"En los
tiempos actuales, la gran tentación del católico es el orgullo intelectual.
La mayoría de los críticos del catolicismo hablan sin tener el menor
conocimiento de lo que están hablando y ello es tan evidente que muchas veces
los católicos se ven arrastrados al comportamiento lógico y anticristiano de
responder a los bobos con arreglo a sus bobadas... Así pues, cuando alguien nos
dice que el banquete es contrario al ayuno y que sin embargo ambos parecen ser
sagrados para nosotros, a algunos nos entrarían ganas de contestar simplemente,
«Sí», y hacer una mueca desagradable. Y cuando el preguntón insiste en
cuestiones morales alegando que «la Navidad se dedica a festejos, a comer carne
y a beber vino, y aun así ustedes fomentan esa diversión pagana y
materialista», tanto a ustedes como a mí nos tentaría responder. «Justamente» y
dejar así la cosa. Pero cuando prosigue, con aspecto cada vez más preocupado.
«Además, ustedes admiran a los hombres que viven en cuevas o en el desierto
ayunando y privándose de los placeres más comunes. Al igual que los budistas,
se declaran claramente a favor del ascetismo o de todo lo contrario», de modo
semejante podríamos sentir el impulso de contestar. «Pues sí señor», o «lo cazó
usted a la primera, muchacho» y proponer ir a otro sitio a tomar un refrigerio
en plan amistoso. Pero hay que resistir la tentación. No sólo tenemos la
obligación indudable de explicar a la otra persona que lo que le parece
contradictorio en realidad es complementario, sino que además no está
justificado que utilicemos ese tono de superioridad".
De "G. K. CHESTERTON. SABIDURÍA
E INOCENCIA", por Joseph Pearce.