio sobre Teilhard de Chardin: “Estimado señor Tilloy: Su obra es una tesis que muestra las afinidades de esta doctrina de Teilhard de Chardin con ideologías antiguas que se han perpetuado a lo largo de la historia. La comparación que usted establece es impactante. Al haber tenido, como usted, la oportunidad de estudiar esos vínculos estrechos con la Gnosis, se comprende mejor el peligro que representan los escritos de Teilhard de Chardin… Por caminos distintos, yo llegaba a la misma conclusión que usted respecto a la contradicción profunda, radical, del pensamiento de Teilhard con el de Nuestro Señor...”


E. Couvert, La Gnose universelle, Editions de CHiré, 1993, págs. 141 a 145.