jueves, 29 de diciembre de 2022

AVATARES DE FARETTA

 

AVATARES DE FARETTA

 

 



“Ahora cuesta abajo en mi rodada

Las ilusiones pasadas

Ya no las puedo arrancar”

 

Alfredo Le Pera

 

¡Caramba!

El estreno de la segunda parte de Avatar ha suscitado algo que nos mueve a volcarnos otra vez, como ya hicimos en varios otros escritos, ya sea en libros o blogs, en el género que podemos denominar “corrección fraterna”. O, si se quiere, “correctivo”. Género que no hace sino, indirectamente, poner en evidencia cómo la –perdónese la teilhardiana expresión- “webósfera” alberga una cantidad creciente de intelectuales que aparecen presentados o auto-expuestos como maestros, de un extremo al otro del arco de las ideas. Muchos de ellos son, ¡ay!, argentinos. Y, sí, es nuestro problema. Así nos va. Porque, aunque puedan ser valiosos en diversos puntos de sus enseñanzas, no son veramente "maestros" sino simplemente pseudo-maestros confundidos y confundidores. De algunos de ellos nos hemos podido ocupar en nuestros libros, especialmente en lo que tiene que ver con el gnosticismo. También pululan los católicos conservadores o de derecha (la “nueva derecha” se hacen llamar), que intentan una conciliación o asociación con el liberalismo, o con ciertos liberales amigos suyos, para hacer frente al progresismo. Un sinsentido, aunque quienes lo planteen sean reputados licenciados, filósofos, politólogos, doctores y otros reconocidos influencers y youtubers con mucha propaganda en Internet. Se habla de hacer una “batalla cultural” pero se trata más bien de una “batallita” sin profundas consecuencias. Sin Dios todo es vano. Sin Cristo reinando en la sociedad reina el espíritu anticristiano.

Pero vamos a lo nuestro.

Resulta por demás sorprendente que el platonísimo, el pitagórico, el schopenhaueriano, el theilhardista Ángel Faretta encabece su crítica de la nueva Avatar [1] citando a Aristóteles, filósofo al que no es, precisamente, afecto. Lo hace mencionando su famoso dicho: “Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”. Pero, ¿hasta qué punto es “amigo de la verdad”? Veremos enseguida que no es tan así.

“Agua que no has de beber, déjala correr” dice el refrán. Dejaremos correr el agua de la nueva Avatar, pero indudablemente las ideas que sostiene Cameron son las que están salpicando hoy al mundo entero, por eso le damos alguna atención. Ángel se muestra muy disgustado –el grado de su ironía lo prueba- con la segunda parte de Avatar. Así de mala ha de ser sin dudas, cosa que no pretendemos comprobar exponiéndonos a la idiota hipnosis colectiva de la pantalla azul, cuando ya sufrimos su primera parte allá lejos y hace tiempo, y a la cual le dedicamos un pequeño libro.[2]

Ante una “sala llena”, dice A.F. entre otras cosas:

“Siendo mágico [Cameron] pobló a su mundo ficticio de simplezas ecologistas ya más que repetidas. Buscó ser un Julio Verne, pero quedó más cerca de Greta Thurnberg; la de trencitas, que ama el medio ambiente y los pajaritos”.

También escribe que

“Nos inunda de todos los ripios ambientalistas y progresistas que circulan por Occidente desde hace más de medio siglo”. 

Por si fuera poco, Avatar 2

“Más que diálogos tiene consignas. Sería de interés contar las veces que dicen la palabra “brother” (a veces apocopada en “bro”), con lo que intenta convencernos del valor de la fraternidad”.

Etcétera.

El problema es que A.F. aporrea esta película porque no estaría a la altura del “punto Omega” (hace tres veces mención de esta expresión teilharchardiana en su breve crítica) que habría alcanzado antes Cameron. O sea, Cameron llegó a la cima, y eso lo mareó y terminó cayendo de su genialidad a la ramplonería que ejecuta en su nuevo y tan difundido opus.

A.F. deplora el esoterismo aparatoso, obvio y ATP de Cameron, porque preferiría un esoterismo –como su nombre lo indica- soterrado, sigiloso, encubierto, sólo a ser descubierto por entendidos como él, experto en tradición hermética. Por eso dice en su crítica que “la obra de James Cameron pintaba para ser un compañera de ruta de Mircea Eliade; pero ahora parece más cerca de Paolo Coelho”.

Pero lo que no entiende A.F. es que las dos vertientes o modos de operar, el esotérico y el exotérico, están en Cameron. A.F. ve sólo la cáscara azulada y no el núcleo podrido que se esconde en la “cosmovisión” de Cameron. Sigue sin entender lo que Cameron ha hecho en todo su cine anterior, con el cual esta película de ahora es totalmente coherente. Avatar, hablando en su conjunto como concepto que propone ya desde su primera parte, es la cumbre del pensamiento gnóstico cameroniano. Tiene que hacerlo cada vez más obvio porque tiene que cumplir con la Agenda a la cual responde, una Agenda global (2030) que busca penetrar de cualquier modo en los cerebros de las masas. Por lo tanto debemos hacer uso, acá sí y no en otra parte, de la famosa “hermenéutica de la continuidad”. No hay ruptura de Cameron con su anterior obra. Decimos esto sabiendo las puertas que ha abierto Cameron con Avatar y sobre todo viendo su labor pública en pro de la Agenda del “Nuevo Orden Mundial”.[3]

Pero para llegar a entender eso Faretta tendría que hacer una autocrítica que no llega a hacer.

Porque si afirma ahora que

Ya en Avatar, los detentadores del Bien eran algo elementales, puesto que no eran más que copias manufacturadas en las usinas de la bondad verde; fatalmente el Mal necesario que debe oponerse, resultó tan trivial como sus bondadosos pandorianos. Militarotes gritones, llenos de cuero y con cabelleras rasadas; siempre con cara de padecer hemorroides. Lo que mi tía Carlota llama todavía “fachos””

y que

“Sin duda la primera parte de esta saga -si bien ya estaba algo salpicada de lugares comunes-, nos “conformó”. Porque había -o posiblemente creímos que había-, algo, un poco de esa vieja música anterior con sus ritos de iniciación y sus axis mundi todavía operativos, aunque un tanto sazonada de floripondios botánicos e ictícolas; variaciones de las hadas y los elfos de las nurseries victorianas”,

en realidad cuando la primera parte de Avatar A.F. fue de los más entusiastas defensores de la película, no sólo se “conformó” (sin comillas) sino que llegó incluso a realizar un coloquio con sus incondicionales alumnos de entonces, para exaltar con su característica vehemencia italiana el engendro azul y vituperar a todo aquel que osare criticar la película. Algo de eso mencionamos en nuestro libro sobre Avatar. Nunca hizo una crítica ni dijo las cosas que dice ahora.

Pero, por si fuera poco, A.F. dice (ahora, al fin, se da cuenta):

“Otrosí. A pesar del uso diestro y operativo de la simbólica religiosa en sus obras anteriores, Cameron se declara ateo; como se ha encargado de señalarlo de manera puntual y con suficiencia. Perfecto. Es cosa suya. La libertad es libre y etc. etc. 

Ahora bien, si se es ateo, uno debe conformarse y prepararse a vivir según tal deriva. “Arreglárselas solo”, como dijo Bioy. Pero no inventarse una seudo religión tachonada de chafalonías “místicas”, fabricada a escala de sus necesidades. 

Una espiritualidad que en este caso no es forjada por ningún trance existencial sino por una computadora”.

Lo interesante es que en las últimas décadas A.F. ha venido proponiendo una interpretación cristiana del cine de Cameron, y resulta que “ahora” se entera de que es ateo, cuando, como ya señalamos en nuestro libro, Cameron ha hecho un cine anticristiano desde el vamos, y probablemente sea un miembro de la masonería. Lo de que hizo un “uso diestro y operativo de la simbólica religiosa en sus obras anteriores” no es cierto, sino que, como lo señalamos en nuestras críticas y en nuestro libro, Cameron es anticristiano. La suya no es una inofensiva película de animación, sino que Cameron está del bando de los enemigos de Dios. Es por eso que apoya abiertamente y recomienda las obras del “intelectual” que promueve el Foro Económico Mundial, el siniestro transhumanista homosexual israelí Yuval Noah Harari [4]

Cameron, como dice Faretta, “intenta convencernos del valor de la fraternidad”, pero lo hace de consuno con la Agenda 2030 de la ONU, el Foro de Davos y el Vaticano modernista, que pretenden imponer un futuro diabólico: el transhumanismo de una élite infestada de panteísmo cuyo fin final es la consecución, al fin, del tantas veces fracasado Comunismo. En el horizonte de esta gente aparece el Anticristo, ya figurado, como hemos señalado, en la primera parte de Avatar. La “crisis climática” es una farsa ya denunciada por numerosos verdaderos científicos [5], pero Cameron promueve el veganismo y otras tonterías para “crear conciencia” de que estamos dañando el mundo que es una parte de nosotros mismos, es decir, de la misma sustancia divina. ¿Alguien cree, por ejemplo, que el culto de la “Pachamama” instalado en el Vaticano no forma parte de esta Agenda que entre otras cosas promueve la despoblación mundial, con la excusa de que estamos dañando “la casa común”?

 Celebramos que Faretta se dé cuenta que “Avatar: El camino del agua contiene casi todos los flatus vocis que desbordan los manuales de autoayuda, ejercicios respiratorios, yoga improvisado, y terapias alternativas. Es de lamentar que se haya olvidado de las flores de Bach”, como afirma. Pero lamentamos que siga sin ser un “amigo de la verdad”, como cree o por lo menos declara. Recientemente pudimos comprobar su alejamiento de la verdad en dos ocasiones.

Primeramente, en un video [6] donde se confiesa favorable a la idea de la reencarnación (¡¡¡!!!), a la que llama metempsicosis para no parecer tan groseramente vulgar, pero que se trata de lo misma superchería, véase en este mismo blog el artículo que publicamos de aquel gran especialista en el gnosticismo que fue Jean Vaquié. Y, como si fuera poco, A.F. quiere que la Iglesia católica lo incorpore a su doctrina (¡¡¡!!!). De manera que ya no sólo se ha ubicado en la heterodoxia, sino mismo en la herejía (recordemos una vez más su constante citación del ultra-modernista masón Teilhard de Chardin). Además, apoyando la metempsicosis está coincidiendo con lo que postula Cameron en Avatar, aunque a Faretta ahora no le guste. El que es coherente con su pensamiento es Cameron, y no Faretta, que ahora se niega a ver en la pantalla (en 3D y color azulado) en qué va a parar esa monstruosa confusión intelectual. Pero eso ya se está viendo en aberraciones espantosas incluso en la realidad y no sólo en la pantalla de los cines.   

Segundamente, en otro video [7] , al comentar de su lejana estadía en Italia, confiesa su simpatía por el Partido Comunista italiano, porque el pecado del partido comunista italiano habría sido el estalinismo pero en cambio su virtud era que fue gramsciano (siempre además manifiesta apego hacia ese nefasto personaje que fue Antonio Gramsci)[8], y eso le satisface;  afirma además que el problema sería la “desmarxistización” o pérdida de la identidad tradicional del partido comunista italiano, convertido en “progresismo”. Desde luego que deploramos y fustigamos cuanto podemos el progresismo, pero su contrario o antídoto no es la “ortodoxia marxista” o el “gramscismo”, por supuesto. Por otra parte, cualquier católico normal sabe que el comunismo es el más acérrimo enemigo de Cristo y que la Iglesia lo fulminó con su condena considerándolo “intrínsecamente perverso” (sin hacer diferenciaciones entre el comunismo de Marx, de Stalin, de Mao, de Gramsci o de Peppone). A continuación, califica de “ultraortodoxa” a la escritora Cristina Campo porque por aquel entonces, hacia el final de su vida, había simpatizado con Monseñor Lefebvre, y se apresura a declarar Faretta: “no es mi caso”. No sólo ya nos dimos cuenta que “no es su caso”, pregonando tantas heterodoxias, sino que al usar el prefijo “ultra” tan caro a los periodistas progres para denigrar a los que son simplemente católicos fieles y perfectamente ortodoxos, demuestra la influencia del mismo progresismo en su expresión. Aunque, luego de todo lo dicho, de su apoyo al comunismo, etc., por las dudas cree necesario hacer su declaración de que “soy bastante ortodoxo no sólo en cuanto al dogma sino también al ritual”, lo cual, desgraciadamente, tampoco es cierto, ni en lo uno ni en lo otro.

Rezaremos para que regrese a la verdadera fe católica, al pensamiento que se corresponde con la verdad. Mientras tanto, hablamos.

 

Flavio Mateos

 

 

 

 



[3] Si se trata, pues, de hacer también una hermenéutica de la obra de Faretta, creemos que conviene llamar a las cosas por su nombre, así sus libros: El concepto gnóstico del cine, Demonio evidente, Hitchcock de sobra, La pasión chanta, La infatuación de la melancolía, etc. No hay allí un recto concepto de Tradición, como se pretende. En “El mirar del cine” explicamos largamente por qué.

[8] Es provechoso leer esta conferencia del Padre Alfredo Sáenz sobre Gramsci: https://es.scribd.com/document/513672327/Antonio-GRAMSCI-y-La-Revolucion-Cultural-Padre-Alfredo-SAENZ  Aquí una exposición en video: https://www.youtube.com/watch?v=nU2jVGAR2kw