miércoles, 19 de octubre de 2022

VÉRTIGO

 


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“Las auténticas obras de arte estallan a espaldas de su tiempo, como proyectiles olvidados en un campo de batalla” (Nicolás Gómez Dávila)


¿Por qué Vértigo, 64 años después de su estreno, sigue dando que hablar? ¿Qué es lo que hace que esta película, que en su tiempo fue desdeñada por los críticos e ignorada por los expendedores de premios, continúe fascinando a los amantes del cine, siga suscitando libros, estudios y ensayos críticos como ninguna otra obra cinematográfica? ¿Qué es lo que aún tiene para decirnos este film que ha sido finalmente elegido por los críticos como el mejor de la historia del cine? Y ¿por qué hablar de una película cuando el orden de Occidente se cae a pedazos y nos rodea el caos, la violencia y la muerte de la inteligencia? ¿No es "frívolo" ocuparse de una película, cuando en el mundo el mal está desatado?
Asomarse al abismo no es para todos”, dijo el Padre Castellani. El autor –a contracorriente- toma ese riesgo y comunica sus descubrimientos, sus observaciones y una crítica aguda a partir de lo que considera la piedra angular de la obra o, si se quiere, de la catedral hitchcoquiana: el dogma católico del pecado original, y el orden restaurado a través de una película que es el canto del cisne del barroco, el triunfo del símbolo sobre la alegoría, y la condena, de un solo golpe, tanto del idealismo platónico como del subjetivismo cartesiano y del romanticismo.
Vértigo es moderna en cuanto a su originalidad formal, pero es clásica y tradicional por su formulación filosófica y religiosa. Y permanece porque, como decía Gómez Dávila, “si queremos que algo dure, hagámoslo bello, no eficaz”.