“Nuestra época tiene algunos ídolos
venerados: Moloch, Mammon, Príapo. Hay que añadir Belfegor, el demonio de la
confusión mental”.
(Giovanni
Papini)
“Nuestro mundo conoce demasiados maestros del
error, falsos profetas, de quienes un día dijo Dios: Yo no he enviado a los
profetas, y ellos corrían; no les hablaba, y ellos profetizaban (Jer. 23,21). Pseudoprofetas que envenenan
las almas con extrañas y falsas doctrinas”
(Catecismo
Romano del Concilio de Trento, Prólogo, III)
“Escribir sobre Telar
Chardón en la Argentina ignorando al P. Meinvielle es descaro, ignorando el
Monitum pontificio, es inobediencia”
(Padre Castellani)
No
podía ser de otro modo. Así como Häckel y Teilhard hicieron fraude con sus
experimentos científicos, los seguidores de este último “Maestro” imitan el
bajo procedimiento de la falsía con el fin de defender sus teorías y opugnar a
sus contradictores.
Sin
dudas puede ser una forma de honrar a su
maestro, pero no una forma de honrar la propia condición de católico.
¿Ha
ocurrido lo mismo con Ángel Faretta? Daremos los hechos y el lector podrá sacar
sus propias conclusiones.
Hablamos
pues, en concreto, del crítico de cine, teórico, escritor y bon vivant Ángel Faretta, que, sacado de
sus casillas, como él mismo admite (no es el mejor modo de dar una charla,
desde luego) registra un video para su canal de YouTube (SOBRE TEILHARD DE CHARDIN Y CIERTOS
"MALOSENTENDIDOS..." https://www.youtube.com/watch?v=2_2u5rJyf9E&t=135s),
el cual vamos brevemente a comentar.
Comienza
el lamentable video dando a entender de entrada, indirectamente, que los que
critican a Teilhard de Chardin (o los que lo critican a él por defender a
Teilhard de Chardin) son unos estúpidos; lo dice de manera pretendidamente
elegante citando al escritor francés Paul Valéry: “La estupidez no es mi
fuerte”. Bueno, pues acá nos gustaría citar una pequeña lista de los
“estúpidos” que a lo largo del tiempo han refutado y han puesto en evidencia, de
arriba abajo y de un costado al otro, del derecho y del revés, las doctrinas y
prácticas malsanas de ese personaje siniestro que fue el sacerdote hereje,
apóstata, masón Teilhard de Chardin. Es un listado incompleto de prestigiosos científicos,
teólogos, filósofos, sacerdotes y escritores:
De
Europa:
Biólogos:
Jean Rostand (no creyente), J. Monod (no creyente), Bounoure (católico), Vernet (protestante), más una serie de
sabios alemanes: O. Kühn, Standinger,
Gehlen, etc., opuestos a su hiperevolucionismo; Medawer, de la Universidad de Londres (Premio Nobel).
Filósofos,
etnólogos y críticos: Marcel De Corte
(Universidad de Lieja, católico), G.
Bastide (representante del idealismo universitario clásico), J. Ellul (protestante), E. Gilson, J. Maritain (católicos), J.-F. Revel (librepensador), Cl. Rosset (no creyente), J. Servier (no creyente), Soustelle (no creyente), Charbonneau (no creyente), Prof. Louis Jugnet, Louis Salleron, etc.
Teólogos:
R.P. Garrigou-Lagrange O.P., R.P. Philippe de la Trinité (Roma), Mgr A. Combes (jefe de investigaciones
de C.N.R.S.), los Padres Guérard des
Lauriers (antiguo alumno de la Escuela Normal Superior, agregado de
ciencias, doctor en filosofía, maestro en teología, profesor en la Universidad
de Letran, especialista en filosofía de las ciencias), Roger Calmel (Dominico),
Frénaud (Benedictino) ; Hugedé (protestante, Universidad de
Ginebra), Mons. Marcel Lefebvre, Don
Luigi Villa, Charles Journet y muchos otros.
De
Argentina:
Padre Leonardo Castellani, Padre Julio Meinvielle, Dr. Enrique Díaz Araujo, Rubén Calderón Bouchet, Dr. Horacio Boló, Abelardo Pithod, Carlos A.
Sacheri, Aníbal D’Angelo Rodríguez, etc.
Nos parece que al leer esta lista, uno lo menos que puede hacer es evitar tildar de “estupidez” la crítica a Teilhard, y más bien la acusación, como un boomerang, parece volverse contra el que la ha arrojado. A no ser que se pretenda apuntar a alguien en particular, pero en ese caso se lo debe aclarar. Pero, en su video Faretta apunta en general a los que “hinchan” con (y no “por”) Teilhard. Y bien, estamos en buena compañía. Hinchemos un poquito.
Pasados
los primeros treinta segundos del video, donde anuncia que va a barrer
"ciertas escorias” (sí, Faretta sale lanzado como toro a embestir al
banderillero, ya dijimos que estaba con los nervios de punta), anuncia la
finalidad de su video: desmentir a los que acusan a Teilhard por dos cosas
específicas que serían las que lo caracterizarían o le criticarían: el
evolucionismo y el optimismo.
Para
“barrer” la primera acusación, se vale del, según dice, “Diccionario de
Teología” de Giacomo Canobbio (el libro en realidad se llama “Pequeño
Diccionario de Teología”), y aquí viene la “metida de perro”, la trampita de
Faretta a su espectador, al advertir con mucho énfasis: “Por supuesto, este libro tiene el Nihil obstat, esto es de las
autoridades eclesiásticas, que en latín significa que no hay nada que objetar,
Nihil obstat, o sea que ha pasado por el tribunal de la fe y por las
autoridades teológicas”. Démosle stop al video aquí mismo. Por supuesto, lo que acaba de decir
Faretta es una gran falsedad (¿o prefieren llamarle metida de pata?). El
Diccionario de Canobbio que tiene en sus manos Faretta es el mismo que tenemos
nosotros ante nuestros ojos, se publicó por primera vez en italiano en 1989, y
en español en 1992. Ahora bien: tras el Concilio Vaticano II, se acabó la
revisión de la ortodoxia de los libros, y a tanto llegó que en 1966 el Papa
Pablo VI directamente eliminó el “Índice de libros prohibidos”. No es necesario
explicar que esto les resultaba conveniente a los modernistas, ¿verdad? que
desde entonces comenzaron a invadir con sus libros heréticos las librerías
“católicas” del mundo entero (puede comprobarlo cualquiera que tenga la osada
paciencia de ingresar a librerías como “Claretiana”, “San Pablo” y otras
cadenas del neo-catolicismo conciliar). Cualquiera, también, puede comprobar,
mirando las primeras páginas de este diccionario, que no tiene ninguna
“aprobación eclesiástica”, ningún “nihil obstat” o “imprimatur”. O sea, la
publicación es totalmente libre, no contiene ninguna “garantía” de probidad en
su doctrina. No pasó por ningún “tribunal de la fe”.
En
tanto, y para darle una chance de explicarse, en la caja de comentarios al
video mencionado le fue enviada a Faretta (sábado 18 de marzo) la requisitoria
de si estaba seguro que su diccionario contaba con el nihil obstat. Hasta la
fecha de publicación de nuestro artículo (pasada más de una semana), ese
comentario –del cual contamos con su captura de pantalla- no fue subido ni
respondido. Y eso pese a que dos días después de enviado aquel, Faretta subió
otro video a su canal, es decir que debió tener acceso a ese comentario. Por si
fuera poco, hacia el final del nuevo video –anunciando un seminario en abril y
mayo sobre su ya desgastado hit “El
concepto del cine”- Faretta (minuto final) agradece los comentarios que ponen
en el canal de YouTube, añadiendo lisonjeramente: “Cada opinión de ustedes,
cada agradecimiento, es lo que nos justifica”. ¡Por supuesto, a no ser que se
trate de cuestionamientos o de preguntas que no le conviene responder! Por
caso, en un video anterior se descuidó y publicó un comentario que decía así: “Que
manera de hablar y no decir nada.. Otro chanta...”, el cual luego retiró
(video donde habla del “sentido de la historia”…sin mencionar a Jesucristo, que
es el alfa y la omega de la misma. Eso sí: no elimina los muchos comentarios
donde se lo ensalza casi hasta la categoría de un dios pagano, por caso uno
descubierto al azar en un hilo de twitter (de una página o canal llamado
“Pensamiento Faretta”, sic), donde alguien que se identifica con la bandera de
Ucrania (para ser políticamente correctísimo) le dice: “Te amo Angel sos lo más grande del mundo”. En fin, mejor sigamos el
hilo de nuestro artículo.
Para
que no nos acusaran de atolondrados, de exagerados o lo que fuere
(¿impiadosos?), decidimos consultar también a la editorial española que ha
editado el libro “Pequeño diccionario de teología” de Giacomo Canobbio, que es
la editorial Sígueme. La consulta era si publicaban libros de teología sin el
correspondiente “nihil obstat”. La respuesta que nos ha llegado ha sido
textualmente la siguiente:
“Agradecemos su consulta.
Este libro, traducción de una obra publicada anteriormente
por el autor en Italia, no necesita estos requisitos.
Atentamente,
Ediciones Sígueme”.
De
la respuesta se desprenden dos cosas: primero, que el famoso diccionario que
según Faretta tiene el “nihil obstat”, en realidad no lo tiene, porque según admite
la editorial “no necesita estos requisitos”. Lo segundo, es que es evidente que
si un diccionario de teología no necesita contar con la aprobación eclesiástica
–debidamente manifestada por escrito para tranquilidad del lector-, ¿entonces
qué libro lo necesita? Puede verse el desinterés modernista en cuanto a la
custodia de la verdad (sólo una simulación) leyendo el Código de Derecho
Canónico de 1983, en los cánones 823 a 832. Hay uno que directamente dice lo
siguiente (resaltamos nosotros): “Con licencia de la Conferencia Episcopal, los fieles
católicos pueden confeccionar y publicar, también
en colaboración con hermanos separados, traducciones de la sagrada
Escritura acompañadas de las convenientes notas a aclaratorias (C 825 P 2). Sin
comentarios.
(El
video sigue detenido y quizás Faretta aproveche para ensayar su defensa
afirmando que lo del “nihil obstat” era sólo una expresión metafórica o
hiperbólica de su parte. En ese caso, habría que demandarle una guía de
interpretación de todo su discurso para saber cuándo habla en sentido literal y
cuando en sentido figurado, simbólico o esotérico. ¿Quizás su lenguaje sería
permanentemente evolutivo, y por lo tanto siempre actualmente infalible?)
Aunque
sí, concedemos, el mencionado diccionario –curioso diccionario de Teología que
no tiene entrada para las palabras Fe, Eucaristía, Misa, Sacrificio o
¡Jesucristo!, pero ¡sí figuran Martín Lutero y Zwinglio!-, está avalado por los
modernistas, puesto que sus entradas son escritas por teólogos u escritores
herejes de tal condición. Dejemos de lado que al leer la ambigua entrada sobre evolucionismo
(compárese esa entrada con la que figura en, por ej. el verdaderamente católico
“Diccionario de Teología Dogmática” de Parente, edición española de 1955), Faretta
comete un error garrafal: el diccionario menciona la encíclica “Humani generis”
de Pío XII, Faretta lee (pronunciando mal el latín): “Homini generis”. Sin
dudas un lapsus debido a la influencia “hominizadora” teilhardiana. Pero su clara
intención, al hablar del “nihil obstat”, es valerse del argumento de autoridad
para dar a entender a su espectador que la Iglesia no objeta en sí el
evolucionismo y por lo tanto “está todo bien” con Teilhard de Chardin. Es
decir, a Teilhard se lo critica por defender sólo una teoría científica que el
tradicionalista Pío XII dijo era lícito usar. ¡Tomá mate! ¡Pobre Teilhard,
víctima de las calumnias! (*)
Pero
la verdad es que Teilhard va mucho, muchísimo más allá, confunde el orden
natural y el orden sobrenatural, la materia y la forma, en lo cual –y en muchas
otras cosas- se opone a la enseñanza de la “Humani generis”, que recuerda claramente
la distinción entre forma y materia y se opone “a la hipótesis monista y panteísta
de un Universo sometido a una evolución perpetua”. Teilhard no se queda, pues,
en el terreno especulativo de la teoría evolucionista del origen del hombre
sino que se toma de allí para darnos toda una “teología evolucionista”
fantasiosamente peligrosa, y verdaderamente herética; “hace, de continuo, una indebida
transposición al plano metafísico y teológico de los términos y de los
conceptos que utiliza en su teoría evolucionista; transposiciones que generan,
de continuo, ambigüedad conceptual y esconden enormes errores” (D. Villa).
Ese es el asunto.
Hay
que ser claros: si de verdad a Faretta le interesase lo que dice la Iglesia,
tendría que decir, 1) que la Iglesia condenó los escritos de Teilhard y no le
dio el “Nihil Obstat”, y 2) que no fue por interesarse en una simple teoría
científica. Eso es reducir el problema al nivel de la revista Anteojito (que en
paz descanse). En otras palabras, y para hablar el lenguaje actual: Faretta
pretende hacernos tragar una “fake news”.
Como
Faretta debió de entrada ir a lo importante y no lo hizo, antes de seguir
daremos al lector la condenación de la Santa Sede a las obras del padre Pierre
Teilhard de Chardin:
CONDENACION DE LAS OBRAS DE
TEILHARD DE CHARDIN
1927: Negativa de la Santa Sede para acordar
el Imprimatur al volumen “El medio divino”.
1939: La Santa Sede condena “La energía
humana y el fenómeno humano”.
1949: El Santo Oficio condena “El grupo
zoológico humano”.
1957: El Santo Oficio ordena el retiro de las
obras de Teilhard de Chardin de todas las librerías católicas.
1962: La Santa Sede publica un Monitum
previniendo contra las obras de Teilhard de Chardin.
1962: La Sagrada Congregación de Seminarios y
Universidades de Roma prohíbe a los seminaristas la lectura de las obras de
Teilhard de Chardin.
1963: Pablo VI, por voz de su vicario, en su
calidad de Obispo de Roma, ordena a todas las librerías católicas de la
diócesis de Roma que retiren de circulación no solamente los escritos de
Teilhard de Chardin sino también todas las obras que le sean favorables.
MONITUM DEL SANTO OFICIO DE 1962
“Algunas obras del Padre Teilhard de Chardin, aún
sus obras póstumas, son publicadas y encuentran un favor no despreciable.
“Independientemente del juicio manifestado en lo
que recoge de las ciencias positivas, en materia de filosofía y de teología,
aparece claramente que las obras citadas más arriba encierran ambigüedades
tales, y asimismo errores tan graves, que ellas ofenden a la doctrina católica.
“También los Eminentes y Reverendísimos Padres de la
Suprema Congregación del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios y
Superiores de los Institutos religiosos, a los Rectores de Seminarios y los
Presidentes de Universidades, a defender los espíritus, particularmente los
de los jóvenes, contra los peligros de las obras del Padre Teilhard de Chardin
y de sus discípulos.
“Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el 30
de junio de 1962. Sebastianus Masala, Notario”.
Creemos que estos textos
son muy claros, y para el católico, puesto que además estos decretos y
admoniciones no fueron nunca abrogados, son una línea de conducta a seguir. Y
nótese que se menciona a Teilhard “y sus discípulos”. Faretta parece ubicarse
cada vez más en esa categoría de fan-discípulo, por lo tanto, hay que incluirlo
en los que enseñan peligrosamente tales errores, lo que nos lleva a tener que
señalarlo.
Faretta no menciona estas
condenaciones de la Iglesia (¡no es conveniente hacerlo, por supuesto!) y
desvía la atención simplificando un tema muy complejo, como si hablara a
espectadores habituados a leer la revista “HOLA” en las salas de espera del
dentista. Pero hay que profundizar un poco. Entre nosotros, fue el Padre Julio Meinvielle
quien más sabiamente ha estudiado el tema, dedicándole a Teilhard dos libros.
Incluimos por eso más abajo, a este propósito, un artículo (en su segunda
parte) muy esclarecedor, acerca del estudio que ha hecho el P. Meinvielle sobre
Teilhard.
Téngase en cuenta: el P.
Meinvielle dedicó a Teilhard un libro de 90 págs. “La
cosmovisión de Teilhard de Chardin. Estudio crítico” (1960) y otro
de 276 págs. “Teilhard de Chardin o la religión de la evolución” (1965),
no hizo un improvisado video insultando como un refinado “hooligan” a sus
posibles contradictores, dando un dato falso, citando dos frases sueltas y
pretendiendo con eso dar por zanjada la cuestión.
(De acuerdo: supongamos que lo de Faretta es sólo un “malentendido”.
Pero, lo sería de su parte, y no de los que impugnan a Teilhard. Y es también
un “malenseñado”. Se resume en la palabra “Modernismo”, aunque Faretta abomine
siempre de la modernité).
Cerramos nuestro artículo con estas palabras nada ambiguas de Don Luigi
Villa, aquel gran sacerdote encargado por el Padre Pío de trabajar en el
combate contra la Masonería dentro de la Iglesia:
“Desafortunadamente,
Teilhard de Chardin, ha dejado una brecha, o ha golpeado, especialmente
en los ambientes católicos y religiosos, tal vez precisamente por su presunto
rigor experimental científico y teológico, que los verdaderos hombres de
ciencia y los verdaderos teólogos, sin embargo, rechazan como un escandaloso
montaje. Hemos visto – al menos brevemente – que en los escritos de Teilhard
hay todo un cúmulo de confusiones, de afirmaciones ilegítimas, cándidamente presentadas
como si estuvieran demostradísimas; hay desviaciones verticales, untuosamente
presentadas a la sombra de la religión; hay, en una palabra, todo un falso
“fermento evangélico”, lleno de herejía y de engaños. Este jesuita, no
suficientemente condenado, ni bastantemente prohibido, lejos de ayudar a los
hombres a acercarse a Dios, (su punto “Omega”), ha sembrado, en el interior de
la Iglesia, confusiones, divisiones e incluso odio; lo cual está exactamente en
lo opuesto del impulso evangélico, por la salvación del hombre, implementado
por el genio de los Padres de la Iglesia y por los Santos de todos los tiempos.”
Flavio Mateos
(*) Podemos responder
también con el Padre Luigi Villa, la pretendida defensa de Teilhard a partir de
que sería simplemente un defensor de la teoría evolucionista: “Los teilhardianos me podrían objetar que aplasto el pensamiento de
Teilhard porque rechazo, apriorísticamente, el evolucionismo; mientras, por el
contrario, demostrado esto como verdadero, mi discurso sería una tontería. Pero
no me asusta su astucia. Aún dando por verdadera su “hipótesis” evolucionista,
(¡contradicha, por otra parte, en la actualidad por los más famosos estudiosos
y científicos!), se debería decir que el organismo de un simio (o lagartija,
avispón, sapo, ¡da lo mismo!) habría evolucionado tanto, hasta el punto de
volverse, ontológicamente, capaz de recibir el alma espiritual, libre,
inmortal, creada inmediatamente por Dios. Pero Teilhard de Chardin niega,
explícitamente, la distinción entre materia y espíritu, afirmando que entre una
y otra no existe diferencia metafísica, sino sólo “cambio de estado cósmico”,
(changement d’état cosmique”). Ahora, esto, de ninguna manera es evolucionismo;
es sólo pan-evolucionismo, ateo, materialista, herético.”
(“El jesuita masón y herético Teilhard de Chardin”, Editrice Civiltà –
Brescia 2006).
Los argumentos antitelhardianos de
Meinvielle
Patricia Barrio de Villanueva
Fuente:
Meinvielle explicaba que hay dos
modos de interpretar a Teilhard “el uno, restando importancia a sus conceptos
de creación, pecado, redención, etc., considerándolos extraños a su sistema,
conceptos que podrían desgajarse y enviarse a un Apéndice”. Este es el modo de
leerlo de Henri de Lubac. El otro es considerar esas páginas “como
fundamentales… para develarnos el verdadero Teilhard de Chardin”. Este es el
modo de interpretarlo de Philippe de la Trinité, Guérard des Lauriers, Charles
Jugnet y André Combes “y es también el que a nosotros nos parece correcto”,
señalaba el sacerdote argentino.
La crítica de Meinvielle a las ideas
del jesuita es enorme. En este comentario, solo trataremos algunos. Ellos son:
el método, la concepción de evolución generalizada y los errores que se derivan
de ella: el concepto de Dios y de la materia, la trascendencia del alma
espiritual, la creación del hombre, el problema del mal y del pecado, los
misterios cristianos de la Encarnación y la Redención, la vida cristiana.
Respecto del método, el
sacerdote argentino señala que si bien Teilhard decía que su objeto de estudio
era “el fenómeno”, no explicitaba cuál tipo porque, señala Meinvielle, había
muchos, con sus peculiaridades (“físico-químicos, biológicos, psicológicos,
sociológicos y espirituales”), y cada uno requiere un método. Y afirma: “Reducir todos estos fenómenos al
denominador común de fenómeno y en consecuencia querer aplicarles un
tratamiento uniforme y homogéneo es, de entrada, emplear un método errado que
deberá llevar a incalculables y gravísimos errores”. Pero, además, “no es cierto que Teilhard se mueva siempre
en el terreno de la observación fenoménica. Pues habla a veces de realidades
que sólo se pueden alcanzar por el conocimiento racional o por la revelación
divina y que en consecuencia, rebasan absolutamente el campo de los sentidos en
que se sitúa la observación fenoménica científica”. Ese es el caso de su evolucionismo
universal cuya escala de análisis no admite “como certezas empíricas
conclusiones en las cuales la dosis de hipótesis y de suposición es muy
elevada”. O, dicho de otra manera: lo que él presentaba era una teoría que no
estaba basada en evidencia científica.
Justamente, el corazón del sistema teilhardiano
era una construcción teórica, la de la evolución transformista. Antes de
analizarla, Meinvielle aclara que “La filosofía cristiana no se opone a la
posibilidad de la evolución, aún extendida a toda la naturaleza material, ni
tampoco al salto, por vía evolutiva, de la materia inorgánica a la vida, con
tal de que se salve el principio de causalidad que exige que el efecto no sea
mayor que la causa. Por tanto… será necesario sostener la acción, verdaderamente
creativa de un Dios personal omnipotente que inicia, por el acto de sacar de la
nada la primitiva materia, y dirige todo el proceso evolutivo, aunque
valiéndose, como de causa instrumental, de las virtudes previamente depositadas
en dicha materia. También será necesario sostener el carácter estrictamente
espiritual del alma humana que solo puede ser efecto inmediato de la misma
acción creativa divina”.
Pero el evolucionismo
transformista de Teilhard no cumplía con estas exigencias. Él sostenía
una evolución cuyos eslabones eran la Cosmogénesis, Biogénesis, Noogénesis y
Cristogénesis. Era un proceso total y lineal (un progreso, se podría decir),
que comenzaba con lo Múltiple y, en una trayectoria en forma de cono -explicaba
el francés-, “lo Múltiple se va enrollando y concentrando en un proceso
evolutivo de convergencia que llega a la Noosfera, que es el estado de
hominización”. Dentro de esta última fase, en la actualidad se vivía un proceso
caracterizado por la planetización, el progreso y la socialización, en que las
conciencias, aunque sin perder la personalidad se agrupaban formando -decía el
jesuita-, “una sola unidad orgánica mayor, cerrada sobre sí misma, una sola
arqui-molécula hipercompleja, hipercentrada, hiperconsciente, coextensiva al astro
sobre el cual ha nacido”[1].
Es decir, como hacía unos veinte o treinta mil años el hombre no tenía progreso
perceptible, Teilhard arguía la conformación de una nueva entidad, la del
“hombre-colectivo”, que era igual a la adquisición de “una circunvolución
suplementaria del cerebro, un verdadero progreso”. Progreso considerado como el
ascenso de la conciencia que afectaba la organización; progreso, según el
paleontólogo, de “concentración económica señalada por la unificación de la
energía de la Tierra; concentración intelectual; concentración social por la
unificación de la masa humana en un conjunto pensante”. Es que en virtud de la
Evolución Convergente, el progreso era automático y continuo “de socialización,
de planetización y de convergencia científica, técnica y social, filosófica y
religiosa, hasta formar un alma común”. Esta alma humana común se encaminaba
hacia el establecimiento de “las bases posibles de un credo humano común” que
había de encontrar “una fe renovada en el progreso humano”.
El fin de este proceso es la
Pleromización de Cristo, el Punto Omega que era un Dios Personal hacia Quien
convergía necesariamente el Universo.
¿Qué pensar de todo esto?, se
pregunta Meinvielle: “Que si se trata de divagaciones poéticas pueden ser
verosímiles, pero como verdades científicas no tienen base ninguna”. Además,
más allá de la planetización, el sacerdote argentino se pregunta cómo Teilhard
no advertía la falta de progreso moral en el mundo. No entiende cómo un hombre
que había pasado por dos guerras mundiales podía estar convencido de este
progreso ineludible. La respuesta la halla en el teólogo protestante Charbonneau
quien consideraba a Teilhard un hombre anterior a la Gran Guerra, cuando
todavía la fe en el progreso tenía vigencia.
Pero, en rigor, para Meinvielle, el
problema de este sistema era que desfiguraba y contradecía los principios de la
fe católica.
Así, frente al concepto de
creación, Teilhard señalaba que en el origen estaban los dos polos, Dios y
lo Múltiple. Infinitamente rarificado, lo Múltiple, aniquilado por esencia,
dormía en las antípodas del ser uno y concentrado”. “Crear -señalaba Teilhard-,
es condensar, concentrar, organizar y unificar”. Consecuentemente, dice
Meinvielle que: “Al hacer del unir la esencia propia del ser, sostiene que lo
Múltiple, propiamente no es, o podría no ser en absoluto sino porque al estar
disociado, desunido no es, ya que ser es estar unido. Hay en Teilhard un
verdadero maniqueísmo porque lo Múltiple, esa Nada positiva, no viene de Dios,
sino que es independiente de Él y se le opone como un principio a otro
principio”.
Esta negación del concepto de
creación desencadenaba otros errores. Uno era la concepción de Dios. Al
respecto, el autor francés sostenía: “En el mundo objeto de la creación, la
metafísica clásica nos había acostumbrado a ver una especie de producción
extrínseca, salida, por benevolencia desbordante, de la suprema eficiencia de
Dios. Invenciblemente… me veo llevado a ver ahora en él un misterioso producto
de integración y perfeccionamiento para el Ser absoluto mismo”. Un Dios que
está metido en el proceso evolutivo casi necesariamente. Este Dios que unía y
no creaba es objetado por Meinvielle: “¿Qué Dios es éste, que se perfecciona
intrínsecamente con la misma criatura? Teilhard, que nos prometía quedarse
rigurosamente en el más estricto campo de los fenómenos, penetra en lo más alto
de la metafísica, pervirtiendo con sus falsos conceptos imaginativos, las más
altas y delicadas nociones referentes a la Esencia divina y a la esencia
creada”.
Igualmente se pregunta Meinvielle por
el concepto de materia: “¿Qué es la materia?”, “¿lo
Múltiple?”, “¿la Nada positiva?” Lo cierto es que por el postulado teilhardiano
de que “lo que se manifiesta claramente en un nivel dado de Universo, debe
existir, al menos en un grado infinitesimal, en todas las otras capas del
Universo”, se podía decir que, para Teilhard, la materia tenía vida, conciencia
y espíritu; por eso la llamaba “Divina Materia porque es crística y divina”.
Subyacía en esta interpretación, dice Meinvielle, un panmecanicismo porque los
cambios en el estado sintético de la materia provocaban una transformación “de
la naturaleza en el estado de conciencia de las partículas del Universo”. O,
dicho de otro modo, afirma el sacerdote argentino: “la estructura específica de
los seres en el plano inorgánico, biológico y humano” se debía a un simple
arreglo o “acondicionamiento de las primitivas partículas materiales”. Por lo
tanto, también era un pan-materialismo porque la evolución subía accionada por
una doble energía que está dentro de hasta la última partícula del universo: la
energía radial o espiritual que lleva hacia arriba, y la energía tangencial que
lleva hacia adelante y que es material. Y como decía el autor francés “… lo más
revolucionario en el fondo y lo más fecundo en nuestro tiempo es la relación
que ésta (la energía) deja aparecer entre la materia y espíritu: no siendo el
espíritu ya independiente de la materia ni opuesta a ella, sino emergiendo
laboriosamente de ella bajo la atracción de Dios por vía de síntesis y de
contracción”.
En este movimiento inexorable, la
trascendencia del alma espiritual e inmortal del hombre quedaba
opacada, puesto que no había espacio para la intervención de Dios como dación
del alma espiritual, señala Meinvielle. Asimismo, el transformismo
evolucionista atacaba el dogma del monogenismo puesto que la
descendencia de una primera pareja era inaceptable para Teilhard, al afirmar
que, “desde el punto de vista de la ciencia, el primer hombre es y no puede ser
sino una multitud, y su juventud está hecha de millares y millares de años”.
Otra interpretación del paleontólogo
francés dañaba el concepto de mal y de pecado. Decía: “En sí
lo Múltiple puro, inorganizado no es malo, pero por ser múltiple, es decir
sometido esencialmente al juego de las probabilidades en sus ordenaciones no
puede en absoluto progresar hacia la unidad sin engendrar el Mal aquí o allá
por necesidad estadística… el Mal es un subproducto inevitable”. Es decir que
el mal y el sufrimiento es “ante todo la consecuencia y el precio de un trabajo
de desarrollo”. Por eso se pregunta Meinvielle: “¿Es este el concepto cristiano
del mal moral o de pecado? ¿Dónde aparece en la exposición teilhardiana la
criatura inteligente y libre, quebrando con su pecado el plan del Creador?”.
Al alterar la noción de pecado se
deducían nuevos errores para la Fe. Por ejemplo, no había forma de conciliar la
Encarnación, “efectuada en vistas de la Redención del
género humano para compensar condignamente la culpa que había introducido
Adán”, con una falla mecánica de la evolución, tal como lo sostenía Teilhard.
Este creaba, entonces, una interpretación personal al señalar que la
Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo era una especie de “acabamiento mismo
del Cosmos” exigido por el proceso evolutivo, relacionado con el misterio
(establecido por él) de la Pleromización o misterio de la unión creadora del mundo
en Dios.
También, el padre Meinvielle explica
otra consecuencia de este sistema que era la desfiguración de la práctica de
la vida cristiana porque “si el pecado no es una ruptura del
orden primitivo creado por Dios sino es un residuo o desperdicio, ¿qué sentido
tiene la gracia como sanadora de lo herido?”.
De este modo, Teilhard preconizaba
una fe nueva, sobre la cual hablaba en su obra Lo Crístico. Su Dios
era “no sólo cristiano sino transcristiano” como él le decía a su amiga Maryse
Choisy. O, en otra carta que reproduce Meinvielle, dirigida a un dominico que
había dejado la orden, donde el jesuita francés lo invitaba a trabajar para la
construcción “de la nueva religión” desde adentro de la Iglesia misma.
Por último, resaltamos dos aspectos
discutibles de Teilhard señalados por el autor argentino. El primero era la
interpretación de la crisis del hombre actual, causada, según Teilhard, por el
divorcio entre la Fe cristiana y la Fe en el mundo. Por eso, él criticaba los
humanismos del siglo XX que deshumanizaban con su cielo bajo, y a las
religiones que subhumanizaban por crear “una atmósfera rarificada de un cielo
demasiado alto”. Las religiones, entonces, se tenían que transformar. Y
afirmaba: “ya pasó el tiempo en que Dios podía imponérsenos desde fuera
simplemente como un amo. El Mundo no se arrodillará de aquí en adelante sino
frente al centro orgánico de su evolución”.
Conjugar Cristianismo y Mundo, sin
hacer las discriminaciones necesarias con respecto a la naturaleza y
condiciones de este, introducía serias ambigüedades, resalta Meinvielle. ¿A qué
mundo se refiere Teilhard? ¿Al mundo como salido de la mano de Dios o al Mundo
como enemigo del hombre? No se exponía esta distinción. Si el mundo podía ser
perverso, “no hay derecho para interpretar el mundo con una noción
exclusivamente relacionada con la Cristogénesis”. Y al no hacer esta
diferenciación se daba pie para que el cristiano aceptara movimientos
reprobables “como el comunismo, el freudismo, la socialización, el
indiferentismo, el totalitarismo, el racismo y aún la eugenesia y la
eutanasia”. Y no eran solo deducciones de Meinvielle.
Respecto del freudismo, por ejemplo,
en una carta que le escribiera a Maryse Choisy, directora de la revista Psyché,
de la cual era miembro del comité de honor, Teilhard discurría, siguiendo a
Jung, sobre cómo la Mariología es obra de los hombres célibes como así el
Cristo humano es obra de las mujeres. Y criticaba al Dios “horriblemente
masculinizado” y proponía un Dios a la vez “cosmizado y feminizado en reacción
contra cierto paternalismo neolítico con frecuencia presentado como la esencia
definitiva del Evangelio”. En cuanto al marxismo, en una explicación de la
síntesis entre la Fe en lo de Arriba y en lo de Adelante (que él representaba
por un gráfico lineal de ejes cartesianos donde el eje “oy” representaba la
tendencia cristiana hacia arriba, y el “ox” la tendencia comunista o marxista),
proponía “una combinación, una resultante entre estos movimientos y que estaría
expresada por la recta or”.
En tercer lugar, Teilhard hablaba de
organizar científicamente la energía asimilando los conceptos de energía física
y poder moral. “Entonces el tratamiento de la energía humana se puede realizar
por una ensambladura mecánica artificialmente realizada”… “por un progreso en
la organización económica y social”; … “por una ligazón obtenida por ondas
hertzianas”. En el tratamiento de la energía humana debía tratarse de
“ensayarlo todo, hasta el fin”, “tratarlo todo para saber y poder siempre más”.
En igual sentido aceptaba el aporte de la Biología, la Fisiología y la Medicina
para, por diversos medios, crear un tipo humano superior. Y en algunas páginas de
El Advenimiento del Hombre, el jesuita presentaba, dice Meinvielle,
“inquietantes insinuaciones que ponen en peligro altos valores de la
personalidad humana de los débiles, contrahechos y deformes”. Así, Teilhard se
preguntaba: “¿Cuál debe ser la actitud de fondo que se debe adoptar con los
grupos étnicos detenidos o decisivamente poco progresivos, por el ala de la
marcha de la Humanidad? La tierra es una superficie cerrada y limitada. ¿En qué
medida se deben tolerar racial o racionalmente áreas de menor actividad?
Y también: ¿Cómo hay que juzgar los esfuerzos que multiplicamos para salvar en
los hospitales lo que no es con frecuencia sino un desecho de vida? ¿Hasta qué
punto el desarrollo del fuerte… no debe primar sobre la conservación del débil?
Estos conceptos acercaban el pensamiento teilhardiano a un darwinismo social y
totalitario.
De este modo, el teilhardismo tocaba
fondo con sus tesis anticristianas; razón por la cual era necesario rechazarlas
de plano.
A modo de síntesis, podemos afirmar
que Meinvielle tuvo clara conciencia de los errores del progresismo católico
estudiado tanto en su conjunto como a través de algunos de sus exponentes más
destacados e influyentes. Uno de ellos fue el paleontólogo Teilhard de Chardin
quien unía la atracción de una escritura poética con el prestigio del
científico. Pese a estas características, Meinvielle no dudó en enfrentar su
sistema erróneo. Si en la primera obra, que data de 1960, el sacerdote
argentino todavía reconocía los descubrimientos paleontológicos del jesuita, y
por lo tanto se había centrado en su “cosmovisión” filosófica, en la segunda,
publicada cinco años después, ya había perdido el respeto de sus conclusiones
científicas.
En segundo lugar, Meinvielle
demuestra un conocimiento actualizado de las grandes discusiones teológicas
europeas, desplegadas en las revistas especializadas. Ayudado por estas
lecturas, sostenido por el magisterio y enriquecido por otras fuentes, a
las que acudió para entender la construcción científica de Teilhard, no dudó en
analizar integralmente su obra. No como el erudito sino como el apóstol para
advertir a las almas del peligro de este sistema para la Fe de Cristo. Es que a
este, nuestro sacerdote-párroco, maestro e intelectual-, lo empujaba un
principio prudencial: “en el apostolado hay que ser lo más abierto posible
porque por todos murió Cristo en la Cruz” pero hay que enseñar fielmente la
doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, sin ceder ni un ápice[2].
Vaya este recordatorio como un
homenaje a su figura ejemplar.
Bibliografía seleccionada
-Buela,
Carlos (s/f). “Padre Julio Meinvielle”. En http://padrebuela.org
-Caturelli,
Alberto (1971). La filosofía en la Argentina actual, Buenos Aires,
1971
-Montejano,
Bernardino (2013). La concepción política del Padre Julio Meinvielle.
Instituto de Filosofía Práctica, Buenos Aires, 21/5/2013.
-Niño
Amieva, Alejandra (2014). “Nación, cultura e identidad en el programa estético
de Presencia (1948-1950)”, en AdVersuS, Vol. XI, nº 26, junio 2014,
pp. 43-69.
-Olivera,
Javier (s/f). “Julio Meinvielle, aspectos de su vida”. En Alenxandiae.org.
Biblioteca de formación para católicos. En línea: www.alexandriae.org/index.php/escritos/item/padre-julio-meinvielle
-Ruiz
Freintes, Arturo (s/f). Padre Julio Meinvielle (1905-1973). Notas
biográficas. En Alenxandiae.org. Biblioteca de formación para
católico. En línea: www.alexandriae.org/?task=callelement&format=raw
&item…
-Saranyana,
Josep-Ignasi (dir.) y Alejos Grau, Carmen-José (coord.) (2002). Teología
en América Latina, Vol. III, El siglo de las teologías latinoamericanistas
(1899-2001), Madrid, Iberoamericana.
-Zuleta
Alvarez, Enrique (1975). El nacionalismo argentino, 2 tomos, Buenos Aires, La
Bastilla.
[1] Esta idea de haber alcanzado el
estadio de planetización estaba presente en importantes autores y dirigentes
católicos socialcristianos de la década del cincuenta. ¿Influencia de Teilhard?
Si existió no lo citaron, aunque es probable que esto ocurriera por la
admonición de la Iglesia al autor francés; pero lo cierto es que la cuestión de
la universalización fue un tópico recurrente entre estos intelectuales. Nos
referimos a Jean Dubois-Dumée, Carlos Santamaría, Jacques Leclercq, Joseph
Folliet y Marcel Laloire, entre otros (Barrio de Villanueva, Patricia. “El
espejo de Europa en la Argentina: autores católicos en la revista Criterio
durante los últimos años del pontificado de Pío XII”, en Revista Europa,
ADEISE, 2014 (en prensa).
[2] Buela, s/f..
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Recomendamos también los siguientes
artículos:
● «El Teilhardismo y la Nueva Religión» de Wolfgang Smith Autor: Mons. John
F. McCarthy, O.S. -revisión bibliográfica al libro de W. Smith
www.bibliaytradicion.wordpress.com
● Teilhard
y el cine. Citaciones sobre Teilhard:
https://videotecareduco.blogspot.com/search/label/Condenaci%C3%B3n%20de%20Teilhard%20de%20Chardin