martes, 28 de marzo de 2023

Teilhard y su Ángel: ¿Nihil obstat?

 


“Nuestra época tiene algunos ídolos venerados: Moloch, Mammon, Príapo. Hay que añadir Belfegor, el demonio de la confusión mental”.

(Giovanni Papini)

 

Nuestro mundo conoce demasiados maestros del error, falsos profetas, de quienes un día dijo Dios: Yo no he enviado a los profetas, y ellos corrían; no les hablaba, y ellos profetizaban (Jer. 23,21). Pseudoprofetas que envenenan las almas con extrañas y falsas doctrinas

(Catecismo Romano del Concilio de Trento, Prólogo, III)

 

Escribir sobre Telar Chardón en la Argentina ignorando al P. Meinvielle es descaro, ignorando el Monitum pontificio, es inobediencia

(Padre Castellani)

 

 

No podía ser de otro modo. Así como Häckel y Teilhard hicieron fraude con sus experimentos científicos, los seguidores de este último “Maestro” imitan el bajo procedimiento de la falsía con el fin de defender sus teorías y opugnar a sus contradictores.

Sin dudas puede ser una forma de honrar a su maestro, pero no una forma de honrar la propia condición de católico.

¿Ha ocurrido lo mismo con Ángel Faretta? Daremos los hechos y el lector podrá sacar sus propias conclusiones.

Hablamos pues, en concreto, del crítico de cine, teórico, escritor y bon vivant Ángel Faretta, que, sacado de sus casillas, como él mismo admite (no es el mejor modo de dar una charla, desde luego) registra un video para su canal de YouTube (SOBRE TEILHARD DE CHARDIN Y CIERTOS "MALOSENTENDIDOS..." https://www.youtube.com/watch?v=2_2u5rJyf9E&t=135s), el cual vamos brevemente a comentar.

Comienza el lamentable video dando a entender de entrada, indirectamente, que los que critican a Teilhard de Chardin (o los que lo critican a él por defender a Teilhard de Chardin) son unos estúpidos; lo dice de manera pretendidamente elegante citando al escritor francés Paul Valéry: “La estupidez no es mi fuerte”. Bueno, pues acá nos gustaría citar una pequeña lista de los “estúpidos” que a lo largo del tiempo han refutado y han puesto en evidencia, de arriba abajo y de un costado al otro, del derecho y del revés, las doctrinas y prácticas malsanas de ese personaje siniestro que fue el sacerdote hereje, apóstata, masón Teilhard de Chardin. Es un listado incompleto de prestigiosos científicos, teólogos, filósofos, sacerdotes y escritores:

De Europa:

Biólogos: Jean Rostand (no creyente), J. Monod (no creyente), Bounoure (católico), Vernet (protestante), más una serie de sabios alemanes: O. Kühn, Standinger, Gehlen, etc., opuestos a su hiperevolucionismo; Medawer, de la Universidad de Londres (Premio Nobel).

Filósofos, etnólogos y críticos: Marcel De Corte (Universidad de Lieja, católico), G. Bastide (representante del idealismo universitario clásico), J. Ellul (protestante), E. Gilson, J. Maritain (católicos), J.-F. Revel (librepensador), Cl. Rosset (no creyente), J. Servier (no creyente), Soustelle (no creyente), Charbonneau (no creyente), Prof. Louis Jugnet, Louis Salleron, etc.

Teólogos: R.P. Garrigou-Lagrange O.P., R.P. Philippe de la Trinité (Roma), Mgr A. Combes (jefe de investigaciones de C.N.R.S.), los Padres Guérard des Lauriers (antiguo alumno de la Escuela Normal Superior, agregado de ciencias, doctor en filosofía, maestro en teología, profesor en la Universidad de Letran, especialista en filosofía de las ciencias), Roger Calmel (Dominico), Frénaud (Benedictino) ; Hugedé (protestante, Universidad de Ginebra), Mons. Marcel Lefebvre, Don Luigi Villa, Charles Journet y muchos otros.

De Argentina:

Padre Leonardo Castellani, Padre Julio Meinvielle, Dr. Enrique Díaz Araujo, Rubén Calderón Bouchet, Dr. Horacio Boló, Abelardo Pithod, Carlos A. Sacheri, Aníbal D’Angelo Rodríguez, etc.

Nos parece que al leer esta lista, uno lo menos que puede hacer es evitar tildar de “estupidez” la crítica a Teilhard, y más bien la acusación, como un boomerang, parece volverse contra el que la ha arrojado. A no ser que se pretenda apuntar a alguien en particular, pero en ese caso se lo debe aclarar. Pero, en su video Faretta apunta en general a los que “hinchan” con (y no “por”) Teilhard. Y bien, estamos en buena compañía. Hinchemos un poquito.

Pasados los primeros treinta segundos del video, donde anuncia que va a barrer "ciertas escorias” (sí, Faretta sale lanzado como toro a embestir al banderillero, ya dijimos que estaba con los nervios de punta), anuncia la finalidad de su video: desmentir a los que acusan a Teilhard por dos cosas específicas que serían las que lo caracterizarían o le criticarían: el evolucionismo y el optimismo.

Para “barrer” la primera acusación, se vale del, según dice, “Diccionario de Teología” de Giacomo Canobbio (el libro en realidad se llama “Pequeño Diccionario de Teología”), y aquí viene la “metida de perro”, la trampita de Faretta a su espectador, al advertir con mucho énfasis: “Por supuesto, este libro tiene el Nihil obstat, esto es de las autoridades eclesiásticas, que en latín significa que no hay nada que objetar, Nihil obstat, o sea que ha pasado por el tribunal de la fe y por las autoridades teológicas”. Démosle stop al video aquí mismo. Por supuesto, lo que acaba de decir Faretta es una gran falsedad (¿o prefieren llamarle metida de pata?). El Diccionario de Canobbio que tiene en sus manos Faretta es el mismo que tenemos nosotros ante nuestros ojos, se publicó por primera vez en italiano en 1989, y en español en 1992. Ahora bien: tras el Concilio Vaticano II, se acabó la revisión de la ortodoxia de los libros, y a tanto llegó que en 1966 el Papa Pablo VI directamente eliminó el “Índice de libros prohibidos”. No es necesario explicar que esto les resultaba conveniente a los modernistas, ¿verdad? que desde entonces comenzaron a invadir con sus libros heréticos las librerías “católicas” del mundo entero (puede comprobarlo cualquiera que tenga la osada paciencia de ingresar a librerías como “Claretiana”, “San Pablo” y otras cadenas del neo-catolicismo conciliar). Cualquiera, también, puede comprobar, mirando las primeras páginas de este diccionario, que no tiene ninguna “aprobación eclesiástica”, ningún “nihil obstat” o “imprimatur”. O sea, la publicación es totalmente libre, no contiene ninguna “garantía” de probidad en su doctrina. No pasó por ningún “tribunal de la fe”.

En tanto, y para darle una chance de explicarse, en la caja de comentarios al video mencionado le fue enviada a Faretta (sábado 18 de marzo) la requisitoria de si estaba seguro que su diccionario contaba con el nihil obstat. Hasta la fecha de publicación de nuestro artículo (pasada más de una semana), ese comentario –del cual contamos con su captura de pantalla- no fue subido ni respondido. Y eso pese a que dos días después de enviado aquel, Faretta subió otro video a su canal, es decir que debió tener acceso a ese comentario. Por si fuera poco, hacia el final del nuevo video –anunciando un seminario en abril y mayo sobre su ya desgastado hit “El concepto del cine”- Faretta (minuto final) agradece los comentarios que ponen en el canal de YouTube, añadiendo lisonjeramente: “Cada opinión de ustedes, cada agradecimiento, es lo que nos justifica”. ¡Por supuesto, a no ser que se trate de cuestionamientos o de preguntas que no le conviene responder! Por caso, en un video anterior se descuidó y publicó un comentario que decía así: Que manera de hablar y no decir nada.. Otro chanta...”, el cual luego retiró (video donde habla del “sentido de la historia”…sin mencionar a Jesucristo, que es el alfa y la omega de la misma. Eso sí: no elimina los muchos comentarios donde se lo ensalza casi hasta la categoría de un dios pagano, por caso uno descubierto al azar en un hilo de twitter (de una página o canal llamado “Pensamiento Faretta”, sic), donde alguien que se identifica con la bandera de Ucrania (para ser políticamente correctísimo) le dice: “Te amo Angel sos lo más grande del mundo”. En fin, mejor sigamos el hilo de nuestro artículo.

Para que no nos acusaran de atolondrados, de exagerados o lo que fuere (¿impiadosos?), decidimos consultar también a la editorial española que ha editado el libro “Pequeño diccionario de teología” de Giacomo Canobbio, que es la editorial Sígueme. La consulta era si publicaban libros de teología sin el correspondiente “nihil obstat”. La respuesta que nos ha llegado ha sido textualmente la siguiente:  

“Agradecemos su consulta.

Este libro, traducción de una obra publicada anteriormente por el autor en Italia, no necesita estos requisitos.

Atentamente,

Ediciones Sígueme”.

De la respuesta se desprenden dos cosas: primero, que el famoso diccionario que según Faretta tiene el “nihil obstat”, en realidad no lo tiene, porque según admite la editorial “no necesita estos requisitos”. Lo segundo, es que es evidente que si un diccionario de teología no necesita contar con la aprobación eclesiástica –debidamente manifestada por escrito para tranquilidad del lector-, ¿entonces qué libro lo necesita? Puede verse el desinterés modernista en cuanto a la custodia de la verdad (sólo una simulación) leyendo el Código de Derecho Canónico de 1983, en los cánones 823 a 832. Hay uno que directamente dice lo siguiente (resaltamos nosotros): “Con licencia de la Conferencia Episcopal, los fieles católicos pueden confeccionar y publicar, también en colaboración con hermanos separados, traducciones de la sagrada Escritura acompañadas de las convenientes notas a aclaratorias (C 825 P 2). Sin comentarios.

(El video sigue detenido y quizás Faretta aproveche para ensayar su defensa afirmando que lo del “nihil obstat” era sólo una expresión metafórica o hiperbólica de su parte. En ese caso, habría que demandarle una guía de interpretación de todo su discurso para saber cuándo habla en sentido literal y cuando en sentido figurado, simbólico o esotérico. ¿Quizás su lenguaje sería permanentemente evolutivo, y por lo tanto siempre actualmente infalible?)

Aunque sí, concedemos, el mencionado diccionario –curioso diccionario de Teología que no tiene entrada para las palabras Fe, Eucaristía, Misa, Sacrificio o ¡Jesucristo!, pero ¡sí figuran Martín Lutero y Zwinglio!-, está avalado por los modernistas, puesto que sus entradas son escritas por teólogos u escritores herejes de tal condición. Dejemos de lado que al leer la ambigua entrada sobre evolucionismo (compárese esa entrada con la que figura en, por ej. el verdaderamente católico “Diccionario de Teología Dogmática” de Parente, edición española de 1955), Faretta comete un error garrafal: el diccionario menciona la encíclica “Humani generis” de Pío XII, Faretta lee (pronunciando mal el latín): “Homini generis”. Sin dudas un lapsus debido a la influencia “hominizadora” teilhardiana. Pero su clara intención, al hablar del “nihil obstat”, es valerse del argumento de autoridad para dar a entender a su espectador que la Iglesia no objeta en sí el evolucionismo y por lo tanto “está todo bien” con Teilhard de Chardin. Es decir, a Teilhard se lo critica por defender sólo una teoría científica que el tradicionalista Pío XII dijo era lícito usar. ¡Tomá mate! ¡Pobre Teilhard, víctima de las calumnias! (*)

Pero la verdad es que Teilhard va mucho, muchísimo más allá, confunde el orden natural y el orden sobrenatural, la materia y la forma, en lo cual –y en muchas otras cosas- se opone a la enseñanza de la “Humani generis”, que recuerda claramente la distinción entre forma y materia y se opone “a la hipótesis monista y panteísta de un Universo sometido a una evolución perpetua”. Teilhard no se queda, pues, en el terreno especulativo de la teoría evolucionista del origen del hombre sino que se toma de allí para darnos toda una “teología evolucionista” fantasiosamente peligrosa, y verdaderamente herética; “hace, de continuo, una indebida transposición al plano metafísico y teológico de los términos y de los conceptos que utiliza en su teoría evolucionista; transposiciones que generan, de continuo, ambigüedad conceptual y esconden enormes errores” (D. Villa). Ese es el asunto.

Hay que ser claros: si de verdad a Faretta le interesase lo que dice la Iglesia, tendría que decir, 1) que la Iglesia condenó los escritos de Teilhard y no le dio el “Nihil Obstat”, y 2) que no fue por interesarse en una simple teoría científica. Eso es reducir el problema al nivel de la revista Anteojito (que en paz descanse). En otras palabras, y para hablar el lenguaje actual: Faretta pretende hacernos tragar una “fake news”.

Como Faretta debió de entrada ir a lo importante y no lo hizo, antes de seguir daremos al lector la condenación de la Santa Sede a las obras del padre Pierre Teilhard de Chardin:

 

CONDENACION DE LAS OBRAS DE

TEILHARD DE CHARDIN

 

1927: Negativa de la Santa Sede para acordar el Imprimatur al volumen “El medio divino”.

1939: La Santa Sede condena “La energía humana y el fenómeno humano”.

1949: El Santo Oficio condena “El grupo zoológico humano”.

1957: El Santo Oficio ordena el retiro de las obras de Teilhard de Chardin de todas las librerías católicas.

1962: La Santa Sede publica un Monitum previniendo contra las obras de Teilhard de Chardin.

1962: La Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de Roma prohíbe a los seminaristas la lectura de las obras de Teilhard de Chardin.

1963: Pablo VI, por voz de su vicario, en su calidad de Obispo de Roma, ordena a todas las librerías católicas de la diócesis de Roma que retiren de circulación no solamente los escritos de Teilhard de Chardin sino también todas las obras que le sean favorables.

 

MONITUM DEL SANTO OFICIO DE 1962

 

“Algunas obras del Padre Teilhard de Chardin, aún sus obras póstumas, son publicadas y encuentran un favor no despreciable.

Independientemente del juicio manifestado en lo que recoge de las ciencias positivas, en materia de filosofía y de teología, aparece claramente que las obras citadas más arriba encierran ambigüedades tales, y asimismo errores tan graves, que ellas ofenden a la doctrina católica.

“También los Eminentes y Reverendísimos Padres de la Suprema Congregación del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios y Superiores de los Institutos religiosos, a los Rectores de Seminarios y los Presidentes de Universidades, a defender los espíritus, particularmente los de los jóvenes, contra los peligros de las obras del Padre Teilhard de Chardin y de sus discípulos.

“Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el 30 de junio de 1962. Sebastianus Masala, Notario”.

Creemos que estos textos son muy claros, y para el católico, puesto que además estos decretos y admoniciones no fueron nunca abrogados, son una línea de conducta a seguir. Y nótese que se menciona a Teilhard “y sus discípulos”. Faretta parece ubicarse cada vez más en esa categoría de fan-discípulo, por lo tanto, hay que incluirlo en los que enseñan peligrosamente tales errores, lo que nos lleva a tener que señalarlo.

Faretta no menciona estas condenaciones de la Iglesia (¡no es conveniente hacerlo, por supuesto!) y desvía la atención simplificando un tema muy complejo, como si hablara a espectadores habituados a leer la revista “HOLA” en las salas de espera del dentista. Pero hay que profundizar un poco. Entre nosotros, fue el Padre Julio Meinvielle quien más sabiamente ha estudiado el tema, dedicándole a Teilhard dos libros. Incluimos por eso más abajo, a este propósito, un artículo (en su segunda parte) muy esclarecedor, acerca del estudio que ha hecho el P. Meinvielle sobre Teilhard.

Téngase en cuenta: el P. Meinvielle dedicó a Teilhard un libro de 90 págs. “La cosmovisión de Teilhard de ChardinEstudio crítico” (1960) y otro de 276 págs. “Teilhard de Chardin o la religión de la evolución” (1965), no hizo un improvisado video insultando como un refinado “hooligan” a sus posibles contradictores, dando un dato falso, citando dos frases sueltas y pretendiendo con eso dar por zanjada la cuestión.

(De acuerdo: supongamos que lo de Faretta es sólo un “malentendido”. Pero, lo sería de su parte, y no de los que impugnan a Teilhard. Y es también un “malenseñado”. Se resume en la palabra “Modernismo”, aunque Faretta abomine siempre de la modernité).

Cerramos nuestro artículo con estas palabras nada ambiguas de Don Luigi Villa, aquel gran sacerdote encargado por el Padre Pío de trabajar en el combate contra la Masonería dentro de la Iglesia:

“Desafortunadamente, Teilhard de Chardin, ha dejado una brecha, o ha golpeado, especialmente en los ambientes católicos y religiosos, tal vez precisamente por su presunto rigor experimental científico y teológico, que los verdaderos hombres de ciencia y los verdaderos teólogos, sin embargo, rechazan como un escandaloso montaje. Hemos visto – al menos brevemente – que en los escritos de Teilhard hay todo un cúmulo de confusiones, de afirmaciones ilegítimas, cándidamente presentadas como si estuvieran demostradísimas; hay desviaciones verticales, untuosamente presentadas a la sombra de la religión; hay, en una palabra, todo un falso “fermento evangélico”, lleno de herejía y de engaños. Este jesuita, no suficientemente condenado, ni bastantemente prohibido, lejos de ayudar a los hombres a acercarse a Dios, (su punto “Omega”), ha sembrado, en el interior de la Iglesia, confusiones, divisiones e incluso odio; lo cual está exactamente en lo opuesto del impulso evangélico, por la salvación del hombre, implementado por el genio de los Padres de la Iglesia y por los Santos de todos los tiempos.”

 

 

Flavio Mateos

 

 

(*) Podemos responder también con el Padre Luigi Villa, la pretendida defensa de Teilhard a partir de que sería simplemente un defensor de la teoría evolucionista: “Los teilhardianos me podrían objetar que aplasto el pensamiento de Teilhard porque rechazo, apriorísticamente, el evolucionismo; mientras, por el contrario, demostrado esto como verdadero, mi discurso sería una tontería. Pero no me asusta su astucia. Aún dando por verdadera su “hipótesis” evolucionista, (¡contradicha, por otra parte, en la actualidad por los más famosos estudiosos y científicos!), se debería decir que el organismo de un simio (o lagartija, avispón, sapo, ¡da lo mismo!) habría evolucionado tanto, hasta el punto de volverse, ontológicamente, capaz de recibir el alma espiritual, libre, inmortal, creada inmediatamente por Dios. Pero Teilhard de Chardin niega, explícitamente, la distinción entre materia y espíritu, afirmando que entre una y otra no existe diferencia metafísica, sino sólo “cambio de estado cósmico”, (changement d’état cosmique”). Ahora, esto, de ninguna manera es evolucionismo; es sólo pan-evolucionismo, ateo, materialista, herético.”

(“El jesuita masón y herético Teilhard de Chardin”, Editrice Civiltà – Brescia 2006).

 

Los argumentos antitelhardianos de Meinvielle

Patricia Barrio de Villanueva

Fuente:

 https://www.quenotelacuenten.org/2015/07/21/evolucionismo-catolico-el-caso-de-teilhard-de-chartin-2-2/

 

 

Meinvielle explicaba que hay dos modos de interpretar a Teilhard “el uno, restando importancia a sus conceptos de creación, pecado, redención, etc., considerándolos extraños a su sistema, conceptos que podrían desgajarse y enviarse a un Apéndice”. Este es el modo de leerlo de Henri de Lubac. El otro es considerar esas páginas “como fundamentales… para develarnos el verdadero Teilhard de Chardin”. Este es el modo de interpretarlo de Philippe de la Trinité, Guérard des Lauriers, Charles Jugnet y André Combes “y es también el que a nosotros nos parece correcto”, señalaba el sacerdote argentino.

La crítica de Meinvielle a las ideas del jesuita es enorme. En este comentario, solo trataremos algunos. Ellos son: el método, la concepción de evolución generalizada y los errores que se derivan de ella: el concepto de Dios y de la materia, la trascendencia del alma espiritual, la creación del hombre, el problema del mal y del pecado, los misterios cristianos de la Encarnación y la Redención, la vida cristiana.

Respecto del método, el sacerdote argentino señala que si bien Teilhard decía que su objeto de estudio era “el fenómeno”, no explicitaba cuál tipo porque, señala Meinvielle, había muchos, con sus peculiaridades (“físico-químicos, biológicos, psicológicos, sociológicos y espirituales”), y cada uno requiere un método. Y afirma: “Reducir todos estos fenómenos al denominador común de fenómeno y en consecuencia querer aplicarles un tratamiento uniforme y homogéneo es, de entrada, emplear un método errado que deberá llevar a incalculables y gravísimos errores”. Pero, además, “no es cierto que Teilhard se mueva siempre en el terreno de la observación fenoménica. Pues habla a veces de realidades que sólo se pueden alcanzar por el conocimiento racional o por la revelación divina y que en consecuencia, rebasan absolutamente el campo de los sentidos en que se sitúa la observación fenoménica científica”. Ese es el caso de su evolucionismo universal cuya escala de análisis no admite “como certezas empíricas conclusiones en las cuales la dosis de hipótesis y de suposición es muy elevada”. O, dicho de otra manera: lo que él presentaba era una teoría que no estaba basada en evidencia científica.

Justamente, el corazón del sistema teilhardiano era una construcción teórica, la de la evolución transformista. Antes de analizarla, Meinvielle aclara que “La filosofía cristiana no se opone a la posibilidad de la evolución, aún extendida a toda la naturaleza material, ni tampoco al salto, por vía evolutiva, de la materia inorgánica a la vida, con tal de que se salve el principio de causalidad que exige que el efecto no sea mayor que la causa. Por tanto… será necesario sostener la acción, verdaderamente creativa de un Dios personal omnipotente que inicia, por el acto de sacar de la nada la primitiva materia, y dirige todo el proceso evolutivo, aunque valiéndose, como de causa instrumental, de las virtudes previamente depositadas en dicha materia. También será necesario sostener el carácter estrictamente espiritual del alma humana que solo puede ser efecto inmediato de la misma acción creativa divina”.

Pero el evolucionismo transformista de Teilhard no cumplía con estas exigencias. Él sostenía una evolución cuyos eslabones eran la Cosmogénesis, Biogénesis, Noogénesis y Cristogénesis. Era un proceso total y lineal (un progreso, se podría decir), que comenzaba con lo Múltiple y, en una trayectoria en forma de cono -explicaba el francés-, “lo Múltiple se va enrollando y concentrando en un proceso evolutivo de convergencia que llega a la Noosfera, que es el estado de hominización”. Dentro de esta última fase, en la actualidad se vivía un proceso caracterizado por la planetización, el progreso y la socialización, en que las conciencias, aunque sin perder la personalidad se agrupaban formando -decía el jesuita-, “una sola unidad orgánica mayor, cerrada sobre sí misma, una sola arqui-molécula hipercompleja, hipercentrada, hiperconsciente, coextensiva al astro sobre el cual ha nacido”[1]. Es decir, como hacía unos veinte o treinta mil años el hombre no tenía progreso perceptible, Teilhard arguía la conformación de una nueva entidad, la del “hombre-colectivo”, que era igual a la adquisición de “una circunvolución suplementaria del cerebro, un verdadero progreso”. Progreso considerado como el ascenso de la conciencia que afectaba la organización; progreso, según el paleontólogo, de “concentración económica señalada por la unificación de la energía de la Tierra; concentración intelectual; concentración social por la unificación de la masa humana en un conjunto pensante”. Es que en virtud de la Evolución Convergente, el progreso era automático y continuo “de socialización, de planetización y de convergencia científica, técnica y social, filosófica y religiosa, hasta formar un alma común”. Esta alma humana común se encaminaba hacia el establecimiento de “las bases posibles de un credo humano común” que había de encontrar “una fe renovada en el progreso humano”.

El fin de este proceso es la Pleromización de Cristo, el Punto Omega que era un Dios Personal hacia Quien convergía necesariamente el Universo.

¿Qué pensar de todo esto?, se pregunta Meinvielle: “Que si se trata de divagaciones poéticas pueden ser verosímiles, pero como verdades científicas no tienen base ninguna”. Además, más allá de la planetización, el sacerdote argentino se pregunta cómo Teilhard no advertía la falta de progreso moral en el mundo. No entiende cómo un hombre que había pasado por dos guerras mundiales podía estar convencido de este progreso ineludible. La respuesta la halla en el teólogo protestante Charbonneau quien consideraba a Teilhard un hombre anterior a la Gran Guerra, cuando todavía la fe en el progreso tenía vigencia.

Pero, en rigor, para Meinvielle, el problema de este sistema era que desfiguraba y contradecía los principios de la fe católica.

Así, frente al concepto de creación, Teilhard señalaba que en el origen estaban los dos polos, Dios y lo Múltiple. Infinitamente rarificado, lo Múltiple, aniquilado por esencia, dormía en las antípodas del ser uno y concentrado”. “Crear -señalaba Teilhard-, es condensar, concentrar, organizar y unificar”. Consecuentemente, dice Meinvielle que: “Al hacer del unir la esencia propia del ser, sostiene que lo Múltiple, propiamente no es, o podría no ser en absoluto sino porque al estar disociado, desunido no es, ya que ser es estar unido. Hay en Teilhard un verdadero maniqueísmo porque lo Múltiple, esa Nada positiva, no viene de Dios, sino que es independiente de Él y se le opone como un principio a otro principio”.

Esta negación del concepto de creación desencadenaba otros errores. Uno era la concepción de Dios. Al respecto, el autor francés sostenía: “En el mundo objeto de la creación, la metafísica clásica nos había acostumbrado a ver una especie de producción extrínseca, salida, por benevolencia desbordante, de la suprema eficiencia de Dios. Invenciblemente… me veo llevado a ver ahora en él un misterioso producto de integración y perfeccionamiento para el Ser absoluto mismo”. Un Dios que está metido en el proceso evolutivo casi necesariamente. Este Dios que unía y no creaba es objetado por Meinvielle: “¿Qué Dios es éste, que se perfecciona intrínsecamente con la misma criatura? Teilhard, que nos prometía quedarse rigurosamente en el más estricto campo de los fenómenos, penetra en lo más alto de la metafísica, pervirtiendo con sus falsos conceptos imaginativos, las más altas y delicadas nociones referentes a la Esencia divina y a la esencia creada”.

Igualmente se pregunta Meinvielle por el concepto de materia: “¿Qué es la materia?”, “¿lo Múltiple?”, “¿la Nada positiva?” Lo cierto es que por el postulado teilhardiano de que “lo que se manifiesta claramente en un nivel dado de Universo, debe existir, al menos en un grado infinitesimal, en todas las otras capas del Universo”, se podía decir que, para Teilhard, la materia tenía vida, conciencia y espíritu; por eso la llamaba “Divina Materia porque es crística y divina”. Subyacía en esta interpretación, dice Meinvielle, un panmecanicismo porque los cambios en el estado sintético de la materia provocaban una transformación “de la naturaleza en el estado de conciencia de las partículas del Universo”. O, dicho de otro modo, afirma el sacerdote argentino: “la estructura específica de los seres en el plano inorgánico, biológico y humano” se debía a un simple arreglo o “acondicionamiento de las primitivas partículas materiales”. Por lo tanto, también era un pan-materialismo porque la evolución subía accionada por una doble energía que está dentro de hasta la última partícula del universo: la energía radial o espiritual que lleva hacia arriba, y la energía tangencial que lleva hacia adelante y que es material. Y como decía el autor francés “… lo más revolucionario en el fondo y lo más fecundo en nuestro tiempo es la relación que ésta (la energía) deja aparecer entre la materia y espíritu: no siendo el espíritu ya independiente de la materia ni opuesta a ella, sino emergiendo laboriosamente de ella bajo la atracción de Dios por vía de síntesis y de contracción”.

En este movimiento inexorable, la trascendencia del alma espiritual e inmortal del hombre quedaba opacada, puesto que no había espacio para la intervención de Dios como dación del alma espiritual, señala Meinvielle. Asimismo, el transformismo evolucionista atacaba el dogma del monogenismo puesto que la descendencia de una primera pareja era inaceptable para Teilhard, al afirmar que, “desde el punto de vista de la ciencia, el primer hombre es y no puede ser sino una multitud, y su juventud está hecha de millares y millares de años”.

Otra interpretación del paleontólogo francés dañaba el concepto de mal y de pecado. Decía: “En sí lo Múltiple puro, inorganizado no es malo, pero por ser múltiple, es decir sometido esencialmente al juego de las probabilidades en sus ordenaciones no puede en absoluto progresar hacia la unidad sin engendrar el Mal aquí o allá por necesidad estadística… el Mal es un subproducto inevitable”. Es decir que el mal y el sufrimiento es “ante todo la consecuencia y el precio de un trabajo de desarrollo”. Por eso se pregunta Meinvielle: “¿Es este el concepto cristiano del mal moral o de pecado? ¿Dónde aparece en la exposición teilhardiana la criatura inteligente y libre, quebrando con su pecado el plan del Creador?”.

Al alterar la noción de pecado se deducían nuevos errores para la Fe. Por ejemplo, no había forma de conciliar la Encarnación, “efectuada en vistas de la Redención del género humano para compensar condignamente la culpa que había introducido Adán”, con una falla mecánica de la evolución, tal como lo sostenía Teilhard. Este creaba, entonces, una interpretación personal al señalar que la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo era una especie de “acabamiento mismo del Cosmos” exigido por el proceso evolutivo, relacionado con el misterio (establecido por él) de la Pleromización o misterio de la unión creadora del mundo en Dios.

También, el padre Meinvielle explica otra consecuencia de este sistema que era la desfiguración de la práctica de la vida cristiana porque “si el pecado no es una ruptura del orden primitivo creado por Dios sino es un residuo o desperdicio, ¿qué sentido tiene la gracia como sanadora de lo herido?”.

De este modo, Teilhard preconizaba una fe nueva, sobre la cual hablaba en su obra Lo Crístico. Su Dios era “no sólo cristiano sino transcristiano” como él le decía a su amiga Maryse Choisy. O, en otra carta que reproduce Meinvielle, dirigida a un dominico que había dejado la orden, donde el jesuita francés lo invitaba a trabajar para la construcción “de la nueva religión” desde adentro de la Iglesia misma.

Por último, resaltamos dos aspectos discutibles de Teilhard señalados por el autor argentino. El primero era la interpretación de la crisis del hombre actual, causada, según Teilhard, por el divorcio entre la Fe cristiana y la Fe en el mundo. Por eso, él criticaba los humanismos del siglo XX que deshumanizaban con su cielo bajo, y a las religiones que subhumanizaban por crear “una atmósfera rarificada de un cielo demasiado alto”. Las religiones, entonces, se tenían que transformar. Y afirmaba: “ya pasó el tiempo en que Dios podía imponérsenos desde fuera simplemente como un amo. El Mundo no se arrodillará de aquí en adelante sino frente al centro orgánico de su evolución”.

Conjugar Cristianismo y Mundo, sin hacer las discriminaciones necesarias con respecto a la naturaleza y condiciones de este, introducía serias ambigüedades, resalta Meinvielle. ¿A qué mundo se refiere Teilhard? ¿Al mundo como salido de la mano de Dios o al Mundo como enemigo del hombre? No se exponía esta distinción. Si el mundo podía ser perverso, “no hay derecho para interpretar el mundo con una noción exclusivamente relacionada con la Cristogénesis”. Y al no hacer esta diferenciación se daba pie para que el cristiano aceptara movimientos reprobables “como el comunismo, el freudismo, la socialización, el indiferentismo, el totalitarismo, el racismo y aún la eugenesia y la eutanasia”. Y no eran solo deducciones de Meinvielle.

Respecto del freudismo, por ejemplo, en una carta que le escribiera a Maryse Choisy, directora de la revista Psyché, de la cual era miembro del comité de honor, Teilhard discurría, siguiendo a Jung, sobre cómo la Mariología es obra de los hombres célibes como así el Cristo humano es obra de las mujeres. Y criticaba al Dios “horriblemente masculinizado” y proponía un Dios a la vez “cosmizado y feminizado en reacción contra cierto paternalismo neolítico con frecuencia presentado como la esencia definitiva del Evangelio”. En cuanto al marxismo, en una explicación de la síntesis entre la Fe en lo de Arriba y en lo de Adelante (que él representaba por un gráfico lineal de ejes cartesianos donde el eje “oy” representaba la tendencia cristiana hacia arriba, y el “ox” la tendencia comunista o marxista), proponía “una combinación, una resultante entre estos movimientos y que estaría expresada por la recta or”.

En tercer lugar, Teilhard hablaba de organizar científicamente la energía asimilando los conceptos de energía física y poder moral. “Entonces el tratamiento de la energía humana se puede realizar por una ensambladura mecánica artificialmente realizada”… “por un progreso en la organización económica y social”; … “por una ligazón obtenida por ondas hertzianas”. En el tratamiento de la energía humana debía tratarse de “ensayarlo todo, hasta el fin”, “tratarlo todo para saber y poder siempre más”. En igual sentido aceptaba el aporte de la Biología, la Fisiología y la Medicina para, por diversos medios, crear un tipo humano superior. Y en algunas páginas de El Advenimiento del Hombre, el jesuita presentaba, dice Meinvielle, “inquietantes insinuaciones que ponen en peligro altos valores de la personalidad humana de los débiles, contrahechos y deformes”. Así, Teilhard se preguntaba: “¿Cuál debe ser la actitud de fondo que se debe adoptar con los grupos étnicos detenidos o decisivamente poco progresivos, por el ala de la marcha de la Humanidad? La tierra es una superficie cerrada y limitada. ¿En qué medida se deben tolerar racial o racionalmente áreas de menor actividad?  Y también: ¿Cómo hay que juzgar los esfuerzos que multiplicamos para salvar en los hospitales lo que no es con frecuencia sino un desecho de vida? ¿Hasta qué punto el desarrollo del fuerte… no debe primar sobre la conservación del débil?  Estos conceptos acercaban el pensamiento teilhardiano a un darwinismo social y totalitario.

De este modo, el teilhardismo tocaba fondo con sus tesis anticristianas; razón por la cual era necesario rechazarlas de plano.

A modo de síntesis, podemos afirmar que Meinvielle tuvo clara conciencia de los errores del progresismo católico estudiado tanto en su conjunto como a través de algunos de sus exponentes más destacados e influyentes. Uno de ellos fue el paleontólogo Teilhard de Chardin quien unía la atracción de una escritura poética con el prestigio del científico. Pese a estas características, Meinvielle no dudó en enfrentar su sistema erróneo. Si en la primera obra, que data de 1960, el sacerdote argentino todavía reconocía los descubrimientos paleontológicos del jesuita, y por lo tanto se había centrado en su “cosmovisión” filosófica, en la segunda, publicada cinco años después, ya había perdido el respeto de sus conclusiones científicas.

En segundo lugar, Meinvielle demuestra un conocimiento actualizado de las grandes discusiones teológicas europeas, desplegadas en las revistas especializadas. Ayudado por estas lecturas, sostenido por el magisterio y enriquecido por otras fuentes, a las que acudió para entender la construcción científica de Teilhard, no dudó en analizar integralmente su obra. No como el erudito sino como el apóstol para advertir a las almas del peligro de este sistema para la Fe de Cristo. Es que a este, nuestro sacerdote-párroco, maestro e intelectual-, lo empujaba un principio prudencial: “en el apostolado hay que ser lo más abierto posible porque por todos murió Cristo en la Cruz” pero hay que enseñar fielmente la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, sin ceder ni un ápice[2].

Vaya este recordatorio como un homenaje a su figura ejemplar.

 

Bibliografía seleccionada

-Buela, Carlos (s/f). “Padre Julio Meinvielle”. En http://padrebuela.org

-Caturelli, Alberto (1971).  La filosofía en la Argentina actual, Buenos Aires, 1971

-Montejano, Bernardino (2013). La concepción política del Padre Julio Meinvielle. Instituto de Filosofía Práctica, Buenos Aires, 21/5/2013.

-Niño Amieva, Alejandra (2014). “Nación, cultura e identidad en el programa estético de Presencia (1948-1950)”, en AdVersuS, Vol. XI, nº 26, junio 2014, pp. 43-69.

-Olivera, Javier (s/f). “Julio Meinvielle, aspectos de su vida”. En Alenxandiae.org. Biblioteca de formación para católicos. En línea: www.alexandriae.org/index.php/escritos/item/padre-julio-meinvielle

-Ruiz Freintes, Arturo (s/f). Padre Julio Meinvielle (1905-1973). Notas biográficas. En Alenxandiae.org. Biblioteca de formación para católico. En línea: www.alexandriae.org/?task=callelement&format=raw &item…

-Saranyana, Josep-Ignasi (dir.) y Alejos Grau, Carmen-José (coord.) (2002). Teología en América Latina, Vol. III, El siglo de las teologías latinoamericanistas (1899-2001), Madrid, Iberoamericana.

-Zuleta Alvarez, Enrique (1975). El nacionalismo argentino, 2 tomos, Buenos Aires, La Bastilla.

  

[1] Esta idea de haber alcanzado el estadio de planetización estaba presente en importantes autores y dirigentes católicos socialcristianos de la década del cincuenta. ¿Influencia de Teilhard? Si existió no lo citaron, aunque es probable que esto ocurriera por la admonición de la Iglesia al autor francés; pero lo cierto es que la cuestión de la universalización fue un tópico recurrente entre estos intelectuales. Nos referimos a Jean Dubois-Dumée, Carlos Santamaría, Jacques Leclercq, Joseph Folliet y Marcel Laloire, entre otros (Barrio de Villanueva, Patricia. “El espejo de Europa en la Argentina: autores católicos en la revista Criterio durante los últimos años del pontificado de Pío XII”, en Revista Europa, ADEISE, 2014 (en prensa).

[2] Buela, s/f..

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Recomendamos también los siguientes artículos:

«El Teilhardismo y la Nueva Religión» de Wolfgang Smith Autor: Mons. John F. McCarthy, O.S. -revisión bibliográfica al libro de W. Smith

www.bibliaytradicion.wordpress.com

Teilhard y el cine. Citaciones sobre Teilhard:

https://videotecareduco.blogspot.com/search/label/Condenaci%C3%B3n%20de%20Teilhard%20de%20Chardin