POR JAVIER NAVASCUÉS
Flavio Mateos es un escritor argentino que ha
sentido la llamada al sacerdocio. Habiendo dejado atrás un largo pasado en el
ateísmo y la militancia comunista, tras su conversión a la fe católica empezó a
ajustar cuentas con aquello que había ocupado su vida en el pasado: el
periodismo y el cine. Con libros como “El Libro Negro del Periodismo”
(Ediciones Bella Vista, 2012) o su blog “Videoteca Reduco” y los libros “La
Pasión de Cristo de Mel Gibson. El triunfo de la cruz”, “El mirar del cine”,
“Lo esencial de Alfred Hitchcock”, “Vértigo. El enigma vertical”, “Videoteca
Reduco” y “Avatar y el cine anticristiano de james Cameron” (casi todos
editados por Ediciones Reacción), se ocupó de desnudar el liberalismo y el
gnosticismo presentes en los medios de comunicación, a la vez que de rescatar
los valores cristianos en el llamado “arte del siglo XX”. Difusor del mensaje
de Fátima a través de su blog “Agenda Fátima”, en la presente entrevista nos
habla de su libro La Pasión de Cristo (sobre la obra de Mel Gibson). El triunfo
de la Cruz.
¿Por qué un libro sobre La Pasión de Mel Gibson?
El libro fue escrito, como explico en su prólogo, poco después del
estreno de la película en Argentina. Usted me pregunta por qué un libro. Le voy
a ser sincero, se dieron de bruces dos condiciones que irremisiblemente me
impulsaron a sentarme y escribir: por un lado yo estaba atravesando mi segunda
conversión al catolicismo, habiendo incursionado recientemente en la Tradición
y la Misa tridentina, así que mi estado era el del “fervor del recién converso”
que descubría los tesoros que hasta ese momento le habían escamoteado, y la
película no vino sino a avivar ese estado; por el otro lado, además de los
obvios opositores a la película (los progres, los modernistas, los peatones del
mar rojo) aparecieron una serie de personajes católicos, mismo en la Tradición,
impugnando acremente la película, sin argumentos de peso en su desdén. Descubrí
que casi todos ellos eran profesores que habían ido a ver la película en
“actitud profesoral”, más bien con poca aptitud para dejarse atrapar por una
película que no se parecía a nada que se hubiese filmado antes sobre
Jesucristo. El pensamiento de estas personas elabora más o menos esta idea que
finalmente se les cae al rostro: “¿Cómo un actor hollywoodense va a venir a
enseñarme algo a mí, Profesor Fulano, que tengo cátedras y licenciaturas?”.
Ahora que publico el libro sigo encontrando profesores que siguen
diciendo exactamente las mismas cosas. No puedo dejar de recordar cuando Gómez
Dávila decía: “No todo profesor es estúpido, pero todo estúpido es profesor”.
Así que, como puede ver, el libro nació, al igual que la película, polémico y
con afán de despertar a algunos y parar en seco a otros que hablaban de cine
sin tener idea de lo que decían. Gracias a Dios no todos los profesores son
así. Y lo digo coincidiendo con un maestro como el Profesor Louis Jugnet, que
decía que compete a la teología y a la filosofía juzgar a la literatura, y no
al revés. Pero sucede que antes que nada hay que tener consciencia de lo que en
arte, en este caso el cine, está bien o mal hecho. Y si me apuran y a riesgo de
parecer antipático, le digo lo mismo que Leopoldo Marechal: “Si la belleza es
la sola razón necesaria de una obra de arte, la intuición de lo bello aparecerá
como primera virtud del crítico, virtud indispensable, sin la cual toda crítica
resulta imposible”. Ahora bien: el conocimiento de la belleza se realiza por
una intuición de orden suprarracional que algunos poseen y otros no; y aunque
tal afirmación, rigurosamente verdadera, suele repugnar a los profesores de
ciertas doctrinas igualitarias, no hay más remedio que admitirla, y reconocer
que la percepción de lo bello no está al alcance de todo el mundo. De lo cual
se infiere que la idoneidad del crítico finca, sobre toda otra virtud, en la
posesión de aquel sentido interno gracias al cual, frente a una obra de arte,
le será dado hacer una primera afirmación, la primera y la única fundamental:
“esta obra es o no es bella”.
En otras palabras: el arte no es democrático. También se puede encontrar en el cuerpo profesoral denigrador de la película algún “maestro” que elogia el arte barroco pero que no se da cuenta de que esta es una película barroca, en el sentido artístico, político y religioso: la misa no es una fiestita donde vamos a cantar y tomarnos de la mano embobados, sino un sacrificio, “El Sacrificio”, ¿cuál? El que se nos muestra con lujo de detalles en esta película, sólo que en la misa es incruento. También se nos recuerda que el poder viene de Dios, y que la multitud no tiene por qué ser infalible: la soberanía popular es un cuento.
¿No es exagerado afirmar que es la película más
importante de la historia del cine?
Puede ser, pero dígame usted qué película puede ser más importante que
la que cuenta –atención, de manera bella y admirable- “la más grande historia
jamás contada” (como dice el título de una anodina película sobre Cristo del
año 1965). Pero como digo bien al comienzo del libro, no se trata –según mi
humilde parecer- de la “mejor” película, sino de la más importante por las
implicaciones que tiene lo que muestra a todo nivel. En la pasión de Cristo se
opera nuestra Redención, y mirado sólo desde nuestro punto de vista podríamos
afirmar que es la mayor hazaña jamás realizada por alguien, la mayor historia
épica y de amor, y la mayor historia de horror (vea los enemigos de Cristo).
Por poner sólo un ejemplo de la importancia capital de esto, Santo Tomás nos
dice: “La pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra
vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer
otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y desear lo que
Cristo allí deseó.
En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes”. Que en un siglo
de apostasía y barbarie, de inexistencia de arte cristiano, y donde el cine
reproduce infinitas tonterías y perversiones, en pro de las agendas del Nuevo
Orden Mundial, que en tal mundo se realice una película como esta, de sus
características particulares –que analizamos en el libro-, y aún obtenga tan
inmensa repercusión en el mundo entero, pese a sus enemigos, y habiendo además
visto multitud de testimonios de conversión o de regreso a la Iglesia, pues
bien, todo eso me hace pensar que no es exagerado considerarla la película más
importante. El papa Pío XII lanzó una vez esta consigna: “Que el cine sea
ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente
para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”. Nos parece que La
Pasión de Mel Gibson se inscribe muy bien dentro de ella.
¿La considera por tanto una gran obra maestra?
Sin dudas su director ha tenido inspiraciones geniales para alcanzar
este logro artístico sin precedentes, como también en su siguiente película “Apocalypto”
a la cual también le dedicamos un libro. Los críticos de cine, en general
liberales y progresistas, no la pondrán nunca en sus listados de las 100
mejores, y si la incluyen a “Vértigo” es porque no han comprendido -¡pero qué
van a comprender!- su sentido católico. Qué le vamos a hacer.
¿Qué es lo que aporta en relación a otras vidas de
Cristo que se han llevado antes al cine?
Todas las otras películas, además de ser larvas artísticas, o como mucho
espectáculos aquietantes, escamotean el acontecimiento central en la vida de
Nuestro Señor, que es su pasión, muerte y crucifixión. Apenas si lo pasan de
largo como si fuera cosa sin importancia. Y de paso, escamotean también el tema
del fariseísmo, cargándole siempre el fardo sólo a los romanos. Dice el Padre
Castellani en su magnífico libro “Cristo y los Fariseos” lo siguiente,
permítame citarlo textual: “Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre
se puede resumir en esta fórmula: ‘Fue el Mesías y luchó contra los Fariseos’
—o quizá más brevemente todavía: ‘Luchó contra los Fariseos’. Ése fue el
trabajo que personalmente se asignó Cristo: su campaña. Todas las biografías de
Cristo que conocemos construyen su vida sobre otra fórmula: “Fue el Hijo de
Dios, predicó el Reino de Dios y confirmó su prédica con milagros y profecías…”
Sí; pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que fue el acto más
importante de Su vida. Son biografías más apologéticas que biográficas; Luis
Veuillot, Grandmaison, Ricciotti, Lebreton, Papini, Mauriac… El drama de Cristo
queda así escamoteado.
La vida de Cristo no fue un idilio ni una elegía sino un drama: no hay
drama sin antagonista. El antagonista de Cristo, en apariencia vencedor, fue el
fariseísmo”. Hasta acá Castellani. Gibson, por tanto, no se ha dedicado a hacer
una “vida de Cristo” sino a representar el drama histórico-religioso más agudo,
doloroso y trágico de la historia, y esto por primera vez en la historia del
cine. Sólo recuerdo esbozado bastante claramente el problema farisaico en dos
películas anteriores: “Gólgotha” de Julien Duvivier, floja película a pesar de
eso, y “El beso de Judas” de Rafael Gil. Mel Gibson, filmando por fuera de los
estudios de Hollywood a su riesgo y beneficio, se mete o mejor dicho, arremete
con un coraje que debemos aplaudir, contra lo que hasta ahora era considerado
“tabú” y nadie se animaba a traspasar. El resultado ya lo hemos visto: ser
acusado de antisemita fue lo de menos. Tuvo que pagar el duro precio de
atreverse. Pero ahí está su película, cuya fuerza expositiva, su aproximación
íntima a lo que nadie quería desocultar, siguen dando que hablar. Lo mismo ha
pasado con “Apocalypto” y así se ha visto a la prensa progre y de izquierdas de
todo el mundo caerle encima. Finalmente hay que decirlo claramente: si Mel
Gibson no tuviera talento para el cine todo esto no hubiese ocurrido jamás, sus
películas habrían pasado desapercibidas y esta entrevista no habría tenido
lugar.
¿Por qué no se puede permanecer indiferente ante
esta película?
Supongo que por la misma razón que no lo podemos ante un crucifijo. Si
uno detiene a alguien en la calle y le muestra un crucifijo, eso lo interpela.
Habrá quien da vuelta la cara disgustado, quien siente temor, quien lo bese,
etc. Pero también ocurre, sí, quien prefiere ignorarlo, nos pasa a nosotros que
tenemos un crucifijo colgado de la pared y pasamos frente a él sin dedicarle
una mirada. A su servidor le pasa de andar con sotana por la calle y encontrar
diferentes reacciones, de acuerdo al ambiente. Pero, es por estas mismas
razones que Mel Gibson ha querido hacer una película poderosamente llamativa,
fuerte, chocante para algunos, conmovedora para otros. Si, como decía
Chesterton, “todo arte es sensacional puesto que se dirige a producir alguna
especie de sensación”, acá Gibson ha apostado muy alto en ese sentido, porque
quería sacudir al anodino e indiferente hombre moderno de este mundo decrépito.
Pienso que la mayoría ha acusado recibo y ha reaccionado de acuerdo a lo que
había en su corazón.
Por otra parte, es interesante pensar de qué modo Dios puede valerse del
recurso del arte de la manera menos pensada. Voy a ponerle un ejemplo. Esto
dice Santa Teresa de Jesús en su “Vida”: “…pues ya andaba mi alma cansada y,
aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme
que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a
guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de
Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal,
porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo
mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me
partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”. Y sigue más
adelante: “Mas esta postrera vez, de esta imagen que digo, me parece me
aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía ya toda mi
confianza en Dios”. Nada quita que esta película haya servido a muchas almas,
en un momento especial de sus vidas, para lo mismo.
Además la película es muy fiel a la verdad
histórica, a las costumbres y usanzas de la época, aunque se le acuse de
exagerar la dureza, ¿fue realmente así?
Gibson se asesoró bien e intentó ser lo más exacto que se puede ser, sin
por eso pretender realizar un documental. Logró además usando los idiomas
arameo y latín (sin precedentes en el cine), meternos más aún en el contexto
histórico. La verdad que tuvo razón: los Jesucristo recién salidos del
peluquero y sin una mota de polvo encima, que recitan su diálogo en inglés y
reciben los golpes de la flagelación como si estuvieran duchándose, eran aptos
para el acomodado público wasp, pero no para los maltrechos y aguerridos
católicos de rosario diario.
Sobre la cuestión de “exagerar la dureza”, hay quienes dicen que no
había que mostrar tanto, o que se exagera hasta hacer una película “gore”:
estupideces. Esa gente no conoce u olvida la historia del Cristianismo, forjado
en base al martirio. Estoy meditando estos días unos textos del gran sacerdote
que fue Charles de Foucauld. Dice en un momento: “…los verdugos, mi Bien Amado,
¡no cesan de golpearte! La sangre inunda la parte inferior de vuestro cuerpo:
estás todo cubierto de sangre, como de un manto… ¡Oh! ¡Mi Dios! ¡Qué dolor!
¡Oh! ¿Cómo no mueres en este afrentoso suplicio? ¿Y cómo no muero yo viéndolo?
Y se os golpea siempre, se golpea esas carnes que se desprenden de los huesos y
penden como jirones, eres como una víctima desollada sin forma humana; toda
vuestra espalda, vuestros brazos, vuestros hombros son abiertos y los golpes
continúan a caer sobre la carne desnuda y sangrante… ¡Oh! Mi Dios, qué
suplicio, ¡cómo tú me amas! ¡Es eso lo que os cuestan mis gozos culpables!
¡Perdón, perdón, gracias, gracias, perdón! (Nouveaux Écrits Spirituels, p. 180
y sig.). Eso es lo que medita un santo. ¿Le parece sádico, o más bien realista?
La película nos pone de frente a tal cuadro, el resto nos corresponde a
nosotros. No olvidemos que al comienzo de la película está la cita de Isaías
53.
Aunque algunos acusan a Mel Gibson de excesivo
“efectismo”… ¿Hacía falta la luz azulada en el huerto por ejemplo?
Interesante pregunta. La respuesta más sencilla sería decir que se trata
de un claro de luna, donde la luz percibida es azulada. Se trata de la
iluminación nocturna por la luz del sol reflejada en la luna. También podemos
decir que de entrada Gibson nos está diciendo que no se trata de una mera
crónica de lo que pasó entonces, sino de una representación artística. Son
muchas y magníficas las obras pictóricas y musicales de “claros de luna”. Lejos
de ese encanto nocturnal de los artistas como Manet, Beethoven o Debussy, acá
se nos muestra a Jesucristo padeciendo terriblemente por nosotros. Por otra
parte, esa brillante luna, que en un momento sirve de plano-puente entre la
mirada de Pedro y de Caifás (recurso habitual en el buen cine), se verá
cubierta por las nubes cuando el mayor momento de tentación y la aparición de
la serpiente. Podemos decir que la luna es un elemento muy importante de esa
primera escena. Si queremos hilar más fino, podríamos pensar que se trata de
una “Luna azul”, llamada así no tanto porque ilumine con ese color, sino cuando
se producen dos lunas llenas el mismo mes, siendo en el calendario gregoriano
la primera vez en enero, y luego en marzo, abril o mayo, que es precisamente
cuando se desarrolla la Semana Santa y por lo tanto los eventos del Huerto. Por
otra parte, se llama Luna azul (blue) pero deriva del inglés antiguo belewe que
significa “traidor”. Y, como sabemos, esa es la noche del traidor en la Pasión.
La película es en cierta manera como la composición
de lugar que nos propone San Ignacio en la meditación…
En cierta manera sí y puede servir de auxiliar a los que se inician en
este camino de la milicia cristiana.
Y el director transmite la pasión y la vida de
Nuestro Señor con gran belleza…especialmente significativos son los flash back
de la última cena o de la vida oculta en Nazaret.
Porque muestra la identidad del sacrificio y la misa. Y la vida oculta
en Nazaret nos muestra la relación de Jesús como Hijo con su Madre, escenas
simples, sencillas y tiernas magníficamente interpretadas por los excelentes
actores, y que han escandalizado a algún avinagrado profesor que conozco. En
fin. Parece que Jesucristo no tenía sentido del humor según ellos. Un maestro
del cine, Alfred Hitchcock, decía: “Después de la realidad, pongo el acento en
la comedia. Curiosamente, la comedia aumenta el dramatismo de una película”,
cosa que ya sabía John Ford y se puede comprobar en sus mejores películas.
Gibson también lo sabe bien.
¿Qué otras escenas de la película le
particularmente parecen bellas?
Creo que desde que Cristo es llevado a Pilatos por la segunda vez, la
película no afloja en intensidad dramática, siendo desgarradora y emotiva en un
crescendo que culmina en un final brillantemente imaginado. Notemos de paso la
contribución insuperable de la inspiradísima música, acertadamente utilizada.
Pero es realmente la crucifixión lo más impresionante.
¿Y cuál es la que más le toca el corazón?
Puedo mencionar tres escenas extremadamente emotivas: la del “Ecce
homo”; la de la perforación con la lanza del corazón de Jesús; y la escena de
la negación de Pedro, donde realmente dan ganas de llorar. ¡Pobre Pedro!
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Por Javier Navascués
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