sábado, 3 de agosto de 2024

FALSOS BATALLADORES

 


Por Juan Manuel de Prada

Resulta muy ilustrativo del grado de confusión (y perversión) que invade la vida política el fenómeno de la llamada ‘batalla cultural’, promovido desde ámbitos ideológicos que el progresismo ambiental denomina ‘ultraderechistas’. En realidad, tal ‘batalla cultural’ es una engañifa completa, pues sus adalides comparten siempre los presupuestos de sus contrincantes, de tal modo que sólo logran crear con ellos chirriantes antagonismos, aturdiendo de este modo a sus adeptos, que creen ingenuamente estar participando de una demogresca cósmica en la que se dirime el destino de la Humanidad… cuando tan sólo se está dirimiendo el método de imposición de las ideas que supuestamente combaten. Podría decirse, incluso, que los promotores de la llamada ‘batalla cultural’ benefician la imposición de esas ideas, pues evitan que se impongan despóticamente (lo cual siempre dificulta su aceptación social), para imponerse bajo una apariencia de disputa. De este modo, los promotores de la ‘batalla cultural’, además de alimentar la demogresca que debilita a los pueblos, permiten al oponente presentar sus victorias ante su parroquia como conquistas épicas… a la vez que la parroquia adversa queda retratada como fanática y desequilibrada.

Y, en algún modo, efectivamente lo es. Pues existe un desequilibrio flagrante, una penosa distorsión cognitiva, en quien pretende combatir a quienes considera errados sosteniendo sus mismos principios, pero pretendiendo que tales principios tengan consecuencias diversas a las que su propia naturaleza presupone. Si uno compra un automóvil pero después pretende desplazarse en él por tracción animal, es natural que se le tilde de rezagado. Si uno acepta el concepto de libertad negativa y de autonomía del individuo propios del liberalismo pero después pretende combatir –pongamos por caso–el aborto, todas las medidas que proponga resultarán inevitablemente extorsiones odiosas que tratan de constreñir el ‘derecho a decidir’ de la mujer. Y, además, su discurso resultará siempre desequilibrado y vociferante; pues pretender que las ideas no tengan sus consecuencias lógicas exige contorsiones del pensamiento que no pueden expresarse de forma equilibrada. No se puede comprar un automóvil para que tire de él una mula; no se pueden aceptar los conceptos liberales de libertad, o de nación, o de tantos otros, y pretender luego evitar las consecuencias que se derivan de los mismos. Y todo intento de evitarlas será un pataleo frenético pero a la postre inane; y fortalecedor de las tesis que se pretenden combatir.

A la postre, todas estas ‘batallas culturales’ que se presentan falazmente como batallas cósmicas contra el progresismo acaban generando frustración, salvo en los orates y en los aprovechateguis que han hecho de la creación de chirriantes antagonismos su medio de vida. A ellos no les importa que los tilden de ‘ultraderechistas’, porque mientras tanto están chupando del bote; y al progresismo triunfante le interesa sufragar opíparamente a estos ‘ultraderechistas’, a cambio de emplearlos como payasos de las bofetadas. Además, mientras estos ‘ultraderechistas’ pastorean a los posibles disidentes con la engañifa de las ‘batallas culturales’, se logra que los disidentes, en lugar de defender otros presupuestos equilibrados que propongan una visión del hombre y del mundo verdaderamente alternativa a las ideologías modernas, se adhieran a los principios que interesan al progresismo y se agoten tratando ridículamente de evitar sus consecuencias impepinables.

Los promotores de las ‘batallas culturales’ no son, en fin, sino esbirros sistémicos encargados de mantener los antagonismos cerriles que favorecen la demogresca y de impedir que la gente se quite de los ojos la venda que permite una visión nueva y verdaderamente alternativa, donde la libertad humana se atenga a la naturaleza de las cosas. Esa visión nueva sólo la brinda el pensamiento tradicional, que crea un nuevo tipo de hombre equilibrado que Gustave Thibon comparaba con «una montaña cuyo equilibrio implica la existencia de dos vertientes. Y esa amplitud de base le permite, como la montaña cuya cima se pierde audazmente en el cielo, comprometerse a fondo, despreciar las medias tintas y las precauciones; puede ir muy lejos y muy alto sin peligro para su base interior; es lo bastante fuerte y rico para ser saludablemente excesivo». Frente a este equilibrio del hombre tradicional, las ‘batallas culturales’ sólo generan hombres desequilibrados, tan vociferantes como inanes, que contribuyen al triunfo de las ideas que aseguran combatir.

 

Fuente:

https://noticiasholisticas.com.ar/falsos-batalladores-culturales-por-juan-manuel-de-prada/