“Ante nuestros ojos aparecen en lucha dos tradiciones; lejos de conducir el mismo contenido nocional son antagonistas. La una transmite sin disimulo la religión del verdadero Dios, y es la Tradición apostólica, en la cual la tradición primordial está totalmente incluida. La otra, llamada por los neognósticos Tradición primordial, transmite, bajo un disfraz de luz, la religión tenebrosa que quiere ponerse en el lugar de Dios”. (Jean Vaquié, Ocultismo y fe católica: los principales temas gnósticos).

miércoles, 26 de noviembre de 2025

REVISITANDO LA PASIÓN DE CRISTO DE MEL GIBSON

 



Por JOSEPH PEARCE

27 de marzo de 2021

Han pasado diecisiete años desde el estreno de La Pasión de Cristo de Mel Gibson, y ha pasado casi el mismo tiempo desde la última vez que la vi. Hubo un período de varios años después de su lanzamiento en que mi esposa y yo nos propusimos verla durante la Semana Santa. Esto llegó a su fin después de que nuestra hija tuvo la edad suficiente para verse afectada por lo que veía en la pantalla, siendo la violencia espantosa de la presentación de la Pasión por parte del Sr. Gibson inadecuada para ojos jóvenes. Durante años, por lo tanto, nuestra copia del DVD acumuló polvo entre los muchos discos olvidados en un gabinete de la sala de juegos. Este año, habiendo cumplido recientemente nuestra hija los trece años, lo sacamos, lo desempolvamos y lo vimos juntos en familia.

Quedé asombrado nuevamente de lo buena que es. Es tan buena, de hecho, que resulta inadecuado verla simplemente como una película. Es mucho más. Transciende el género, desafiando sus limitaciones. Lo hace, paradójicamente, rompiendo todas las reglas. El diálogo, del cual hay muy poco, es parco, sucinto y va al grano. No hay verborrea superflua. No se pronuncia palabra alguna que no sea absolutamente necesaria, y cada palabra es transmitida con potencia precisa. Y, lo que es más, el diálogo escaso está en arameo o en latín, requiriendo el uso de subtítulos. Esta audaz decisión de dejar que la historia hable en lenguas arcaicas “muertas” es verdaderamente inspirada, añadiendo una profundidad y un poder paradójicos, lo numinoso sirviendo para ennoblecer lo luminoso, así como el latín ennoblece e ilumina la liturgia. Hacer que Cristo hablara en inglés de Hollywood habría vulgarizado y trivializado Sus palabras, de la misma manera en que la lengua vernácula vulgariza y trivializa las palabras de la consagración en la Misa. Además, los subtítulos añaden una sutileza a la experiencia del espectador de la obra, requiriendo una implicación visual con las palabras y no meramente un compromiso auditivo. Siendo el oído incluso más propenso a divagar que el ojo, este doble compromiso de los sentidos profundiza la inmersión del espectador en la acción, sirviendo el ojo lector para apoyar al oído que escucha.

El argumento, si la re-presentación de la Pasión de Cristo puede reducirse a tal análisis, sigue la narración evangélica, ayudada y secundada por la tradición, especialmente la tradición que se ha solidificado en la práctica devocional popular y piadosa de los Misterios Dolorosos del Rosario y del Vía Crucis. Tenemos la Agonía en el Huerto, la traición de Judas, la flagelación, la coronación de espinas, la toma de la cruz, las tres caídas bajo el peso de la Cruz, Simón de Cirene, el llanto de las mujeres de Jerusalén, el encuentro con Santa Verónica y el milagro del velo, el encuentro de Cristo con Su Madre en la vía dolorosa y, por supuesto, el drama espantoso del mismo Gólgota.

No hay alivio ligero en medio de la fealdad del pecado y la belleza de la respuesta de Cristo a él, pero sí hay un grado de respiro dramático de la intensidad dolorosa de la Pasión en los flashbacks a la vida de Cristo: la vida doméstica con Su Madre antes de Su ministerio público; Su enseñanza y predicación; y por último, pero indudablemente no menos importante, la Última Cena, la cual se representa como la prefiguración tipológica tanto de la Crucifixión como del sacrificio de la Misa.

En cuanto al elenco, es impecable. La interpretación de Jim Caviezel como Jesús es tan inspirada que eclipsa en su simplicidad y brillantez todas las demás presentaciones cinematográficas de Cristo. La Madre de Dios tiene una belleza intemporal y sin edad; María Magdalena tiene una belleza sensual que sugiere su pasado pecaminoso pero transfigurado por su amor al Señor y su espíritu penitente. Juan el Evangelista es una presencia poderosa en el silencio de su amor tanto por Cristo como por la Madre de Cristo. En contraste, la grotesca fealdad física de muchos de los personajes es un recurso para exponer su grotesca fealdad espiritual. La presencia demoníaca es andróginamente inquietante en el personaje de Satanás mismo, pero también en Herodes y en el narcisismo y decadencia satánicamente ensimismados de su corte.

Como corresponde a una obra de tan profunda ortodoxia, y La Pasión de Cristo de Mel Gibson es indudablemente tal obra, la oscuridad no prevalece. La sombra de la Caída que cae sobre el Gólgota no se muestra como la victoria final de la oscuridad sobre la luz, sino como el preludio de la victoria final de la Luz sobre la oscuridad. La catástrofe de la Crucifixión es seguida en La Pasión de Cristo del Sr. Gibson, como lo es en la verdadera Pasión de Cristo, por la eucatástrofe de la Resurrección, el súbito y gozoso giro en la historia del hombre que Dios mismo ejecuta.

Comencé estas reflexiones afirmando que era inadecuado describir la obra maestra de Mel Gibson como una película, insistiendo en que era mucho más que eso. Sería más exacto describirla como un icono viviente. Nos llama a la oración. Nos conduce a la contemplación que nos lleva a la presencia del mismo Cristo. Es un don más allá de las palabras, exponiendo la insuficiencia de mis torpes garabatos. Como dijo T. S. Eliot acerca de la Divina Comedia de Dante, no hay nada que hacer en presencia de tal belleza inefable excepto señalar y guardar silencio. Ya se ha dicho bastante porque no podría decirse nunca lo suficiente. No hay palabras iguales a la tarea. El resto es silencio. Silencio y alabanza. La alabanza silenciosa de la presencia más allá del silencio.

 

https://theimaginativeconservative.org/2021/03/revisiting-mel-gibson-passion-of-the-christ-joseph-pearce.html