Por DON CURZIO NITOGLIA
22 agosto 2020
Prólogo
Solo con pronunciar la fórmula mágica “Superiores
Incognitos” se piensa enseguida en el sufí/esoterista René Guénon (1886-1951),
pero en realidad esta fórmula “mágica” no es creación suya (como gran parte de
“su” doctrina, que le era susurrada al oído por los cabalistas,[1] casi siempre
ocultos detrás de todo esoterista[2]).
En realidad esta doctrina era harina (que “se
vuelve salvado”, como la “harina del diablo”) del saco —mucho más profundo y
casi sin fondo, que “se pierde en la noche de los tiempos”— del rabino (ça va
sans dire) cabalista Bär Dov (que no debe confundirse con “Bar-Abba”) de
Mesritisch (1710-1772), el sucesor de Israel Ba‘al Shem Tov
(1700-1760), quien fue el fundador del Jasidismo de los Lubavitch o Chabad.
Rabbi Bär
Dov y los “36 Superiores Incognitos”
En efecto, Rabbi Bär Dov enseñaba que el Tzaddik
(en hebreo “Justo, Santo, Perfecto”), en el Jasidismo, representaba la
verdadera y auténtica guía espiritual de los jasidim y el intermediario o
mediador entre la Divinidad y los judíos, especialmente los jasídicos (cf. Lea
Sestrieri, La espiritualità ebraica, Roma, Studium, 1987).
Rabbi Bär Dov tomó el concepto de Tzaddik de
la Cábala y, en particular, del Zohar, según el cual —junto con
el Talmud de Babilonia (bSanhedrín 97a/b; bSukkot 45b)—:
«En la Jerusalén celestial, donde reside el Templo
perpetuo, que volverá a descender sobre la Jerusalén terrestre con la venida
del Mesías, se encuentra un altar donde el Arcángel Miguel realiza los
sacrificios y, sobre todo, ofrece a Dios las almas de los “Tzaddikim
Incognitos”, las cuales son el “alimento de la Divinidad” (no hay que
maravillarse si los rabinos cabalístico-talmudistas han llegado incluso al
deicidio… por “envenenamiento”…).
Según el Jasidismo, cada generación humana, además de los “Tzaddikim conocidos o cognitos”, posee al menos “36 Tzaddikim Incognitos”,[3] llamados en hebreo Lamed-Vav Tsaddiqim o Lamed Wawniqim, que, sin ser vistos por nadie [“una mano oculta dirige todo…”, nota del autor], cumplen su obra de mediación entre los jasidim y la Divinidad, gracias a la cual el mundo continúa existiendo».
(Geoffrey Wigoder – Sylvie Anne Goldberg, dir., Dictionnaire
Encyclopédique du Judaïsme, París, Cerf/Laffont, 1996, p. 596, voz
“Lamed-Vav Tsaddiqim” y p. 1032, voz “Tsaddiq”; L. Troisi, Dizionario della
Kabbalah, Foggia, Bastogi, 1998, p. 250, voz “Tzaddikim”.)
«En la Cábala el Tzaddik representa la penúltima o
novena sefirá, es decir, la emanación de Dios (Ein Sof); es “el órgano
genital masculino” [cito textualmente para evitar una denuncia por
antisemitismo, y tranquilizando al mismo tiempo al piadoso lector: no he dicho
ninguna mala palabra, nota del autor], es decir, el canal a través del cual el
flujo divino desciende a la tierra.
Todas las cosas escondidas y secretas son conocidas por el Tzaddik; entre los
jasidim, el Tzaddik era el Rebbe o Maestro, que poseía en sí una parte
del alma de Moisés. Por ello estaba por encima de las críticas de sus
discípulos. Sus poderes espirituales (“Ruaj Ha-Kodesh”, es decir, el Espíritu
divino) eran considerados tan grandes que se pensaba que incluso enseñaba a
Dios».
(Alan Unterman, Dizionario di usi e leggende
ebraiche, Roma/Bari, Laterza, 1994, p. 300, voz “Tzaddik”.)
Además:
«El Zaddiq es el fundamento del mundo (bHagigá
12b), que garantiza la subsistencia misma del mundo. Esta concepción encontró
expresión en la doctrina de los “36 Justos Incognitos”».
(Johann Maier – Peter Schäfer, Piccola
Enciclopedia dell’Ebraismo, Casale Monferrato, Marietti, 1985, p. 652, voz
“Zaddiq”.)
Y aún:
«Según una difundida tradición talmúdica, en cada
generación viven al menos “36 Justos Ocultos”, que solo por sus méritos
permiten que el mundo continúe existiendo. Esta doctrina tiene un papel clave
en la teoría cabalística popular de los siglos XVI y XVII, así como en las
historias jasídicas del siglo XVIII».
(Ibíd., p. 620, voz “Treinta y seis justos”.)
Guénon no
puede estar sin Evola
Sin embargo, no se puede hablar del esoterismo
cabalístico de René Guénon sin mencionar también a Julius Evola
(†1974). En efecto, también para el “Gran Iniciado/Guerrero” siciliano Evola
—con las debidas distinciones respecto al “Esoterista/Monje” francés— los
antepasados sanos de la masonería tradicional antigua y medieval son la Cábala
judía y, sobre todo, el Zohar (Fabio Venzi, Julius Evola e la
Libera Muratorìa, Roma, Settimo Sigillo, 2010, p. 64). Además, también son
“los templarios y los rosacruces” (p. 36).
Para Evola la masonería moderna, nacida en
Inglaterra en 1717 (iluminista, revolucionaria y “de izquierda”), es una degeneración
negativa de la originaria, clásica/medieval y tradicional (simbólica,
esotérica, operativa o teúrgica), que era sumamente positiva. Para el pensador
siciliano, la masonería operativa tiene realmente la capacidad de “operar” una transformación
alquímica de la realidad, mediante una “cadena de Iniciados” (tipo
Tzaddikim) que evocan fuerzas preternaturales (Venzi, op. cit., p. 12).
Incluso en su último ensayo sobre la masonería, en
1974, titulado La Massoneria moderna e l’Inversione di Polarità (Roma,
Edizioni Mediterranee, 1974), Evola distinguía la masonería moderna nacida en
Inglaterra en 1717 —especulativa, es decir, politizada, racionalista, iluminista
y subversiva— de aquella tradicional, que es operativa, pues realiza,
como enseña el Jasidismo, la reconstrucción no humana del Templo de
Jerusalén y la transmutación del Individuo Absoluto, “indionizándolo”,
o sea, haciéndolo “Dios”. Venzi comenta: “el método evoliano lleva al hombre a
hacerse Dios en la realidad concreta” (op. cit., p. 22).
El pensamiento de Evola —análogamente al de Guénon,
aunque con ligeras diferencias accidentales, y al de la Cábala jasídica— se
basa sustancialmente en tres pilares fundamentales:
1. La magia o teurgia cabalística como arte de transmutar al hombre en “Dios” y el
pensamiento en realidad.[4]
2. La distinción entre masonería especulativa moderna
“de izquierda” y masonería operativa “de derecha”; la primera entendida como una desviación negativa
de la operativa, que sería verdadera, buena y tradicional, y hunde sus raíces
últimas en la Cábala judía.
En suma, tanto en Evola como en Guénon el influjo
cabalístico es absolutamente fundamental.
Conclusión
¿Quiénes son, en definitiva, estos “Superiores
Incognitos” o “Tzaddikkim Ocultos” de los que hablan Bär Dov, René Guénon y
Julius Evola? La respuesta, a la luz de la fe, es simple: por encima del
hombre solo están Dios y los buenos ángeles.
Ahora bien:
«Los Iniciados o “Sometidos Cognitos” podrían muy
probablemente recibir efectivamente un “influjo espiritual de origen no humano”
por mediación de los “Superiores Incognitos”.
De hecho, estos hechos extraordinarios
[preternaturales, la presencia sentida de Satanás, nota del autor], debidos a
toda forma de iniciación esotérica, son el triste privilegio de pocos
“Iluminados”.
Ellos son los “Superiores Incognitos”, como los
llamaban Bär Dov y la Secta ya en el siglo XVIII. Agentes directos de Satanás,
son sus instrumentos habituales, y es mediante ellos que penetra e influye en
el seno de las sociedades secretas y, sobre todo, de la masonería, que es la
“Madre y Maestra” de todas ellas.
Son los Caballeros (Kadosh), los Sacerdotes (Cohen) o los Monjes (Tzaddik) de
la Contra-Iglesia o “Sinagoga de Satanás”, como la llama San Juan en el
Apocalipsis (II, 9; III, 9).
La Iglesia de Cristo, en cambio, tiene a sus
santos; mientras que Satanás, el mono de Dios, tiene a sus “Grandes Iniciados”
—tanto los Kadosh (Evola), como los Tzaddik o Monjes (Guénon), pero ambos
derivan de la misma Cábala judía».
(Charles Nicollaud, L’initiation maçonnique,
París, Perrin, 1931, p. 145.)
Se objetará que tal influjo espiritual podría
provenir de un ángel bueno; pero los ángeles son ministros de Dios: si
actúan sobre los hombres, es para conducirlos a Jesucristo y a su Iglesia.
Ahora bien, la lucha contra la Iglesia es una constante de la sinagoga
talmúdica, de la masonería y del esoterismo jasídico, evoliano y guenoniano.
Los “36 Tzaddikkim Incognitos” que,
1º) como verdaderos Grandes Jefes
y Amos gobiernan el mundo entero,
son el instrumento privilegiado del que se sirve
2º) Satanás
—el Amo de los Amos— para intentar arruinar la obra de Dios. Son ellos quienes,
por medio de los Bancos[6] (Rothschild, Rockefeller),
la Big
Pharma[7] y las vacunas (ídem y Bill Gates), las industrias
bélicas (Deep State, Bush, Clinton y Obama) y los medios
de comunicación (Soros y Gates), dirigen
3º) a los Políticos/Clérigos
(Conte, Di Maio, Casaleggio, Grillo y Bergoglio…), quienes, como buenos
Mayordomos, ponen inmediatamente en práctica las órdenes de sus Amos Incógnitos
para el dominio del mundo:
«Todo
esto te daré, si postrándote me adoras» (Mt 4,1 ss.),
enfrentándose
a menudo con otros Políticos/Clérigos que objetivamente (y quizá de buena fe,
pero sólo Dios lo sabe) tratan de frenar su carrera demasiado veloz hacia el
abismo (Trump, Putin y Ratzinger).
San Agustín
enseña:
«Tú quisiste, siendo hombre,
hacerte Dios para luego perecer; pero Él, siendo Dios, quiso hacerse hombre
para reencontrar lo que se había perdido» (Sermo
CLXXXVIII, cap. 3, en PL, XXXVIII, 1004).
Aquí está toda
la dramática e irreconciliable oposición entre Dios y el Anti-Dios, entre la
Iglesia y la Contra-Iglesia.
En resumen, el
Esoterismo
(jasídico, evoliano o guenoniano), tanto de “derecha” como de “izquierda”, es
lo contrario del Cristianismo. En efecto, el primero quiere que el hombre se
haga “D-Ios” por sí mismo a través del Conocimiento iniciático o Gnosis;
mientras que el segundo enseña que Dios se hizo hombre para salvar al hombre
del Pecado Original, haciéndole participar de su naturaleza divina de manera
limitada y finita por medio de la gracia santificante.
Próximamente
intentaré, con la ayuda de Dios, profundizar el tema del influjo
del jasidismo en la vida económica, política, sanitaria, bélica y mediática.
¡El problema es verdaderamente impresionante! Para comprender la oposición
entre Asquenazíes
y Sefardíes, Teo/con y Teo/dem,
masones
angloamericanos y latinos, bushistas y
trumpistas, bergoglianos y ratzingerianos[8],
es necesario remontarse a la oposición entre el judaísmo
rabínico ortodoxo y el judaísmo carismático jasídico.
Curzio Nitoglia
[1] Para tener una exposición
correcta de la doctrina cabalística, léanse Julio Meinvielle, De
la Cábala al Progresismo, Proceno – Viterbo, Effedieffe, 2018; Léon
Meurin, La
Masonería “Sinagoga de Satanás”, Proceno – Viterbo, Effedieffe,
2019.
[2] “El judío
busca los puntos más vulnerables de la Iglesia, y para descubrirlos tiene a su
servicio —además del conocimiento de los Libros santos— la sagacidad del
oprimido. Él es el doctor del incrédulo; todos los revoltosos espirituales se
dirigen a él, en la sombra o a plena luz. Él trabaja en el inmenso laboratorio
de la blasfemia: es él quien forja todo ese arsenal asesino de razonamientos y
de ironía que armará a los escépticos del Renacimiento y a los libertinos; y
ese cierto sarcasmo de Voltaire no es sino el último eco de una palabra
murmurada, seis siglos antes, en la sombra del gueto, o incluso en tiempos de
Celso y de Orígenes, en la misma cuna de la religión de Cristo” (J.
Darmesteter, Coup
d’œil sur l’histoire du peuple juif, París, 1881).
[3] Los “Amos
del Mundo”, así los llamaba Giulietto Chiesa († 2020), los “Iluminados” como
los llamaba el padre Augustin Barruel (Mémoires pour servir à l’Histoire
du Jacobinisme, 5 vols., 1797-1799), son —se dice— alrededor de
poco más de dos/tres centenas en todo el mundo (cf. Benjamin Disraeli, Coningsby,
1844), pero, según nos explican los cabalistas jasidim, en su núcleo
fundamental serían al menos 36. ¿Quiénes son? ¡Sólo Dios lo sabe! Ciertamente
los Rothschild, los Rockefeller, los Soros y los Bill Gates forman parte de
ellos. Muchos (incluido Himmler) los buscaron en la mítica Agartha, en la
región del Himalaya… pero no los encontraron; en efecto, no había que ir hacia
arriba para encontrarlos, sino hacia abajo, demasiado abajo para cualquier
hombre aún vivo…
[4] Aquello
que Descartes y el Idealismo habían teorizado: “Cogito ergo
sum”, Evola pretendía realizarlo mediante la Magia o la Cábala.
[5] Esta
diversidad entre los dos ramos de la Masonería (especulativa, “de izquierda” o
progresista, y operativa, “de derecha” o conservadora) y del Judaísmo
(rabínico/ortodoxo “de derecha” teo/con y jasídico “de izquierda” teo/dem)
representa sólo una diferencia accidental y no sustancial. En efecto, la
naturaleza o sustancia de la Masonería y del Cabalismo es siempre la misma,
mientras que las diversidades entre “con” y “dem” son únicamente accidentales,
como ocurre entre la mano derecha e izquierda de un mismo hombre.
[6] ¡Sobre el
Banco la patria vive; bajo el Banco la patria revienta!
[7] ¡Sobre la
Pharma el cristiano vive; bajo la Pharma el cristiano revienta!
[8] Atención a
no meter todo en el mismo saco. Siempre es necesario saber distinguir incluso
las diversidades meramente accidentales. En efecto, si la diferencia entre
Trump/Ratzinger frente a Clinton/Bergoglio es accidental, es sin embargo cierto
que la primera pareja ralentiza —sin impedir totalmente— el incendio que está
devorando nuestro pobre mundo, arrojándolo a las manos de las vacunas
obligatorias, de los microchips implantados en nuestros cerebros, del homicidio
ritual pedo/satanista, de la idolatría pachamama/mammona. Por lo tanto, si un
asesino está derribando con una violencia rapidísima e imparable las puertas de
mi casa tomándome desprevenido, y otro intenta entrar poco a poco, dándome la
posibilidad de organizarme para defender a mi familia, me parece razonable
preferir al segundo incluso sin hacerle un apoyo fanático.
