Por Flavio Mateos
Haciendo luz, en medio de las tinieblas
intelectuales que invaden la “internósfera”, la distribución “alternativa” del
pensar y poetizar “tradicionales”, la bibliografía narcisista y otras formas del
error y la confusión, nos permitimos decir alguna cosa más, desde este ignoto
espacio de reflexión. Sin ánimos de ofender, pero sin evitar la verdad "aunque duela".
¿Incorrección política? No, aunque se
presente enfáticamente en esa tesitura, la “visión del mundo” del “maestro”
Ángel Faretta no es otra cosa que corrección política disfrazada de
pseudo-tradición. Esto lo hemos dicho y probado en diversos libros a los que
remitimos al lector interesado (“El mirar del cine”, “Avatar y el cine
anticristiano de James Cameron”, “Vértigo, el enigma vertical”, “Castellani y
Lefebvre”, Videoteca Reduco", "Barrio gris", "La Pasión de Cristo"). Del mismo modo en algunos artículos de este humilde blog.
A.F. no se sale del común denominador que
domina el ambiente de la “cinesofía”, la “cinefilia”, la “cinefagia” y todas
aquellas vertientes que se empantanan alrededor del cine. Teóricos,
pseudo-críticos, comentaristas, reseñadores, estudiantes y profesores de las
escuelas de cine, directores, productores, etc. navegan, chapotean o hacen la
plancha por las aguas confortantes de la corrección política. Ya sea desde el
gnosticismo, el neo-catolicismo, el laicismo judío, el progresismo o ya el
zurderío, todos son hijos, nietos, amigos y hermanos del Liberalismo. Aunque
alguien como A.F. pretenda ser tomado como furioso antiliberal, el liberalismo
le desborda y lo aprovecha. Pues sí, hasta allí llega la profundidad del mal,
hasta allí la confusión que se ha difundido como la siniestra niebla
carpenteriana.
Una interesante muestra de lo que decimos
la tenemos en la imagen posteada en una cuenta de X (twitter), como para
cerciorarse de que “el árbol se conoce por los frutos”.
El super publicitado por los mass media cineasta
Damián Szifrón, que fue alumno de A.F. lo saluda en su cumpleaños con una foto
de un “maestro”. ¿Qué maestro? El que interpretó Robin Williams en la famosa película
“La sociedad de los poetas muertos”. A.F. responde desde su cuenta de la misma
red social (donde curiosamente en su perfil muestra una fotografía donde se
está cubriendo –muy a la moda- un ojo, seguramente sin saber que ese gesto
ultra repetido por las “estrellas” del espectáculo es en realidad un gesto
masónico) diciendo que con él –esto es, con Szifrón- ya se siente justificado.
Pues bien: “La sociedad de los poetas
muertos” es una película totalmente liberal y el “maestro” de la película es un
insensato, que hasta logra que uno de sus alumnos llegue a suicidarse. Y,
curiosamente, años después su protagonista Robin Williams acabaría con su vida
también suicidándose. O no tan curiosamente, pensando que la vida sin Dios, una
orgullosa construcción sobre la nada, puede muy bien conducir a ello. El “gran
maestro” del carpe diem no enseñaba sino a disimular la desesperación bajo un
manto vital de poesía sin los cimientos del verdadero misterio, que nos conduce
al Cielo, y no a la tumba y a la nada. En definitiva, se trata de un film de “autoayuda”
con contenido simbólico y excelente banda sonora. A.F. nos lo hizo pasar en su momento como una gran película. Pero luego pudimos advertir el liberalismo de ese y otros films de Peter Weir, promocionado entonces como "un gran autor".
Por su parte, Szifrón es un llamativo a la vez que mediocre
realizador cuyo más resonante y aberrante bodrio, “Relatos salvajes”
(coproducida por el empresario judío Hugo Sigman, aquel que se llenó los
bolsillos vendiéndole “vacunas” al gobierno del impresentable Alberto Fernández,
y por el degenerado director español Pedro Almodóvar) naturalmente fue candidata
a los Oscar hollywoodenses. Y recientemente estrenó otra sobrevalorada
película, donde rinde culto a la corrección política.
En resumidas cuentas, no hace falta
sumergirse demasiado en la obra escrita de A.F. para examinar su más recóndito
pensamiento –cosa que ya hemos hecho para ahorrarle tiempo al lector-, sino que
básicamente con el ejemplo de Szifrón, y su simbólica fotografía de homenaje,
nos ahorramos muchas palabras.
Alguna cosa hay que agradecerle a la
famosa “red social”, después de todo.