AVATARES DE FARETTA
“Ahora
cuesta abajo en mi rodada
Las
ilusiones pasadas
Ya
no las puedo arrancar”
Alfredo
Le Pera
¡Caramba!
El estreno de la segunda parte de Avatar ha suscitado algo que nos mueve a volcarnos otra vez, como
ya hicimos en varios otros escritos, ya sea en libros o blogs, en el género que
podemos denominar “corrección fraterna”. O, si se quiere, “correctivo”. Género
que no hace sino, indirectamente, poner en evidencia cómo la –perdónese la
teilhardiana expresión- “webósfera” alberga una cantidad creciente de
intelectuales que aparecen presentados o auto-expuestos como maestros, de un
extremo al otro del arco de las ideas. Muchos de ellos son, ¡ay!, argentinos.
Y, sí, es nuestro problema. Así nos va. Porque, aunque puedan ser valiosos en diversos puntos de sus enseñanzas, no son veramente "maestros" sino simplemente
pseudo-maestros confundidos y confundidores. De algunos de ellos nos hemos
podido ocupar en nuestros libros, especialmente en lo que tiene que ver con el
gnosticismo. También pululan los católicos conservadores o de derecha (la “nueva
derecha” se hacen llamar), que intentan una conciliación o asociación con el
liberalismo, o con ciertos liberales amigos suyos, para hacer frente al
progresismo. Un sinsentido, aunque quienes lo planteen sean reputados
licenciados, filósofos, politólogos, doctores y otros reconocidos influencers y youtubers con mucha propaganda en Internet. Se habla de hacer una “batalla
cultural” pero se trata más bien de una “batallita” sin profundas consecuencias.
Sin Dios todo es vano. Sin Cristo reinando en la sociedad reina el espíritu
anticristiano.
Pero vamos a lo nuestro.
Resulta por demás sorprendente que el platonísimo, el pitagórico,
el schopenhaueriano, el theilhardista Ángel Faretta encabece su crítica de la
nueva Avatar [1]
citando a Aristóteles, filósofo al que no es, precisamente, afecto. Lo hace
mencionando su famoso dicho: “Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”.
Pero, ¿hasta qué punto es “amigo de la verdad”? Veremos enseguida que no es tan
así.
“Agua que no has de beber, déjala correr” dice el
refrán. Dejaremos correr el agua de la nueva Avatar, pero indudablemente las ideas que sostiene Cameron son las
que están salpicando hoy al mundo entero, por eso le damos alguna atención. Ángel
se muestra muy disgustado –el grado de su ironía lo prueba- con la segunda
parte de Avatar. Así de mala ha de
ser sin dudas, cosa que no pretendemos comprobar exponiéndonos a la idiota
hipnosis colectiva de la pantalla azul, cuando ya sufrimos su primera parte
allá lejos y hace tiempo, y a la cual le dedicamos un pequeño libro.[2]
Ante una “sala llena”, dice A.F. entre otras cosas:
“Siendo mágico [Cameron] pobló a su
mundo ficticio de simplezas ecologistas ya más que repetidas. Buscó ser un
Julio Verne, pero quedó más cerca de Greta Thurnberg; la de trencitas, que
ama el medio ambiente y los pajaritos”.
También
escribe que
“Nos inunda de todos los
ripios ambientalistas y progresistas que circulan por Occidente desde
hace más de medio siglo”.
Por
si fuera poco, Avatar 2
“Más que diálogos tiene
consignas. Sería de interés contar las veces que dicen la palabra “brother” (a veces apocopada
en “bro”), con lo que
intenta convencernos del valor de la fraternidad”.
Etcétera.
El problema es que A.F. aporrea esta película porque
no estaría a la altura del “punto Omega” (hace tres veces mención de esta
expresión teilharchardiana en su breve crítica) que habría alcanzado antes
Cameron. O sea, Cameron llegó a la cima, y eso lo mareó y terminó cayendo de su
genialidad a la ramplonería que ejecuta en su nuevo y tan difundido opus.
A.F. deplora el esoterismo aparatoso, obvio y ATP de
Cameron, porque preferiría un esoterismo –como su nombre lo indica- soterrado,
sigiloso, encubierto, sólo a ser descubierto por entendidos como él, experto en
tradición hermética. Por eso dice en su crítica que “la
obra de James Cameron pintaba para ser un compañera de ruta de Mircea Eliade;
pero ahora parece más cerca de Paolo Coelho”.
Pero lo que no entiende A.F. es que las dos vertientes
o modos de operar, el esotérico y el exotérico, están en Cameron. A.F. ve sólo
la cáscara azulada y no el núcleo podrido que se esconde en la “cosmovisión” de
Cameron. Sigue sin entender lo que Cameron ha hecho en todo su cine anterior,
con el cual esta película de ahora es totalmente coherente. Avatar, hablando en su conjunto como
concepto que propone ya desde su primera parte, es la cumbre del pensamiento
gnóstico cameroniano. Tiene que hacerlo cada vez más obvio porque tiene que
cumplir con la Agenda a la cual responde, una Agenda global (2030) que busca
penetrar de cualquier modo en los cerebros de las masas. Por lo tanto debemos
hacer uso, acá sí y no en otra parte, de la famosa “hermenéutica de la
continuidad”. No hay ruptura de Cameron con su anterior obra. Decimos esto
sabiendo las puertas que ha abierto Cameron con Avatar y sobre todo viendo su labor pública en pro de la Agenda del
“Nuevo Orden Mundial”.[3]
Pero para llegar a entender eso Faretta tendría que
hacer una autocrítica que no llega a hacer.
Porque si afirma ahora que
“Ya
en Avatar, los detentadores del Bien eran algo elementales,
puesto que no eran más que copias manufacturadas en las usinas de la bondad
verde; fatalmente el Mal necesario que debe oponerse, resultó tan trivial como
sus bondadosos pandorianos. Militarotes gritones, llenos de cuero y con
cabelleras rasadas; siempre con cara de padecer hemorroides. Lo que mi tía
Carlota llama todavía “fachos””
y
que
“Sin
duda la primera parte de esta saga -si bien ya estaba algo
salpicada de lugares comunes-, nos “conformó”. Porque había -o posiblemente
creímos que había-, algo, un poco de esa vieja música anterior con sus ritos de
iniciación y sus axis mundi todavía operativos, aunque un
tanto sazonada de floripondios botánicos e ictícolas; variaciones de las hadas
y los elfos de las nurseries victorianas”,
en
realidad cuando la primera parte de Avatar A.F. fue de los más entusiastas
defensores de la película, no sólo se “conformó” (sin comillas) sino que llegó
incluso a realizar un coloquio con sus incondicionales alumnos de entonces,
para exaltar con su característica vehemencia italiana el engendro azul y vituperar
a todo aquel que osare criticar la película. Algo de eso mencionamos en nuestro
libro sobre Avatar. Nunca hizo una
crítica ni dijo las cosas que dice ahora.
Pero,
por si fuera poco, A.F. dice (ahora, al fin, se da cuenta):
“Otrosí.
A pesar del uso diestro y operativo de la simbólica religiosa en sus obras
anteriores, Cameron se declara ateo; como se ha encargado de señalarlo de
manera puntual y con suficiencia. Perfecto. Es cosa suya. La libertad es libre
y etc. etc.
Ahora
bien, si se es ateo, uno debe conformarse y prepararse a vivir según tal
deriva. “Arreglárselas solo”, como dijo Bioy. Pero no inventarse una seudo
religión tachonada de chafalonías “místicas”, fabricada a escala de sus
necesidades.
Una
espiritualidad que en este caso no es forjada por ningún trance existencial
sino por una computadora”.
Lo
interesante es que en las últimas décadas A.F. ha venido proponiendo una
interpretación cristiana del cine de Cameron, y resulta que “ahora” se entera
de que es ateo, cuando, como ya señalamos en nuestro libro, Cameron ha hecho un
cine anticristiano desde el vamos, y probablemente sea un miembro de la masonería.
Lo de que hizo un “uso diestro y operativo de la simbólica religiosa en sus
obras anteriores” no es cierto, sino que, como lo señalamos en nuestras
críticas y en nuestro libro, Cameron es anticristiano. La suya no es una
inofensiva película de animación, sino que Cameron está del bando de los
enemigos de Dios. Es por eso que apoya abiertamente y recomienda las obras del
“intelectual” que promueve el Foro Económico Mundial, el siniestro
transhumanista homosexual israelí Yuval Noah Harari [4]
Cameron,
como dice Faretta, “intenta convencernos del valor de la fraternidad”, pero lo
hace de consuno con la Agenda 2030 de la ONU, el Foro de Davos y el Vaticano
modernista, que pretenden imponer un futuro diabólico: el transhumanismo de una
élite infestada de panteísmo cuyo fin final es la consecución, al fin, del
tantas veces fracasado Comunismo. En el horizonte de esta gente aparece el
Anticristo, ya figurado, como hemos señalado, en la primera parte de Avatar. La “crisis climática” es una
farsa ya denunciada por numerosos verdaderos científicos [5],
pero Cameron promueve el veganismo y otras tonterías para “crear conciencia” de
que estamos dañando el mundo que es una parte de nosotros mismos, es decir, de
la misma sustancia divina. ¿Alguien cree, por ejemplo, que el culto de la
“Pachamama” instalado en el Vaticano no forma parte de esta Agenda que entre
otras cosas promueve la despoblación mundial, con la excusa de que estamos
dañando “la casa común”?
Celebramos que Faretta se dé cuenta que “Avatar:
El camino del agua contiene casi todos los flatus vocis que
desbordan los manuales de autoayuda, ejercicios respiratorios, yoga
improvisado, y terapias alternativas. Es de lamentar que se haya olvidado de
las flores de Bach”, como afirma. Pero lamentamos que siga sin ser un “amigo de
la verdad”, como cree o por lo menos declara. Recientemente pudimos comprobar
su alejamiento de la verdad en dos ocasiones.
Primeramente,
en un video [6]
donde se confiesa favorable a la idea de la reencarnación (¡¡¡!!!), a la que
llama metempsicosis para no parecer
tan groseramente vulgar, pero que se trata de lo misma superchería, véase en
este mismo blog el artículo que publicamos de aquel gran especialista en el gnosticismo
que fue Jean Vaquié. Y, como si fuera poco, A.F. quiere que la Iglesia católica
lo incorpore a su doctrina (¡¡¡!!!). De manera que ya no sólo se ha ubicado en
la heterodoxia, sino mismo en la herejía (recordemos una vez más su constante
citación del ultra-modernista masón Teilhard de Chardin). Además, apoyando la
metempsicosis está coincidiendo con lo que postula Cameron en Avatar, aunque a Faretta ahora no le guste. El que es coherente
con su pensamiento es Cameron, y no Faretta, que ahora se niega a ver en la pantalla (en 3D y color azulado) en qué
va a parar esa monstruosa confusión intelectual. Pero eso ya se está viendo en
aberraciones espantosas incluso en la realidad y no sólo en la pantalla de los
cines.
Segundamente,
en otro video [7]
, al comentar de su lejana estadía en Italia, confiesa su simpatía por el Partido
Comunista italiano, porque el pecado del partido comunista italiano habría sido
el estalinismo pero en cambio su virtud era que fue gramsciano (siempre además
manifiesta apego hacia ese nefasto personaje que fue Antonio Gramsci)[8], y
eso le satisface; afirma además que el
problema sería la “desmarxistización” o pérdida de la identidad tradicional del
partido comunista italiano, convertido en “progresismo”. Desde luego que
deploramos y fustigamos cuanto podemos el progresismo, pero su contrario o
antídoto no es la “ortodoxia marxista” o el “gramscismo”, por supuesto. Por
otra parte, cualquier católico normal sabe que el comunismo es el más acérrimo
enemigo de Cristo y que la Iglesia lo fulminó con su condena considerándolo “intrínsecamente
perverso” (sin hacer diferenciaciones entre el comunismo de Marx, de Stalin, de
Mao, de Gramsci o de Peppone). A continuación, califica de “ultraortodoxa” a la
escritora Cristina Campo porque por aquel entonces, hacia el final de su vida, había
simpatizado con Monseñor Lefebvre, y se apresura a declarar Faretta: “no es mi
caso”. No sólo ya nos dimos cuenta que “no es su caso”, pregonando tantas
heterodoxias, sino que al usar el prefijo “ultra” tan caro a los periodistas
progres para denigrar a los que son simplemente católicos fieles y
perfectamente ortodoxos, demuestra la influencia del mismo progresismo en su
expresión. Aunque, luego de todo lo dicho, de su apoyo al comunismo, etc., por
las dudas cree necesario hacer su declaración de que “soy bastante ortodoxo no
sólo en cuanto al dogma sino también al ritual”, lo cual, desgraciadamente,
tampoco es cierto, ni en lo uno ni en lo otro.
Rezaremos
para que regrese a la verdadera fe católica, al pensamiento que se corresponde con
la verdad. Mientras tanto, hablamos.
Flavio
Mateos
[3]
Si se trata, pues, de hacer también
una hermenéutica de la obra de Faretta, creemos que conviene llamar a las cosas
por su nombre, así sus libros: El
concepto gnóstico del cine, Demonio
evidente, Hitchcock de sobra, La pasión chanta, La infatuación de la melancolía, etc. No hay allí un recto concepto
de Tradición, como se pretende. En “El
mirar del cine” explicamos largamente por qué.
[4]
Algunas pistas sobre este personaje: https://www.unz.com/article/the-outrageous-statements-of-jewish-israeli-homosexual-transhumanist-vegan-yuval-noah-harari/.
También aquí un interesante artículo
sobre Teilhard de Chardin como “padre del transhumanismo”:https://www.sisinono.org/anteprime-dei-numeri-in-abbonamento/72-anno-2022/419-30-novembre-2022.html
[5]
Aquí un esclarecedor
artículo: https://www.fpcs.es/frio-polar-en-eeuu-calentamiento-global/#_ftn16
[8]
Es provechoso leer esta
conferencia del Padre Alfredo Sáenz sobre Gramsci: https://es.scribd.com/document/513672327/Antonio-GRAMSCI-y-La-Revolucion-Cultural-Padre-Alfredo-SAENZ Aquí una exposición en video: https://www.youtube.com/watch?v=nU2jVGAR2kw